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Reencuentro [Privado]
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Reencuentro [Privado]
Por curiosidad el vampiro había viajado hasta aquella ciudad llena de encanto, deseando descubrir misterios que lo ayudaran en el desarrollo de su propia vida empresarial; y quizá lo había conseguido. Tal vez era por ello que se decidía a viajar sin rumbo, aprovechando sus últimos momentos en aquella ciudad tan pintoresca. Revisó su celular, enviando la fecha de su retorno a quien había dejado a cargo de todo, pues al parecer las cosas no funcionaban tan bien con él a la distancia, y se dispuso a vagar sin rumbo. Correr, por el gusto de hacerlo, como si se alejara de los faros de los coches que iluminaban los callejones oscuros en su andar, de los problemas que lo esperaban cuando saliera de New Orleans, y de los innumerables aromas que parecían desear anidar en su interior, tocándolo a un nivel profundo que le indicaba que ya llevaba un tiempo sin alimentarse.
De no haber sido por sus sentidos preternaturalmente agudos, el paisaje a su alrededor se habría difuminado en una mancha borrosa de colores confusos, atendida la velocidad con que pasaba, perdiéndose entre el silencio reinante en las horas nocturnas. Cuando finalmente detuvo su andar, pudo mirar a su alrededor con detenimiento; hasta ese momento había permanecido inconsciente de su alrededor, mirando sin ver, escuchando sin oír; se descubrió en la ciudad de los muertos, rodeado de tumbas construidas sobre la superficie del terreno, adquiriendo un brillo sobrenatural de palidez mortuoria bajo los argénteos rayos de la luz de la luna. De entre cuanto podría haberlo detenido, una tumba fue la que captó su atención; una que parecía haber sido convertida, más que por azar, por una práctica constante de quienes ahí acudían, en un altar de vudú: velas aún encendidas luchaban por otorgar iluminación vacilante, mientras perdían la batalla con la ligera brisa nocturna que llevaría a morir las trémulas llamas; muñecas pinchadas con alfileres junto a pequeños montones de dinero que constituían el pago por un servicio expresado como deseo al alma de un ser que ya había partido, pero cuyas marcas en la historia aún hacían a las personas aferrarse a su reputación misteriosa; y flores frescas ofrecidas como ofrenda a un recuerdo no tan alegre como trascendental; todo ello le dijo que se encontraba frente a una tumba especial, única incluso, la de la mismísima reina de aquella práctica antigua, que era el vudú.
No pudo evitar sonreír, mientras se inclinaba para contemplar los arreglos del que quizá era el lugar más visitado de todo aquel cementerio; pero su expresión fue borrada con rapidez de sus facciones, cuando algo borroso apareció en su visión periférica. Poniéndose rápidamente de pie, a paso tranquilo, y con la cautela de un depredador, se alejó un poco en la dirección que había vislumbrado aquello, hasta que finalmente pudo contemplar una cosa extraña, que poco conocía pero que no le era completamente ajena: se trataba de un portal, que parecía incitarlo a adentrarse en sus “profundidades” y explorar lo que hubiera más allá de aquella frontera.
Como habitante del “mundo”, no había visto mucho de otros lugares ajenos a él, por lo que su curiosidad natural no tardó en hacerse presente para empujarlo a través del portal. Se encontró en medio de un bosque, siendo saludado por la oscuridad de la noche, una noche distinta a la que conocía. En retrospectiva había sido estúpido cruzar sin pensarlo, pues si hubiera encontrado el amoroso abrazo de los rayos del sol, habría quedado extra crujiente; pero eso ya no importaba, pues los deliciosos aromas, el aire limpio y el remanente olor que indicaba la presencia de seres vivos que habían pasado por ahí hace un tiempo, bien compensaban el riesgo. Todo era tan similar, y a la vez tan diferente, que se descubrió adentrándose en la espesura de los altos árboles que permanecían inmóviles como centinelas sombríos; hasta que ya no pudo recordar por donde había llegado, lo que lo puso algo nervioso. El crujido de una rama cercana hizo que detuviera sus pasos, mirando a su alrededor, no con miedo, pero sí expectante y alerta. -¿Quién está ahí? – Preguntó a la oscuridad, cual atractivo pero ligeramente idiota protagonista de una película de terror que no hace sino saludar a la muerte con sus palabras; el pensamiento de aquello era algo extraño, y parcialmente acertado; sí, era lo primero, sin lugar a dudas, ¿pero lo segundo? Imposible, no era idiota, y sabía defenderse, estaría a salvo, ¿no?
De no haber sido por sus sentidos preternaturalmente agudos, el paisaje a su alrededor se habría difuminado en una mancha borrosa de colores confusos, atendida la velocidad con que pasaba, perdiéndose entre el silencio reinante en las horas nocturnas. Cuando finalmente detuvo su andar, pudo mirar a su alrededor con detenimiento; hasta ese momento había permanecido inconsciente de su alrededor, mirando sin ver, escuchando sin oír; se descubrió en la ciudad de los muertos, rodeado de tumbas construidas sobre la superficie del terreno, adquiriendo un brillo sobrenatural de palidez mortuoria bajo los argénteos rayos de la luz de la luna. De entre cuanto podría haberlo detenido, una tumba fue la que captó su atención; una que parecía haber sido convertida, más que por azar, por una práctica constante de quienes ahí acudían, en un altar de vudú: velas aún encendidas luchaban por otorgar iluminación vacilante, mientras perdían la batalla con la ligera brisa nocturna que llevaría a morir las trémulas llamas; muñecas pinchadas con alfileres junto a pequeños montones de dinero que constituían el pago por un servicio expresado como deseo al alma de un ser que ya había partido, pero cuyas marcas en la historia aún hacían a las personas aferrarse a su reputación misteriosa; y flores frescas ofrecidas como ofrenda a un recuerdo no tan alegre como trascendental; todo ello le dijo que se encontraba frente a una tumba especial, única incluso, la de la mismísima reina de aquella práctica antigua, que era el vudú.
No pudo evitar sonreír, mientras se inclinaba para contemplar los arreglos del que quizá era el lugar más visitado de todo aquel cementerio; pero su expresión fue borrada con rapidez de sus facciones, cuando algo borroso apareció en su visión periférica. Poniéndose rápidamente de pie, a paso tranquilo, y con la cautela de un depredador, se alejó un poco en la dirección que había vislumbrado aquello, hasta que finalmente pudo contemplar una cosa extraña, que poco conocía pero que no le era completamente ajena: se trataba de un portal, que parecía incitarlo a adentrarse en sus “profundidades” y explorar lo que hubiera más allá de aquella frontera.
Como habitante del “mundo”, no había visto mucho de otros lugares ajenos a él, por lo que su curiosidad natural no tardó en hacerse presente para empujarlo a través del portal. Se encontró en medio de un bosque, siendo saludado por la oscuridad de la noche, una noche distinta a la que conocía. En retrospectiva había sido estúpido cruzar sin pensarlo, pues si hubiera encontrado el amoroso abrazo de los rayos del sol, habría quedado extra crujiente; pero eso ya no importaba, pues los deliciosos aromas, el aire limpio y el remanente olor que indicaba la presencia de seres vivos que habían pasado por ahí hace un tiempo, bien compensaban el riesgo. Todo era tan similar, y a la vez tan diferente, que se descubrió adentrándose en la espesura de los altos árboles que permanecían inmóviles como centinelas sombríos; hasta que ya no pudo recordar por donde había llegado, lo que lo puso algo nervioso. El crujido de una rama cercana hizo que detuviera sus pasos, mirando a su alrededor, no con miedo, pero sí expectante y alerta. -¿Quién está ahí? – Preguntó a la oscuridad, cual atractivo pero ligeramente idiota protagonista de una película de terror que no hace sino saludar a la muerte con sus palabras; el pensamiento de aquello era algo extraño, y parcialmente acertado; sí, era lo primero, sin lugar a dudas, ¿pero lo segundo? Imposible, no era idiota, y sabía defenderse, estaría a salvo, ¿no?
- Vampiro 1
- Puntos de Vida :30Mensajes :23
Alshan
Re: Reencuentro [Privado]
Sumida en el más profundo sueño, Amalia Borgia se encontraba descansando en lo que años antes había sido uno de los paraísos más preciados para su padre, un prostíbulo de Amsterdam completamente expuesto, como uno de los sectores más turísticos de la ciudad. Las habitaciones se encontraban llenas de parejas disfrutando de la cercanía que la cantidad necesaria de dinero podía otorgar, pero Amalia no participaba, se encontraba sola, cansada, mareada. Aquella noche había sido tal vez una de las más agotadoras en su viaje y ni siquiera el aroma a incienso y las sábanas de seda lograban calmarla, más que nada porque se encontraba tan fuera de su naturaleza, por su puesto, entendía que ser la hija del difunto gran alfa del sur venía con responsabilidades que ninguno de sus hermanos parecía tener que soportar... tal vez porque sólo ella era la responsable de la muerte de ese Alfa, pero ya estaba en su límite, necesitaba despojarse de aquellas ropas, de aquellos aromas refinados, de las voces educadas y los tratos cordiales, estaba dormida y desesperada al mismo tiempo, soñando con una batalla, con sangre, con sudor, con la tierra pegándose en su piel.
- Pequeña, te ves tan aburrida ¿Quieres venir a jugar? No te asustes, no muerdo si no me lo pides. –Una suave voz la sacó violentamente de su sueño, pero apenas abrió sus ojos la luz la cegó a tal punto que tuvo que volver a juntar sus párpados mientras sentía como algo la succionaba, los sonidos en el ambiente comenzaban a cambiar y los gemidos poco a poco se apagaban en un silencio sepulcral, el calor de Amsterdam cambiaba por un frío Siberiano, el aroma a tabaco y perfume barato cambiaba a ¿Pasto húmedo? Sin que pudiese hacer algo para evitarlo su cuerpo cayó entre arbustos empapados de lo que parecía una fina capa de agua dulce, al abrir sus ojos se encontró rodeada de naturaleza y en una oscuridad cómoda, lo suficiente como para no hacerla sentir nerviosa, aunque su mente aún se preguntaba de dónde había venido esa voz y a quién pertenecía, pues de alguna forma le había sonado extremadamente familiar.
Descalza comenzó a caminar por el espeso bosque, la sonrisa en su rosto no podía borrarse, de todos los mundos en el que pudo haber despertado ese era sin lugar a dudas el mejor. Podía sentir como la humedad se quedaba en su piel acariciando cada centímetro, su ropa comenzó a sentirse ligeramente más pesada y justo cuando estaba pensando en quitársela sintió un aroma extremadamente familiar... él estaba allí y seguía vivo, lo que de por si era una buena noticia. Sin pensarlo más comenzó a correr en dirección a aquel aroma, la muerte, la sangre, ese olor a madera. Sus pies a penas tocaban la tierra, su cabello se enredaba entre ramas y hojas, pero no le importaba, sus brazos se llenaban de pequeños rasguños que ardían, pero no lo suficiente como para ser insoportables y justo cuando estaba por encontrarlo la oscuridad se hizo aún más intensa, pero entonces su voz.- Depende. -Contestó a la pregunta del vampiro con una voz tan melodiosa como la de una sirena y tan suave como el susurro del viento.- ¿A quién quieres encontrar? -No dijo nada más, en cambio llevó sus dientes a su propia mano dejando allí una mordida lo suficientemente profunda para comenzar a sangras y luego apretó aquella mano para que el líquido carmín corriera un poco más rápido.- Dime algo vampiro ¿Tienes hambre? -Luego de pronunciar aquellas palabras dio media vuelta y comenzó a correr a toda velocidad.
Un juego, una invitación, un desafío ¿Quién sabe?
- Pequeña, te ves tan aburrida ¿Quieres venir a jugar? No te asustes, no muerdo si no me lo pides. –Una suave voz la sacó violentamente de su sueño, pero apenas abrió sus ojos la luz la cegó a tal punto que tuvo que volver a juntar sus párpados mientras sentía como algo la succionaba, los sonidos en el ambiente comenzaban a cambiar y los gemidos poco a poco se apagaban en un silencio sepulcral, el calor de Amsterdam cambiaba por un frío Siberiano, el aroma a tabaco y perfume barato cambiaba a ¿Pasto húmedo? Sin que pudiese hacer algo para evitarlo su cuerpo cayó entre arbustos empapados de lo que parecía una fina capa de agua dulce, al abrir sus ojos se encontró rodeada de naturaleza y en una oscuridad cómoda, lo suficiente como para no hacerla sentir nerviosa, aunque su mente aún se preguntaba de dónde había venido esa voz y a quién pertenecía, pues de alguna forma le había sonado extremadamente familiar.
Descalza comenzó a caminar por el espeso bosque, la sonrisa en su rosto no podía borrarse, de todos los mundos en el que pudo haber despertado ese era sin lugar a dudas el mejor. Podía sentir como la humedad se quedaba en su piel acariciando cada centímetro, su ropa comenzó a sentirse ligeramente más pesada y justo cuando estaba pensando en quitársela sintió un aroma extremadamente familiar... él estaba allí y seguía vivo, lo que de por si era una buena noticia. Sin pensarlo más comenzó a correr en dirección a aquel aroma, la muerte, la sangre, ese olor a madera. Sus pies a penas tocaban la tierra, su cabello se enredaba entre ramas y hojas, pero no le importaba, sus brazos se llenaban de pequeños rasguños que ardían, pero no lo suficiente como para ser insoportables y justo cuando estaba por encontrarlo la oscuridad se hizo aún más intensa, pero entonces su voz.- Depende. -Contestó a la pregunta del vampiro con una voz tan melodiosa como la de una sirena y tan suave como el susurro del viento.- ¿A quién quieres encontrar? -No dijo nada más, en cambio llevó sus dientes a su propia mano dejando allí una mordida lo suficientemente profunda para comenzar a sangras y luego apretó aquella mano para que el líquido carmín corriera un poco más rápido.- Dime algo vampiro ¿Tienes hambre? -Luego de pronunciar aquellas palabras dio media vuelta y comenzó a correr a toda velocidad.
Un juego, una invitación, un desafío ¿Quién sabe?
- Amalia:
- Licántropo 5
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Amalia Borgia
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