[Privado | Ragha] WYD

15 de Julio.
11:40 am.

-Quisiera… visitar otro mundo.

No era secreto para las sirenas la existencia de diferentes lugares y para Ran era un tema sumamente interesante, pensar que si supiera controlar esa habilidad podría ir a visitar diferentes lugares, conocer personas, ver, experimentar. La libertad era algo que la Siren disfrutaba a tiempo completo, tanto que de no ser por Robbin a veces se sentiría algo sola. Su cola se movía lentamente mientras se encontraba flotando en aquel lago que resultaba ser su hogar, el sol bañaba su cuerpo en aquella transformación media, su cola anaranjada brillaba con fuerza y energía preciosos rayos dorados y sus aletas se dejaban llevar por el ritmo cuan fina tela sobre el agua. Con sus brazos extendidos descansaba sobre la superficie de aquel precioso líquido, los pájaros cantaban y el cielo parecía más azul de lo normal, quizás es porque era un buen día.

Aún así deseaba estar en otro lugar, Robbin no se encontraba en casa, no había razón para quedarse, ¿qué debía hacer? De seguro volvería hambrienta a la hora de la cena, pero tenía muchas horas antes de eso, ¿debía salir a caminar? Cerró sus ojos mientras suspiraba, necesitaba otra idea, si tan sólo pudiese utilizar sus habilidades e ir a otro lugar… a otro mundo, a otras aguas, unas que no hubiese explorado, unas menos tranquilas. Sonrió ante la idea, visualizando una especie de playa en su imaginación, la orilla de algo y fue entonces cuando el agua a su alrededor comenzó a brillar. Casi como si cayera por un vacío se removió como reflejo, pero sólo dio manotazos en el agua. Abrió los ojos para encontrarse siendo arrastrada por una corriente hacia la orilla de algún lugar, ¿qué había pasado? Su cuerpo tocó tierra firme aún en su forma de sirena y la sorpresa no cabía en ella, vio algo moverse frente a ella y levantó la cabeza para ver unos pies, estaba asustada, ¿a dónde había llegado?

Habilidad:

Las noches eran heladas en la enorme Isla de Groenlandia, cerca del bosque, Ragha había perseguido una liebre de las nieves hasta la orilla del mar que aún no llegaba a congelarse, no era esa época del año. Se detuvo, percibiendo el aroma de aquel animal en el frío aire que lo rodeaba, sin embargo, otro más captó su atención, el joven lobo gris siguió aquel rastro, olvidando por completo que se hallaba en medio de una cazería. Así, sus patas lo guiaron hasta la orilla donde la poseedora de ese aroma nuevo hizo acto de presencia. ¿Qué hacía en el agua? ¿Estaba bien? Sabía que esas temperaturas podían matar a cualquier ser vivo y de sangre caliente.

- ¡Oye! ¡Oye tú! - ladró, pero claro que la mujer no podría entenderlo, corrió hacia ella, acercándose un poco más, dando saltos y gruñendo, liberando algunos aullidos. Un lobo normal se habría alejado, pero él no lo era.- ¡Sal! - gruñó. Parecía haber olvidado que podía transformarse en humano, algo que le pasaba muy seguido.

Patas, continuó subiendo la mirada hasta encontrarse con un enorme lobo que parecía exaltado, gruñía, saltaba y ladraba. Ran no le entendía, por lo que pensó que en cualquier momento sería atacada, se desesperó, pues el frío calaba en su anatomía y hacía que sus movimientos fuesen más lentos, ¿qué podía hacer? La marea era muy baja para devolverse al mar y sus brazos no podían soportar su peso, dolían. Su cola hacía intentos por empujarla lejos del animal, pero no lograba moverse más que centímetros en la arena, donde las olas rompían sobre el cuerpo de la sirena. No sabía utilizar bien sus habilidades, llegar ahí sin previo aviso era una prueba de ello. Su cuerpo cambió ante la primera idea de salir huyendo, su preciosa cola como el sol dio paso a piernas semejantes a las de los humanos sin la autorización de la menor y, desprovista de cualquier ropa que cubriera su cuerpo, se levantó de la arena para correr por la orilla hacia unas rocas cercanas.

Asustada, buscó refugio tras ellas, su cuerpo había cambiado sin control alguno y aquello le molestaba un montón. Sus poderes se salían de control cada vez que estaba alterada, ni siquiera su cuerpo respetaba la voluntad de la joven, ¿qué podía hacer? Observó al enorme lobo aterrada, ¿la atacaría?- S-si me atacas… ¡También te atacaré! No te tengo miedo… -Terminó en un susurro sin nada de confianza, era primera vez que veía algo así, sólo conocía a los lobos por historias que Robbin le contaba, es decir, ella como cazadora y gracias a sus padres conocía un montón de seres como ella, pero Ran nunca los había visto.- N-no te me acerques…

Observando mejor a la chica, definitivamente no era humana, aquella cola se movía inquieta y salpicaba el agua congelada. El lobo no sabía que hacer, su gélido aliento se veía cuando resoplaba incapaz de mantenerse quieto de los nervios. Soltaba leves lloriqueos y gruñidos. ¿Cómo ayudarla? ¿Y si no quería que se le acercara? Entonces, vio algo que a sus ojos pareció increíble, poco a poco se fue transformando a algo mucho más familiar para Ragha, mucho más humano.

Cuando la escuchó, el lobo se fue agachando, bajando las orejas hasta quedar en el piso, observándola en sumisión para intentar demostrarle que era inofensivo. Él nunca había sido el alfa de su manada, estaba acostumbrado a ello. Soltó uno que otro lloriqueo, solo quería ayudar.- No te haré daño, no... sal de ahí, sal - ahullaba en cortos y aa veces largos sonidos.

De alguna forma y por alguna razón… el lobo parecía estar tomando alguna clase de postura sumisa, como si estuviese apenado o triste, los gimoteos que producía llamaron la atención de la sirena, era curioso ver cómo un animal tan grande e intimidante podía volverse tan amable en tan sólo unos segundos. La falta de experiencia con aquellos seres le hacía dejarse llevar por las apariencias, por esas afiladas garras y esos enormes dientes que hasta hace unos momentos mostraba al mismo tiempo en que gruñía, pero ahora parecía no querer hacerle daño… ¿y si era una trampa? No se sentía preparada para pelear, no en ese momento.

Aclaró su garganta e intentando de no parecer temerosa alzó la voz con confianza fingida.- Ya te dije que no te temo, ¿cómo sé que no me atacarás? -Frunció levemente el ceño esperando respuesta, no saldría del lugar hasta saber que estaba segura, pues no sabía ni siquiera dónde estaba y por lo tanto no sabía a dónde correr. El mar era una opción, pero su forma humana no estaría preparada para el frío y no sabía cómo volver a ser una sirena, su cuerpo parecía no querer ayudarla en aquel momento.

Ragha comenzaba a desesperarse un poco, la chica parecía asustada... pero no lograba hacerla entender, obviamente, para él, sus gestos eran más que obvios, pero para quien pensaba como lobo, resultaba difícil comprender que su lenguaje corporal no era tan sencillo de interpretar para otros seres. Ella no lo entendía, no sabía como hacerla entender, ¿Cómo hablaría con quien no entiende a un lobo? Entonces, como si la respuesta no hubiese estado frente a sus ojos durante todo ese tiempo, Ragha pareció tener una revelación. Se incorporó de nuevo y retrocedió un tanto más, cerró los ojos y sucedió, poco a poco, y de manera sumamente dolorosa, sus huesos y músculos se estiraron, tronaron y se volvieron a romper, y desdoblar, reformar y regenerar. Su forma se fue modificanto en un proceso ruidoso y nada agradable a la vista, el pelo desaparecía, la piel humana surgía, finalmente, los gruñidos se fueron transformando en quejidos mucho más humanos, hasta que finalmente, aquella forma de un joven de unos 22 años a lo mucho apareció. Jadeante y agotado, se dejó caer sobre la nieve, su cuerpo desnudo lo resentía, más no demasiado. Miró a la chica de nuevo y le habló.

- ¡Que salgas de ahí! ¡Morirás congelada! - exclamó, poniéndose de pie con esfuerzo, pues el dolor aún reinaba en sus extremidades, estiró la mano hacia ella, con toda intención de asistirla.- ¿Es esto una especie de juego? ¿Un suicidio?

No esperaba verlo alguna vez y, sinceramente hablando, no era lo que esperaba ver. Ella no sentía dolor alguno al transformarse, no importaba cuál de las tres formas tomara, ninguna de ellas le producía alguna especie de dolor o sensación desagradable, más bien era sólo cosa de costumbre. En cambio, lo que vio llegó a ser terrorífico, su rostro reflejó todo el miedo que ese cambio producía en ella, los sonidos, el ambiente, el dolor que él mismo reflejaba, todo le resultaba horrible y esto llenó de preocupación a la sirena. Sentía algo de empatía por el hecho de ser parte de aquellos que debían cambiar de forma, su respiración se cortó en el proceso, había olvidado incluso aquella función tan básica.

Observó el cuerpo desnudo frente a ella, se trataba de un joven que probablemente doblaba su estatura y masa corporal, es decir, se veía muy grande como para no temerle o al menos seguir desconfiando de él. Sus palabras le hicieron entender lo que hasta el momento había intentado comunicar en forma de lobo, sus mejillas se sonrojaron algo avergonzada al notar que había temido a algo innecesario, se había visto más asustadiza de lo que podría haber sido, que poco genial se había visto. La mano extendida la tentó a salir de su escondite, pero tenía razón, el frío había comenzado a causar estragos en su cuerpo, más en su forma humana. Caminó a paso lento hacia el joven, pero verlo apenas manteniéndose de pie le hizo reaccionar, ¿qué podía ser lo peor que podría ocurrir? A paso rápido se acercó al Licántropo y tomó su mano entrelazando sus dedos con el mayor y, en un rápido movimiento, pasó ese brazo por sobre sus pequeños hombros para ser el soporte del más alto, lo cual no era de mucha ayuda.- Lo siento, no podía entenderte. -Se excusó mientras deslizaba su mano por la espalda para sujetarlo de la cintura, todo esto sin soltar su mano. Probablemente era una imagen graciosa, ambos seres desnudos e intentando avanzar con el frío, definitivamente no era normal.

El lobo ya se sentía completamente aliviado por el simple hecho de que la joven estuviese fuera de peligro, la desnudez de ambos le pasaba inadvertida, como si fuese cualquier cosa, así es como se sostuvo de ella y esperaba, aquella también lo hiciera de él. De inmediato, chica podría notar la elevada temperatura de su cuerpo. Marina se lo había mencionado, que él era más cálido que cualquier otro humano que hubiese tocado, y que era algo bueno, especialmente en lugares con tanto frío.

- Oye, ¿Puedes andar bien? ¿No tienes frío? - cuestionó, deteniendo su andar, ya se sentía muy bien, el dolor duraba, pero tan solo un tanto después de la transformación. Se colocó frente a ella y luego, le dio la espalda, inclinándose para que ella pudiese subir.- Anda, te llevaré al pueblo, Marina sabrá que hacer - dijo con toda seguridad.

El calor fue algo que notó apenas tocó la mano ajena y más aún cuando intentó de ayudarlo, la piel del lobo parecía quemar la suya en contraste con su cuerpo humano expuesto al ambiente, pensó que su forma de sirena era más resistente que la forma que mantenía en aquel momento. El chico junto a ella se separó después de unos momentos y se paró frente a ella, Ran lo observó con curiosidad mientras jugueteaba con algunos mechones de su largo cabello, una costumbre adquirida cuando vivía con sus queridas hermanas.- Estoy bien. -Respondió de forma seca, pero con voz tranquila e infantil, era una mentira, claro, pues la piel de sus pies comenzaba a arder producto de pequeñas heridas y su cuerpo perdía calor con facilidad, pero no quería preocuparlo ni causarle molestias.

Observó cómo le ofrecía su espalda como medio de transporte y pensó en rechazarla, pero no deseaba negarse a un gesto tan amable y adorable, también debía admitir que el calor del chico era perfecto para no morir congelada, por lo que sólo por esa ocasión lo aceptaría. Se acercó al mayor y envolvió sus brazos por sobre los hombros de este para aferrarse sin hacerle daño, así como acomodó sus piernas para ser llevada sin problema alguno.- ¿Quién es Marina? -Se atrevió a preguntar mientras cerraba sus ojos para sentir mejor el contacto de sus sentidos, toda su piel sentía el calor ajeno y le parecía muy cómodo, el olor que desprendía el mayor también era muy agradable y le hacía pensar que quizás ese era un sitio muy seguro. Quizás, el más seguro del mundo después de la casa de los Petters.

Con la chica bien sujeta a su espalda, para el lobo, ella no pesaba absolutamente nada, su fuerza era enorme, especialmente comparada con la de cualquier otro ser humano o lobo con el que hubiese estado en contacto. La sostuvo bien y con mucho cuidado, comenzando a andar en la nieve en dirección hacia el pueblo.- Ella es mi amiga, mi amiga humana - le fue contando con una amplia sonrisa en sus labios.- ella cuidó de mi una vez hace mucho, y ahora yo la cuido a ella siempre que sale al bosque, es amable, y huele muy bonito - contaba, parecía un niño pequeño hablando de su primer amor y las maravillas del mismo. Claro que, para Ragha, eso no existía, desconocía muchísimos conceptos que para los otros seres eran más que naturales.

- Espero no te moleste si corremos, pierdes calor muy rápido... y eso es malo, te congelarás - murmuró con sincera preocupación. Él era así, no sabía por qué, pero la agresión no estaba en su naturaleza a menos que se tratara de su instinto de caza o supervivencia. Entonces, sus piernas comenzaron a moverse con velocidad, atravezando el bosque con agilidad, esquivando algunos árboles y dando saltos en los pequeños riachuelos que lo recorrían de lado al lado. Pronto, el humo de las casas cuyos tejados se hallaban cubiertos de nieve comenzó a verse a la lejanía de las montañas.

Se encontraba tan cómoda y segura que no le importó mucho el camino que el mayor tomara, después del susto que había pasado notó que el mayor no era alguien que pudiese hacerle daño y eso ya le mantenía tranquila. Sonrió aún con sus ojos cerrados, apoyando su mentón en el hombro del más alto mientras él le contaba acerca de esta chica como si estuviese enamorado de ella, era adorable escucharlo hablar de la humana. Ella le entendía de cierta forma, pero le provocaba algo de envidia que él supiera si quiera el nombre de su humana, mientras ella… quizás sólo lo había visto en sueños, en otro mundo u otra época.- Debes quererla mucho, cuídala, los humanos son muy frágiles. -El lobo que la cargaba era un cachorro, se notaba por su forma de hablar, de comportarse, era adorable.

Apretó el abrazo a su cuello con el cuidado de no ahogarlo, no sabía qué tan rápido podían correr los lobos, pero imaginaba que si tenía tanta fuerza entonces también debía tenerla en sus piernas.- Bien, estoy lista. -Murmuró con decisión en su voz, abrió sus ojos cuando sintió que apresuraba su paso, definitivamente no sabía dónde estaba ni a dónde iban, pero era una buena aventura. Su melodiosa risa se escuchó como una canción, la velocidad era tan alta que pensó que en cualquier momento chocaría contra alguno de los árboles que el lobo esquivaba con facilidad, la adrenalina se sintió en su sangre y recorrió su cuerpo con prisa, era divertido, muy divertido. Logró ver casitas a lo lejos, entre el paisaje completamente blanco, lo que le recordó el frío que comía su espalda, zona que contrastaba totalmente con la piel que alcanzaba a robar calor del mayor. Su piel ya comenzaba a enrojecerse y mostrar signos de pequeñas heridas, pero no dijo nada, no se quejó, no pensaba hacerlo pues él podría preocuparse más de lo que ya estaba y no quería sumar molestias a las que ya estaba causando.- ¿Ese es el lugar donde vive Marina? Por cierto, mi nombre es Ran.

La carrera entre los árboles y la nieve habían agitado un poco al lobo, y aunque la chica para él no pesaba nada realmente, podía verse sobre su piel algo de sudor que se cristalizaba al contacto con el frío clima, su aliento se congelaba con cada exhalación. Miró hacia el pueblo que estaba a tan solo una bajada más, luego, miró hacia abajo, eran las faldas del montículo de nieve del que venían, una buena caída en un tobogán natural de pura escarcha. - Sí, aquí es donde vive, Ran - le respondió, mirando sobre su hombro con una gran sonrisa, la afirmó mejor sobre su espalda y entonces solo dijo.- Sujétate.- Y saltó.

Sus pies aterrizaron levantando una enorme cantidad de nieve, iba bajando más por la fuerza de la gravedad que por la suya, a grandes zancadas a una velocidad bastante peligrosa para cualquiera, un tropiezo y estarían enterrados en la nieve, pero eso no pasaba por la cabeza de Ragha. La sonrisa iba dibujada en su expresión, para él todo aquello era divertido, demasiado divertido. El final de la carrera se acercaba, pues debido a la velocidad, fueron únicamente segundos los que transcurrieron para ambos, cayó finalmente en una plana superficie, enterrando sus piernas hasta las pantorrillas y soltando una gran carcajada.- ¡Eso fue genial! ¡¿Verdad, Ran?! - exclamó, buscando la expresión de la adversa.

Rápidamente se aferró fuerte al mayor, no estaba segura si en ese momento lo estaba ahogando, pero el salto le asustó dejando salir algo como un grito ahogado. La carrera cuesta abajo comenzó con una velocidad increíble, poco a poco el miedo en su rostro fue siendo reemplazado por una sonrisa llena de diversión, la adrenalina corría muy rápido por su sangre y la sirena comenzó a reír muy entretenida con todo ello, era fascinante lo despreocupado que se encontraba el lobo. No importaba, pues se encontraba en el segundo lugar más seguro de todos los mundos. Continuó riendo apretando el agarre por sobre los hombros del mayor, ese lobo era divertido, muy divertido.- ¡Más rápido, más rápido! -Reía al ver que la gravedad hacía lo suyo, el viento alzaba su largo cabello y lo hacía ondear en movimientos rápidos y violentos, golpeaba su rostro desprovisto de calor, no recordaba la última vez que había reído de esa forma.

Al llegar abajo las risas continuaron, esta vez por parte de ambos.- ¡Sí, fue muy muy divertido! -No veía bien, su cabello ya más seco caía sobre su rostro tapando gran parte de él, sin dejar de abrazarlo por sobre los hombros, apoyó su cabeza contra la del mayor intentando recobrar el aliento, le dolía el estómago por culpa de sus propias carcajadas y del peligro al que se había visto expuesta. Normalmente hubiese muerto de miedo, pero confiaba en que no la dejaría caer ni le haría daño, el cachorro se veía muy confiable.- Deberíamos volver a repetirlo… en otro momento, claro. -Sonrió despreocupada, la carrera y la fricción del viento habían hecho estragos en su cuerpo, en su piel enrojecida y algo lastimada, especialmente en sus brazos por el lado que no tocaban la cálida piel del cambiaforma. Sus piernas temblaban solas a causa de la falta de calor, sus labios habían perdido el tono rosa que los caracterizaba y, poco a poco, sentía sus parpados algo más pesados.- Me agradas, cachorro.

En él no se apreciaba cambio físico alguno, sucedía que el cuerpo del lobo podría seguir y seguir, muchas veces le comentaron que parecía tener una energia inagotable, a veces él mismo lo creía, incluso podía correr más rápido y por más tiempo que sus hermanos lobos. Estaba contento, la risa de la joven lo había puesto así sin ninguna clase de atadura, su sonrisa se veía perfectamente, haciendo desaparecer sus ojos en pequeñas líenas que parecían sonreír junto con él.- Tú también me agradas - respondió, sacando sus pies de la nieve para emprender de nuevo el camino ya en una superficie más plana.- Ya falta poco, estoy seguro de que Marina te dará ropa y algo de comer, ella siempre es así - afirmó sonriente y al cabo de unos metros más, el bosque comenzó a desaparecer, dando paso a las primeras casas, la más apartada, una cabaña con el techo cubierto de nieve y una chimenea humeante de un bonito color azul emergió.

- ¡Ahí es! - exclamó, reafirmando a la chiquilla entre sus brazos y acelerando su andar. Entonces, de la puerta trasera salió una figura con expresión consternada. Era una mujer delgada, rubia y de piel pálida, no era especialmente bonita ni fea, era un rostro normal, pero sumamente expresivo debido a sus grandes ojos y pobladas cejas.

"¡Ragha! ¡Oh Dios mío! ¿Quién es ella? ¿Está bien?" de inmediato la joven corrió hacia ellos.

- Está bien, la encontré en la costa... Pero tiene frío, necesita ropa - dijo de inmediato y la muchacha asintió, pidiéndoles que la siguieran al interior de la casa. Ragha olfateó, su padre no estaba ahí y Marina estaba preparando la comida, podía percibirla perfectamente, un aroma que hizo su estómago rugir. En cuanto entró, fue bajando su cuerpo para dejar los pies de Ran tocar con el cálido suelo.

"¿Es una como tú, Ragha?" Marina se había acercado con una manta para cubrir la desnudez de la recién llegada.

- No, la verdad... no sé que sea - respondió como si no tuviese relevancia alguna. Marina le sonrió y se dirigió a Ran.

"Acompáñame, te quedará algo grande, pero te dejaré mi ropa, ¿De acuerdo? Me llamo Marina" se fue presentando y luego se dirigió a Ragha "¡Tú no tienes excusa! Sabes que te he dicho de la ropa, ve por la tuya." le ordenó y continuó con la sirena hasta su habitación.

Regañado, Ragha hizo un puchero cual niño pequeño y fue a buscar sus prendas, las que usualmente empleaba cuando estaba en forma humana, justo debajo del cojín más grande del sofá de la sala. Era un pantalón grueso, calcetas y botas, una camisa de manga larga color café que también tenía un cuello grueso que subía hasta cubrir el del lobo por completo. Lo detestaba con todo su ser, pero ya poco a poco se iba acostumbrando. Hecho aquello, se dirigió con excesiva confianza hasta la cocina, olfateando los aromas, curioso de que era lo que la chica había estado cocinando.

Sentía que su energía bajaba de manera considerable, sus parpados pesaban y su cuerpo temblaba fuera de su control, pero era terca y no dejaría que los demás se preocuparan tanto por ella, tan sólo fingió que tenía un poco de frío y nada más. Mantuvo su sonrisa observando a la humana que respondía por el nombre de Marina, era curiosa y tenía ese aire maternal que no sentía hacía mucho tiempo, de cierta forma le recordaba a una de las chicas con las cuales vivía en una de las tantas cuevas donde comúnmente habitaban las sirenas. Ragha, el lobo respondía al nombre de Ragha… por tan sólo unos minutos había olvidado preguntarle su nombre, aunque ya lo sabía gracias a la chica que parecía cuidar del cachorro. Se bajó con cuidado de la espalda del mayor y sintió todo el peso de su cuerpo en aquellas piernas que parecían que en cualquier momento iban a ceder, pero no lo harían, porque la sirena era fuerte y ya le estaban prestando la ayuda suficiente.

Escuchó a los dos intercambiar palabras mientras ella se aferraba al brazo del lobo, a simple vista cualquiera hubiese pensado que podría ser porque tenía miedo del lugar, pues le era desconocido, pero más bien era porque tenía miedo de caer, su cuerpo sin escamas era vulnerable, no tanto como el de un humano, pues un humano simple hubiese sufrido el doble o incluso el triple que ella, pero no dejaba de ser vulnerable. Quiso responder cuando ella preguntó qué era, ¿qué podía decir? Nada más que la verdad. Abrió su boca pero la respuesta nunca llegó a salir, dirigió su mirada al licántropo junto a ella y dejó salir una suave risa, una canción llena de alegría al saber que a él no le interesaba… ni a la humana tampoco, pues la había cubierto con esa manta tan cálida y agradable aún sin saber la respuesta.

Le dirigió una última mirada a Ragha antes de seguir los pasos de la humana, se veía agradable, la observó de pies a cabeza detallando todo lo posible, su ropa, sus facciones, incluso cada reacción o movimiento, era diferente a Robbin, su humana. Era curioso cómo, al final, los seres sobrenaturales terminaban siendo atraídos por esta especie. Llegaron a la habitación y la mujer le entregó algunas prendas para vestir, Robbin le había dicho que debía utilizar esas telas sobre su ropa, que así vivían los humanos. Por ello, intentó vestirse utilizando su sentido común, pues era muy diferente a la ropa que se vestía en el siempre caluroso Nunca Jamás. La chica terminó ayudándola.

-Gracias… -Murmuró dirigiendo su mirada a la fémina, quien terminaba de vestirla. El calor, poco a poco, fue volviendo a su cuerpo lo cual se sentía sumamente agradable, lo único malo era que las prendas parecían pesar y ahogarla un poco, Ran se dio ánimos pensando que sólo debía soportar, Marina había sido muy amable al entregarle su ropa. Un vestido grueso, una… cosa para las piernas también gruesa y unos zapatos muy curiosos, la Siren no podía reconocer nada de lo que estaba utilizando. Siguió los pasos de la mayor casi pisando sus talones, pero observando la casa con sumo detalle ya que todo parecía llamarle la atención. Era mucho más pequeña que la casa de los Petters, pero mucho más cálida y acogedora, ¿sería gracias a Marina y su aura maternal? Había pensado un poco sobre ello, quizás, las personas que habitan una morada pueden cambiar el ambiente en ella. Eso le daría sentido a las palabras que la cazadora siempre repetía, “sin ti, no es una casa en la que quiera vivir “.

Una vez habían vuelto a estar en compañía del hombre, la sirena lo observó con curiosidad desde la espalda de la chica que le había prestado ropa, ¿qué estaba haciendo? Parecía olfatear algo, recordó que sus hermanas le habían contado sobre aquellos que se transformaban en lobos, que tenían sentidos más agudos que cualquier otro. Entrecerró los ojos disfrutando del cambio de temperatura, pues la cocina irradiaba calor y sus mejillas se pintaron de rosa al sentirlo.

"¡Ragha no!"

El lobo estaba justamente a punto de meter la lengua en la olla del estofado, que por cierto, estaba sumamente caliente mientras se cocinaba. El chico se detuvo en seco y se alejó de un salto, llevando sus manos tras la espalda y dando un aspecto de niño regañado. Murmuró unas disculpas en voz sumamente baja. Ambas chicas eran mucho más bajitas que aquel que medía un metro ochenta de altura, y claro, la musculatura del lobo siempre había sido llamativa. Pero ahí estaba, con ese aspecto inofensivo, siendo reprendido por una humana sin mayores cualidades físicas, pero ese era Ragha, incapaz de imponerse por encima de nadie, demasiado pacifista, cosa que le había costado su posición en la manada.

"¡Ya te dije que no puedes comer nada que no te haya servido! ¡Te pudiste haber quemado la lengua! ¡¿Estás consciente de ello?!"

En un gesto algo canino, el lobo no buscaba que hacer, mordisqueó su labio inferior y se fue alejando hasta sentarse en la silla de una pequeña mesa que había dentro de la cocina y que hacía la función de desayunador.- Perdón... no lo haré de nuevo, lo siento, lo siento... - aquel era increíblemente dócil. Marina suspiró, vencida una vez más por aquellas expresiones. Se acercó a él y lo tomó por las mejillas, hablándole de cerca.

"Está bien, ya pasó, solo quiero que tengas cuidado, te pudiste haber lastimado."

Ragha asintió, y Marina le pidió que se fuera con Ran mientras ella terminaba. El lobo sonrió y asintió, obediente, yendo hacia donde la sirena, tomándola de la mano y mirándola con una sonrisa.- Vamos, hay que esperar a que la comida este lista, ¿Tienes hambre? Yo siempre tengo hambre...

Observó llena de curiosidad lo que hacía el hombre, ¿de verdad había pensado en meter su lengua al contenido de la olla hirviendo? Una melodía que escapó de su boca, su risa se escuchó despacio en aquella habitación tan cálida y llena de un agradable aroma que le había abierto el apetito. Resultaba extraño ser testigo de aquella curiosa escena, cualquiera que los hubiese visto hubiese pensado que la chica parecía más la madre del cachorro y Ran no era la excepción, pues los regaños hicieron que el mayor se encogiera y se viera pequeño, muy pequeño y adorable. ¿Era normal ver a un hombre de un metro ochenta ser regañado y pensar que se veía tierno? Eso sólo alimentó la risa de la sirena, la cual no podía evitarlo.

El lobo realmente era inofensivo, así se veía a sus ojos, no podía creer que por unos minutos le había tenido miedo a un ser tan adorable y consentido. Los observaba con una sonrisa en su rostro, mientras pensaba que todos los seres sobrenaturales necesitaban un humano amable cerca. Ella tocaba las mejillas del lobo con tanto cariño como Robbin tocaba las suyas, esos pensamientos llenaban de calidez a la sirena que estaba feliz por él, porque no estaba solo. Lo siguió con la mirada hasta que este tomó su mano, un contacto que llamó su atención, pues no estaba acostumbrada a que alguien que no fuese la cazadora se tomara la confianza de realizar ese gesto con tanta naturalidad, pero no le molestaba, le resultaba agradable sujetar la mano del mayor.

-Sí, tengo hambre. -Respondió levantando la cabeza para sonreírle al más alto.- Eso que prepara Marina huele muy bien, ¿es normal que todos los lobos como tú siempre tengan hambre o sólo eres un glotón? -Se burló un poco a modo de broma, pero en el fondo era una duda seria e importante. Balanceó levemente sus manos tomadas como si se trataran de niños pequeños, le gustaba estar con él, era divertido y la hacía reír.- ¿Dónde iremos?