Ambientación
Últimos temas
Alioscars
Créditos
Skin hecho por Hardrock de The Captain Knows Best.
Into the Darkness is licensed under a Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional LicenseEste foro es responsabilidad de la Administración y los moderadores, los elementos utilizados en los documentos de cada raza fueron obtenidos en gran parte de libros de rol de mesa, las imágenes fueron obtenidas de Google, tumblr y bing.
Into the Darkness is licensed under a Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional LicenseEste foro es responsabilidad de la Administración y los moderadores, los elementos utilizados en los documentos de cada raza fueron obtenidos en gran parte de libros de rol de mesa, las imágenes fueron obtenidas de Google, tumblr y bing.
Elizabeth Báthory - Vampiresa
:: Personajes :: Fichas :: Aprobadas
Página 1 de 1. • Comparte
Elizabeth Báthory - Vampiresa
Edad: 456
Ocupación: Modelo
Nacionalidad: Húngara
Avatar: gigi Hadid
Raza: Vampiresa
Habitante de: Mundo
Elizabeth Báthory
No hay pecado más grande que romper aquello que es bello.
Psicología
Sádica y mentirosa, retorcida y peligrosa. No conoce el remordimiento y muchos creen que realmente nació sin conciencia, no le importa nadie que no sea ella y casi el cien por ciento de quienes la rodean sólo son medios a través de los cuales consigue sus metas, pero como todo en la vida es más hermoso cuando es irónico, tiene una increíble capacidad de amar, ama hasta que le duele, de hecho prefiere que duela, eso si, nunca ha encontrado a alguien a quién pueda amar más de lo que se ama a sí misma.
Historia
Desde mi nacimiento estuve destinada a la grandeza, nací en una de las grandes familias de Hungría, en la más poderosa, la más fuerte, la más violenta. Mis hermanos eran seres toscos y quien los observaba deseaba no haberlo hecho, yo en cambio fui un soplo de aire fresco para aquel lugar, mi mirada iluminaba los corazones de todos aquellos que llegaban a posar sus ojos en mi, mi sonrisa los hacía suspirar, mis ojos les daban esperanza de un futuro mejor para nuestro pueblo. Mientras crecí descubrí que en esta vida todo sale mejor para quienes son hermosos y a pesar de que constantemente se me repitió que debía luchar por lo que quería por haber nacido mujer la verdad era diferente, nunca me esforcé por nada, las cosas simplemente llegaban, si deseaba algo me lo otorgaban y nadie permitía que la tristeza se posara en mi bello rostro.
Todo era perfecto y deseé que aquello fuese para siempre, pero el destino es cruel y odia a los seres hermosos, nos reciente y por ello a los seis años comencé a sufrir fuertes ataques, violentas convulsiones que se apoderaban de mi cuerpo y hacían que quienes me rodeaban comenzaran a temerme, seguía siendo igual de bella, pero ya no me amaban tanto, yo era defectuosa. Desde entonces mi vida ya no fue igual, no importaba cuanto lo intentara, mi vida había cambiado, las múltiples ofertas de uniones que recibían mis padres por mi mano se redujeron a una, sólo una por parte de mi primo, un asqueroso conde adolescente lleno de acné, de salud frágil y de un rostro que ni siquiera una madre podría amar. Me casé con él, pero nunca lo deseé, él no me merecía, incluso me pidió que tomara su apellido, su apellido ¿Te imaginas? Como si un ser como yo necesitara de su apellido para ser validado, finalmente entró en razón y tomó mi apellido.
Mi esposo era un hombre de guerra, lo que me agradaba mucho, porque significaba que pasaría más tiempo fuera que dentro de nuestro hogar, pero eso no le impedía reclamar sus derechos maritales. Muchas veces tuve que fingir que disfrutaba de su desagradable tacto, era horrible, tanto que luego de que se iba lloraba escondida en mi habitación rogando a Dios que me librara de aquella tortura, pero Dios jamás respondió ¿Acaso no es esa la historia de todos los humanos? Dios nunca responde, no le importa lo suficiente.
El tiempo comenzaba a pasar cada vez más rápido y mi reflejo en el espejo comenzaba a molestarme, estaba envejeciendo y el tiempo no perdona a nadie, a menos eso es lo que nos cuentan nuestras madres. Las palabras de mi progenitora me perseguían incluso en sueños, algún día toda mi belleza se extinguiría y entonces ¿Qué me quedaría? Un esposo que no amaba, tres hijas que no deseé y riquezas que no sentía mías, no era suficiente.
Un día mi esposo volvía de una batalla y estaba herido, más que nunca. Estaba segura de que moriría esa misma noche, pero los doctores nos daban aliento, como si yo los necesitara. Esa noche fue la primera vez que arrebaté una vida. Tomé una almohada y la presioné contra su rostro hasta que él dejó de moverse, lo que sentí cuando todo hubo terminado fue un placer que jamás había conocido, era libre, al fin. Lo siguiente fue deshacerme de mi suegra y sus sirvientes, eso no me costó mucho, sin su hijo en el castillo ella no tenía razón para quedarse, sus sirvientes la siguieron y dos de mis hijas se fueron con ella, ojalá se hubieran ido las tres.
Ana, la mayor, se quedó conmigo como si me estuviera haciendo un favor. Ver su horrible rostro día y noche sólo me recordaba como mi vida había sido arruinada, como tuve que casarme con su padre, como perdí mis sueños, pero un día Ana llegó con un nuevo rostro, se veía hermosa, se veía como... como... como yo. La abracé como nunca y reímos, ella me contó que una hechicera la había vuelto hermosa y que su único deseo había sido verse como su madre, estaba tan radiante que no pude evitar sentir pena por mi, por mi perdida y malgastada juventud, pero Ana no me permitió sentir tristeza, en cambio me llevó con la hechicera y allí mi vida comenzó de nuevo.
Siete hechiceras llegaron a vivir en mi castillo y comenzaron a practicar allí su magia, les permití hacer y deshacer como ellas estimaran conveniente, a cambio mantenían a mi hija hermosa y poco a poco me devolvían los años que había perdido, pero el proceso era lento, doloroso, extenuante hasta que una de ellas me dijo que había otra forma, una mucho más rápida, mucho menos terrible para mi, lo único que debía hacer era conseguir jóvenes vírgenes y drenarlas, sacar de ellas hasta la última gota de sangre. La idea me horrorizó, claro está, pero algo dentro de mi comenzó a cosquillear, ese placer que sentí al matar a mi esposo, ese placer dulce y cálido ¿Se sentiría igual si quitaba la vida a alguien que no conocía? Necesitaba saberlo, necesitaba apartar esa duda de mi corazón y sólo por eso invité a las hijas de algunos granjeros a mi castillo, hijas de los sectores más pobres, esa clase de jóvenes que si desaparecen a nadie le importan, pensé que una o dos serían quienes aceptaran, pero para mi asombro todas llegaron, cincuenta tiernas señoritas, aunque ninguna de ellas tan bella como yo o como mi Ana.
Nunca fui una guerrera, esas mujeres carecen de mi delicadeza y mi cutis, así que simplemente di la orden a la cocinera de que mezclara algunas hierbas con los alimentos de esas pequeñas, todas y cada una de ellas cerraron los ojos y quedaron inconscientes por suficiente tiempo como para poder llevar a cabo mi tarea. Como soy una mujer muy eficiente no permití que nadie me ayudara, una a una las tomé entre mis brazos y corté sus cuellos mientras mis sirvientas recolectaban la sangre en diversas cuencas. Luego de que lo exigente concluyó las hechiceras me indicaron que era necesario llevar esa sangre a una bañera, verterla allí y bañar mi cuerpo en ese líquido carmesí, lo hice movida por una obediencia que sentía por lo que habían hecho por mi hija y por mi, estaba algo asustada, como dije yo nunca he sido una guerrera, así que nunca había visto tanta sangre. Me bañé más o menos por diez minutos, no más que eso, pues esa fue la indicación que recibí y para mi sorpresa mi piel se volvió más tersa, más clara, más joven.
No podría expresar con palabras lo que sentí, era como si la vida me estuviera dando una segunda oportunidad, incluso mis ataques comenzaron a desaparecer, estaba feliz, tanto que tuve que repetir ese baño al menos una vez a la semana y todo iba bien, hasta que los rumores de mi recuperada belleza y juventud llegaron a oídos de uno de mis primos, uno que siempre me había odiado. De inmediato comenzó una investigación al rededor de mi castillo y como nunca invertí en fuerzas militares no había nadie que me defendiera, mi hija, mi adorada hija Ana no pudo con el miedo y se quitó la vida, las hechiceras desaparecieron y fui condenada por la muerte de las jóvenes que servían para llenar mis baños.
Mi castigo fue el peor de todos, me encerraron en mi castillo, en mi habitación, pero sellaron las puertas y las ventanas y sólo me alimentaban con asquerosidades, nadie me hablaba, nadie me veía, estaba completamente sola hasta que encontré el diario secreto de mi difunto esposo y por primera vez sentí que ese hombre me daba un regalo. En su diario leí una hermosa leyenda que hablaba del Señor de las Sombras, un ser capaz de conceder cualquier deseo si eres capaz de dar algo a cambio, incluso en el diario estaba escrito como debía invocarlo, de inmediato lo hice, seguí una a una las instrucciones y por horas nada hasta que me rendí y me quedé dormida. Cuando desperté un niño pequeño acariciaba mi cabello, los ojos del niño eran verdes como las más hermosas esmeraldas, sus labios eran rosados como pétalos de cerezo, su piel blanca como la leche y su cabello lleno de risos dorados, el niño se acercó a mi oído y me susurró hermosos secretos, me pidió algo muy simple y yo le juré por mi alma que cumpliría su petición, fue entonces cuando me besó la frente y un estruendo se escuchó en la habitación. Dirigí mis ojos al ruido, asustada contemplé el cuerpo de un hombre alto, pálido y siniestro. Busqué con mi mirada al niño, pero ya no estaba y antes de que pudiera hablar el hombre que había llegado me tomó entre sus brazos y llevó su boca a mi cuello, mordió tan fuerte que pensé que destrozaría mi garganta, bebió de mi hasta que se cansó y luego me arrojó en mi cama. Estaba tan cansada que no podía abrir los ojos y sólo sentí como acercaba algo a mi boca y me obligaba a beber... sangre, nunca olvidaré ese sabor. Ya había probado antes la sangre en mis baños, pero nunca había saboreado sangre como esa, era deliciosa, era diferente. Luego de eso me desmayé y cuando por fin recobré la consciencia estaba en otro lugar, en otro castillo, en otra cama.
¿Qué más puedo decirte? Soy lo que la vida ha hecho de mi y esta es mi verdad, hay otras versiones, pero ¿A quién vas a creer, a los historiadores o a la protagonista?
Todo era perfecto y deseé que aquello fuese para siempre, pero el destino es cruel y odia a los seres hermosos, nos reciente y por ello a los seis años comencé a sufrir fuertes ataques, violentas convulsiones que se apoderaban de mi cuerpo y hacían que quienes me rodeaban comenzaran a temerme, seguía siendo igual de bella, pero ya no me amaban tanto, yo era defectuosa. Desde entonces mi vida ya no fue igual, no importaba cuanto lo intentara, mi vida había cambiado, las múltiples ofertas de uniones que recibían mis padres por mi mano se redujeron a una, sólo una por parte de mi primo, un asqueroso conde adolescente lleno de acné, de salud frágil y de un rostro que ni siquiera una madre podría amar. Me casé con él, pero nunca lo deseé, él no me merecía, incluso me pidió que tomara su apellido, su apellido ¿Te imaginas? Como si un ser como yo necesitara de su apellido para ser validado, finalmente entró en razón y tomó mi apellido.
Mi esposo era un hombre de guerra, lo que me agradaba mucho, porque significaba que pasaría más tiempo fuera que dentro de nuestro hogar, pero eso no le impedía reclamar sus derechos maritales. Muchas veces tuve que fingir que disfrutaba de su desagradable tacto, era horrible, tanto que luego de que se iba lloraba escondida en mi habitación rogando a Dios que me librara de aquella tortura, pero Dios jamás respondió ¿Acaso no es esa la historia de todos los humanos? Dios nunca responde, no le importa lo suficiente.
El tiempo comenzaba a pasar cada vez más rápido y mi reflejo en el espejo comenzaba a molestarme, estaba envejeciendo y el tiempo no perdona a nadie, a menos eso es lo que nos cuentan nuestras madres. Las palabras de mi progenitora me perseguían incluso en sueños, algún día toda mi belleza se extinguiría y entonces ¿Qué me quedaría? Un esposo que no amaba, tres hijas que no deseé y riquezas que no sentía mías, no era suficiente.
Un día mi esposo volvía de una batalla y estaba herido, más que nunca. Estaba segura de que moriría esa misma noche, pero los doctores nos daban aliento, como si yo los necesitara. Esa noche fue la primera vez que arrebaté una vida. Tomé una almohada y la presioné contra su rostro hasta que él dejó de moverse, lo que sentí cuando todo hubo terminado fue un placer que jamás había conocido, era libre, al fin. Lo siguiente fue deshacerme de mi suegra y sus sirvientes, eso no me costó mucho, sin su hijo en el castillo ella no tenía razón para quedarse, sus sirvientes la siguieron y dos de mis hijas se fueron con ella, ojalá se hubieran ido las tres.
Ana, la mayor, se quedó conmigo como si me estuviera haciendo un favor. Ver su horrible rostro día y noche sólo me recordaba como mi vida había sido arruinada, como tuve que casarme con su padre, como perdí mis sueños, pero un día Ana llegó con un nuevo rostro, se veía hermosa, se veía como... como... como yo. La abracé como nunca y reímos, ella me contó que una hechicera la había vuelto hermosa y que su único deseo había sido verse como su madre, estaba tan radiante que no pude evitar sentir pena por mi, por mi perdida y malgastada juventud, pero Ana no me permitió sentir tristeza, en cambio me llevó con la hechicera y allí mi vida comenzó de nuevo.
Siete hechiceras llegaron a vivir en mi castillo y comenzaron a practicar allí su magia, les permití hacer y deshacer como ellas estimaran conveniente, a cambio mantenían a mi hija hermosa y poco a poco me devolvían los años que había perdido, pero el proceso era lento, doloroso, extenuante hasta que una de ellas me dijo que había otra forma, una mucho más rápida, mucho menos terrible para mi, lo único que debía hacer era conseguir jóvenes vírgenes y drenarlas, sacar de ellas hasta la última gota de sangre. La idea me horrorizó, claro está, pero algo dentro de mi comenzó a cosquillear, ese placer que sentí al matar a mi esposo, ese placer dulce y cálido ¿Se sentiría igual si quitaba la vida a alguien que no conocía? Necesitaba saberlo, necesitaba apartar esa duda de mi corazón y sólo por eso invité a las hijas de algunos granjeros a mi castillo, hijas de los sectores más pobres, esa clase de jóvenes que si desaparecen a nadie le importan, pensé que una o dos serían quienes aceptaran, pero para mi asombro todas llegaron, cincuenta tiernas señoritas, aunque ninguna de ellas tan bella como yo o como mi Ana.
Nunca fui una guerrera, esas mujeres carecen de mi delicadeza y mi cutis, así que simplemente di la orden a la cocinera de que mezclara algunas hierbas con los alimentos de esas pequeñas, todas y cada una de ellas cerraron los ojos y quedaron inconscientes por suficiente tiempo como para poder llevar a cabo mi tarea. Como soy una mujer muy eficiente no permití que nadie me ayudara, una a una las tomé entre mis brazos y corté sus cuellos mientras mis sirvientas recolectaban la sangre en diversas cuencas. Luego de que lo exigente concluyó las hechiceras me indicaron que era necesario llevar esa sangre a una bañera, verterla allí y bañar mi cuerpo en ese líquido carmesí, lo hice movida por una obediencia que sentía por lo que habían hecho por mi hija y por mi, estaba algo asustada, como dije yo nunca he sido una guerrera, así que nunca había visto tanta sangre. Me bañé más o menos por diez minutos, no más que eso, pues esa fue la indicación que recibí y para mi sorpresa mi piel se volvió más tersa, más clara, más joven.
No podría expresar con palabras lo que sentí, era como si la vida me estuviera dando una segunda oportunidad, incluso mis ataques comenzaron a desaparecer, estaba feliz, tanto que tuve que repetir ese baño al menos una vez a la semana y todo iba bien, hasta que los rumores de mi recuperada belleza y juventud llegaron a oídos de uno de mis primos, uno que siempre me había odiado. De inmediato comenzó una investigación al rededor de mi castillo y como nunca invertí en fuerzas militares no había nadie que me defendiera, mi hija, mi adorada hija Ana no pudo con el miedo y se quitó la vida, las hechiceras desaparecieron y fui condenada por la muerte de las jóvenes que servían para llenar mis baños.
Mi castigo fue el peor de todos, me encerraron en mi castillo, en mi habitación, pero sellaron las puertas y las ventanas y sólo me alimentaban con asquerosidades, nadie me hablaba, nadie me veía, estaba completamente sola hasta que encontré el diario secreto de mi difunto esposo y por primera vez sentí que ese hombre me daba un regalo. En su diario leí una hermosa leyenda que hablaba del Señor de las Sombras, un ser capaz de conceder cualquier deseo si eres capaz de dar algo a cambio, incluso en el diario estaba escrito como debía invocarlo, de inmediato lo hice, seguí una a una las instrucciones y por horas nada hasta que me rendí y me quedé dormida. Cuando desperté un niño pequeño acariciaba mi cabello, los ojos del niño eran verdes como las más hermosas esmeraldas, sus labios eran rosados como pétalos de cerezo, su piel blanca como la leche y su cabello lleno de risos dorados, el niño se acercó a mi oído y me susurró hermosos secretos, me pidió algo muy simple y yo le juré por mi alma que cumpliría su petición, fue entonces cuando me besó la frente y un estruendo se escuchó en la habitación. Dirigí mis ojos al ruido, asustada contemplé el cuerpo de un hombre alto, pálido y siniestro. Busqué con mi mirada al niño, pero ya no estaba y antes de que pudiera hablar el hombre que había llegado me tomó entre sus brazos y llevó su boca a mi cuello, mordió tan fuerte que pensé que destrozaría mi garganta, bebió de mi hasta que se cansó y luego me arrojó en mi cama. Estaba tan cansada que no podía abrir los ojos y sólo sentí como acercaba algo a mi boca y me obligaba a beber... sangre, nunca olvidaré ese sabor. Ya había probado antes la sangre en mis baños, pero nunca había saboreado sangre como esa, era deliciosa, era diferente. Luego de eso me desmayé y cuando por fin recobré la consciencia estaba en otro lugar, en otro castillo, en otra cama.
¿Qué más puedo decirte? Soy lo que la vida ha hecho de mi y esta es mi verdad, hay otras versiones, pero ¿A quién vas a creer, a los historiadores o a la protagonista?
Otros y/o Exclusivos Quimeras
{♠} Gustos: Todo aquello que considere bello.
{♠} Disgustos: Lo horrible, los hombres que se aprovechan de las mujeres hermosas.
{♠} Fobias: Teme a la muerte y a envejecer.
{♠} Otros: Limó sus colmillos ya que no le gusta como se ven y cuando debe saciar sus apetitos prefiere herir a sus víctimas con objetos cortopunzantes en vez de morderlos. El sol no le hace daño debido al pacto que tiene con el Señor de la Oscuridad. Su apariencia es la que ostentaba en sus veinte.
{♠} Disgustos: Lo horrible, los hombres que se aprovechan de las mujeres hermosas.
{♠} Fobias: Teme a la muerte y a envejecer.
{♠} Otros: Limó sus colmillos ya que no le gusta como se ven y cuando debe saciar sus apetitos prefiere herir a sus víctimas con objetos cortopunzantes en vez de morderlos. El sol no le hace daño debido al pacto que tiene con el Señor de la Oscuridad. Su apariencia es la que ostentaba en sus veinte.
- Vampiro 1
- Puntos de Vida :30Mensajes :14
Elizabeth Báthory
:: Personajes :: Fichas :: Aprobadas
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
|
|
Sáb Abr 27, 2019 6:28 pm por Klaus [Skiadrum]
» Bonjour ma petite fille. [Privado|Rosie]
Vie Feb 10, 2017 5:25 am por Aleksandr Bozkurt
» Confieso que
Sáb Ene 14, 2017 6:09 am por Rosie
» Una tarde afortunada. [Privado-Rosie]
Jue Ene 05, 2017 9:13 pm por Rosie
» Habilidades Aprobadas
Vie Nov 11, 2016 6:53 am por The Author
» Ronda 1, Dupla 3 vs Dupla 10
Vie Nov 11, 2016 2:36 am por Jeanne D'Arc
» Presentación || [Privado con Participantes]
Vie Nov 11, 2016 2:03 am por The Author
» Ronda 1, Dupla 6 vs Dupla 7
Vie Nov 11, 2016 1:54 am por The Author
» Ronda 1, Dupla 5 vs Dupla 8
Vie Nov 11, 2016 1:53 am por The Author