[Privado/HanBin] A Town in Blue

Nueva York.
6:35PM.

Conforme los días iban pasando, el lobo se encontraba cada vez más familiarizado con el ruido y los olores que eran abrumadores para cualquiera con sus sentidos agudos, aún había cosas que le costaba comprender, pero había decidido que era mejor seguir la corriente. Caminaba ahora con las únicas prendas que había logrado fuesen de su "agrado" unos pantaloncillos cortos color café que bajaban hasta por debajo de sus rodillas, algo rotos y con amplios bolsillos, unas zapatillas deportivas gastadas y una playera sin mangas ni cuello que, lo hacían llamar la atención de quienes iban compeltamente cubiertos por el clima cada vez más cercano al invierno en esa ciudad tan enorme, pero él, no tenía frío, más ropa encima iban a matarlo.

Se detuvo en un parque, observando tras la balla como un grupo de jóvenes jugaban al baloncesto, así le habían explicado que eso se llamaba, él quería jugar, siempre había querido. Se sentó en el piso, observándolos, emocionándose y aplaudiendo, quizá siendo demasiado ruidoso a la vista de los transéuntes y haciendo reír a uno que otro que pasaba por ahí.

"Mami, mira, es muy gracioso."

Escuchó decir a una niña, pero eso él lo interpretó como algo positivo, y simplemente continuó divirtiéndose hasta que, en una de esas, el balón fue a estrellarse directamente contra la valla, a la altura de su rostro.

"¡Si tanto quieres jugar solo debes pedirlo!" exclamó uno de los jugadores, y Ragha amplió una brillante sonrisa, poniéndose de pie de un golpe. "¡Ven acá!" lo llamó y Ragha retrocedió, tomando impulso y agarrándose de la reja la cual, saltó con una facilidad inhumana dejando a todos bocquiabiertos y en silencio. ÉL no reparó en ello y tomó la pelota entre sus manos.

- ¿En verdad puedo jugar? ¿Qué debo hacer?

Pocas veces HanBin puede decir que disfruta de la compañía de los demás. La mayor parte del tiempo la pasa rodeado de libros, y con su atención enfocada en las palabras que una a una va pasando. Sin embargo allí se encuentra, disfrutando del día, dejando de lado esa sensación extraña que le invade cada que se encuentra rodeado de sus pares.

El calor del cemento traspasa su calzado a pesar de encontrarse en pleno invierno y el sudor no solo cae por su rostro, también siente este escurrir bajo las prendas que lleva. Está cansado, y en cada momento en que la pelota queda en estado muerto aprovecha para tomar sus rodillas y recuperar el aire, ese que pierde cada que corre y se agita. Sin embargo ahora aprovecha para tomar algo de agua, su boca se lo pide.

Escucha las exclamaciones que al unisono salen de sus compañeros antes de estos quedarse en completo silencio y estáticos, no entiende a que se debe. Supone alguna chica ha pasado por donde se encuentran, aunque al acercarse, en su lugar se encuentra con un chico que aparenta tal vez su propia edad, aunque su contextura física diste mucho de la propia. -Debes hacer que la pelota rebote. -Pronuncia al notar que nadie reacciona, mientras se abre paso hasta quedar en frente del otro.- Luego la debes meter en esos aros. -Voltea indicando uno a uno, ambos elementos que en mitades distintas de la cancha se encuentran, mientras que sus compañeros, y sin ruido alguno desaparecen, rumbo a donde sus pertenencias. Supone que al igual que él, necesitan hidratarse.

No sabe cuando volverá a hacer actividad física en su vida, por lo que arrebata la pelota de manos ajenas, y comienza a hacerla rebotar en el pavimento, mientras hace una seña para que el otro le siga, vale que no es el mejor del mundo en ello, pero cuando se lo dispone es el sujeto más competitivo y a veces, hasta perfeccionista en niveles insoportables. Puede que ese sea un motivo sobre el porqué evita a las personas.

No es bueno explicando, y lo sabe, por lo que simplemente se dispone a mostrarle como es que se hace, mientras sus pisadas se vuelven rápidas y corre en dirección al  arco y allí salta, apuntando con el codo y el brazo en dirección a la canasta, para dejar ir la pelota, que a duras penas entra por la pequeña malla y cae al suelo. - Tu deberías seguirme, e impedir que llegue a hacer el punto... Quitarme el balón - Eleva la voz, debido a la distancia que los separan y que se agranda cuando va por la esfera marrón, volviendo hacia donde su interlocutor, entregándole la bola mediante un pase rápido. -Tu turno, yo... Intentaré quitarla. -Pronuncia, sonriendo a pesar de encontrarse con el ceño fruncido y el rostro asquerosamente pegajoso, suponiendo que en cualquier momento los otros muchachos se unirán.

Después de todo, ¿Qué tan difícil es jugar al basquet?

El joven lobo observó a los participantes reaccionar de una manera que no comprendía, si tan solo había saltado una valla. Se mantuvo con el balón en manos sin decir nada y mirando a cada uno de los presentes hasta que finalmente, la voz de alguien surgió entre la multitud y llamó su atención, comenzando a dar las explicaciones que tanto le urgían al licántropo. Su cabeza se movía de forma lenta de arriba hacia abajo en señal de que iba comprendiendo la idea. Era simple, llevar la pelota del otro lado hasta la canasta, ¿No? Cuando se dio cuenta, los jugadores se habían alejado, le restó importancia ya que había entendido que intentar comprender el pensamiento humano era terriblemente complicado y solo terminaba por confundirse más. Por ende, toda su atención se puso en aquel chico que parecía más interesado en explicarle. Lo escuchó con sumo cuidado.

- Vale, no suena tan complicado, parece divertido - le sonrió tras ser retirada la pelota de sus manos. Lo siguió de cerca, observando sus movimientos, los cuales, copiaban los que había estado observando. Postura gacha, piernas flexionadas, siempre en movimiento, botando el balón con cada paso y finalmente, apuntar a una de las canastas para hacer pasar el esférico por una de las redes.- ¡Ah! ¡Eres increíble, amigo! ¡En verdad! - dio un par de saltos que a los ojos de cualquiera parecerían por demás exagerados, pero él era incapaz de reprimir emociones, era en exceso sincero, todo su cuerpo lo era.- ¡Mi turno! ¡Mi turno! - dio un par de saltos más tras atrapar el pase que el ajeno le brindaba. Entonces, se tomó unos instantes para posicionarse, botó la pelota, tanteando la sensación, aún era algo torpe usando las manos, pero entonces, comenzó a moverse, en un intento por alcanzar la pelota, lograba rebotarla sin que se le escapara, pero sin duda, su nivel de destreza era escaso y claro, no había técnica en sus torpes movimientos, pero eso era lo que menos le importaba a Ragha.

Sus finas cejas se enarcan cuando sus oscuras orbes se topan con la imagen que el otro proyecta, de aquella manera tan inocente que no hace más que recordarle a los niños que a veces ve jugando en el parte, que suelen emocionarse con todos. Una pequeña y tímida risa brotó de sus labios, una que busca cubrir con el dorso de su mano, así como parte de su angosta muñeca. HanBin es así, tímido con desconocidos, o quizás con todo el mundo dado que tiende a no encariñarse con nadie, dado que el miedo a olvidarlos, y es que aún no encuentra registros en la cabeza de su vida antes de sus 18 años.

La ternura le invade, y no puede evitar preguntarse si alguna vez él ha sido así, como la persona que frente a si se encuentra. Sin embargo, y antes de seguir divagando, comienza a correr con tranquilidad al rededor de su ahora adversario, sin intentar si quiera quitarle el balón de las manos, en un intento porque se familiarice con este, a pesar de él usar sus manos como "pantalla", mismas que siguen la pelota, a una distancia prudente, y aunque no es él el dueño actual de la pelota, eso no implique que sus rodillas no se encuentren algo flexionadas, volviendo a la normalidad cuando cree que el de cabellos rubios puede lanzar.

Una carcajada brota de sus labios cuando vuelve a examinarlo con tranquilidad a pesar de encontrarse algo agitado y en continuo movimiento. El muchacho tiene mala coordinación, o al menos así lo entiende desde su punto de vista, sin embargo, no pretende corregirle, se le hace hasta adorable, y se siente algo amargado por no tener una pizca de esa alegría que el extraño transmite. Se imagina así mismo en el lugar ajeno, y la risa brota con fuerza, haciendo que pare, y termine por perder el poco aire que ya sus pulmones guardan.

Sabe que es exagerado, pues recién viene de un descanso, pero lo necesita. Observa a su alrededor y se pregunta en qué momento todos desaparecieron, dejándole solo allí, con lo que él cree, es un sujeto más chico que él si toma en cuenta sus actitudes. Mueve su mano en el aire, tocando un par de veces la palma de su diestra con el índice de la otra, en señal de tiempo muerto, y toma sus rodillas, agitado, moviendo con fuerza los hombros, y su pecho, que sube y baja en cada bocanada de aire que no solo entra por la nariz, si no también por su boca.

Sus pies lo dirigen hacia donde su bolso se encuentra, y se deja caer a un lado de la banca, apoyando su espalda contra esta. -Solo... Deja que me repongo y, jugamos un poco, ¿Sí? - Informa a su ahora único "compañero" de juego, y extiende su botella de agua, invitándole, aunque no sabe bien, ya que a diferencia de las horas que él lleva allí, el otro se encuentra lleno de energía. -Oye... -Corta de repente todo pensamiento que se encuentra teniendo, y entrecierra los ojos, sin saber si él es muy olvidadizo o torpe. -¿Me dijiste tu nombre? -Pronuncia de repente, tendiendo, además del agua, su mano libre, esperando a que el otro le ayude a levantarse para continuar lo que, a su modo de ver, aún no ha comenzado.

Ragha no tenía paciencia en ciertas cosas, quería hacerlo todo en un instante, se apresuraba, se movía de manera torpe, intentaba recrear una y otra vez los movimientos que había visto, evitando al contrincante, Ragha no notaba que aquel muchacho no estuviese yendo en serio contra él, estaba seguro de que aquello era un partido en toda regla, era a fin de cuentas todo lo que sabía. Se movió poco a poco con más agilidad, ni una pizca de sudor aparecía sobre su piel, sus cabellos se veían casi anaranjados con el reflejo de los rayos del sol que ya se hallaban al borde del fallecimiento. Ragha se detuvo en seco cuando el otro lo hizo, más no soltó el balón, se limitó a asentir y sonreirle, así, mientras ese muchacho desconocido se alejaba hacia las bancas, el lobo permaneció en su sitio, dando unos pasos hacia él con cierta expresión de preocupación, parecía muy cansado, quizá porque era muy flaco, pensó, necesitaba algo de carne y eso le daría energía.

- No te lo dije, lo siento - respondió Ragha riendo un tanto mientras estiraba la mano hacia la botella que aquel le ofrecía, la olfateó y movió, había agua dentro así que luego de unos segundos de deliberación, imitó el acto del otro, extrayendo el líquido del interior. Luego se la regresó.- Me llamo Ragha, ¿Y tú? - le preguntó pero antes de recibir respuesta volvió a hablar.- ¡Yo te espero! Estás muy flaquito, amigo, puedes descansar todo lo que quieras - afirma con un par de movimientos de cabeza.- ¡Yo quiero seguir jugando un poco! Quiero meterla en ese sitio - señaló la canasta y con la facilidad con la que un niño pequeño se distraía, así lo hizo el lobo.

Ragha correteó de un lado a otro de la cancha y se atrevió a lanzar un par de veces, fallando en toda ocasión, pero golpeando la canasta con tal fuerza que la estructura entera temblaba con cada acto.- ¡Ahhh...! - exclamó, pataleando casi en un pequeño berrinche.- ¡No puedo hacerlo como tú! - exclamó, girándose hacia el muchacho quien había encontrado su lugar en la banca. Se acercó a él entonces, aún resistiéndose a dejar que el balón escapase de sus yemas.

-Ragha... -Repite en voz baja, intentando memorizar el nombre del otro, pues, no considera sea uno de esos que la gente normal tiene. Hasta tiene miedo de olvidarlo y ofender al muchacho debido a ello. -Soy HanBin, o Binnie, como te sea más fácil.- Comenta, y tiembla en su lugar al sentir las frías gotas de transpiración recorrer su caliente cuerpo. Se pregunta como es que el otro anda tan desprovisto de ropa, cuando la temperatura es tan baja en esos momentos en la ciudad, sin embargo se limita a sonreír, pensando que quizás, es normal para él, pues en la universidad a la que asiste, hay gente que soporta cosas así. No es su caso, claro.

-¡No estoy flaquito! -Se queja estirando su pierna en dirección al otro, intentando tocarlo con la punta del pie, casi como si necesitara llamar su atención por dicho comentario. Sin embargo ríe, haciendo que sus ojos se vuelvan asimétricos y los oyuelos de sus mejillas aparezcan, mientras algunas gotas de sudor abandonan sus oscuros cabellos para recorrer su tersa piel. Clava su vista en el rostro del joven, a diferencia de él, puede asegurar que este tiene rasgos más masculinos, pese al tamaño de sus ojos. Lo envidia un poco, a él a veces suelen darle 16 años debido a su rostro.

Lo sigue con la mirada, a pesar de su falta de coordinación, lo encuentra bastante agradable a la vista, mejor dicho, de movimientos agraciados, hasta sus "berrinches" se le hacen dulces, y nuevamente se encuentra emitiendo una pequeña risa, aunque no sabe realmente a qué se debe esta. Tan solo intenta frenarla una vez este vuelve donde él se encuentra. Se pone de pie, y sacude sus prendas. Sabe que por primera vez en su vida, debe intentar ser buen profesor en algo, aunque no sabe si ese es el día adecuado para ello. - Ven... -Hace una pausa, intentando recordar el nombre que le había dicho, mientras mueve una de sus manos en invitación a que se acerque. -Cuando practiques mucho, también podrás hacerlo, yo... pasé mucho tiempo hasta que pude meter mi primer bola.

Ni si quiera es consciente de toda la fuerza que tuvo que hacer para retirar el balón de manos ajenas. Es alguien un poco distraído, más cuando por primera vez está conociendo a alguien fuera del ámbito académico y por sus propios medios, aunque, no sabe si puede llamarle así a la extraña y corta conversación que tienen. - Ponte así primero. -Inicia, flexionando sus rodillas, entrecerrando los ojos, en lo que intenta divisar la abertura por donde la bola debe ingresar. -Debes... Calcular la distancia, la fuerza, el.. ¿Angulo? -Pregunta no muy seguro. A decir verdad, no sabe como es que él mismo aprendió a jugar. Y pese a toda la explicación, prefiere no tirar al arco, simplemente voltea, y aún con las rodillas flexionadas comienza a picar el balón, haciéndolo pasar cada tanto y entre sus largos pasos, el balón por debajo de sus piernas mientras corre, de aquel modo, a los alrededores de su compañero. -Quítame la pelota.

Aquel muchacho resultaba demasiado divertido, y aunque parecía haberse enojado por el comentario del lobo, este no sintió ninguna clase de hostilidad hacia su persona, sino por el contrario, de pronto, se sentía más animado que antes, y es que el estado natural de Ragha parecía ser siempre el hiperactivo y feliz, sin embargo, tomaba ciertas precauciones con los que pensaba eran humanos.... Se detuvo unos momentos después que el adverso le quitara la pelota, por unos momentos no reaccionó, se había dado cuenta de algo. Lo siguió sin embargo con la mirada, pero algo perdido en sus pensamientos.  Observó la postura y asintió despacio con la cabeza, entendía, si se ponía así, podría tirar mejor. Tomó el balón que se le ofrecía y dejó su pensamiento de lado unos instantes para poder realizar aquello que el otro le enseñaba. Se colocó lo mejor que pudo en la posición demostrada y dio un salto, lanzando con fuerza el esférico que... salió volando lejos, muy, muy lejos.

- Oh... - se quedó quieto por unos instantes, el balón había desaparecido de las canchas de basketball, tennis y voleiball que habían en ese espacio, llegando incluso a cruzar la calle en el aire y dar directamente contra la ventana de un tercer piso, destruyéndola por completo. Ragha no sabía moderar del todo su fuerza, o no aplicaba nada, o aplicaba demasiada.- Creo que... me pasé un poco, jeje - soltó una leve risa, un tanto tonta mientras se rascaba la cabeza y se giraba a observar al otro enseñando sus dientes en una amplia sonrisa.- Iré por el balón, ¿Es tuyo? Ah... pero no vi donde cayó... creo que podré rastrear el hule y tu aroma... - fue murmurando, sin percatarse de que su discurso era inusual para un muchacho, como si no lo hubiese sido ya lanzar aquella pelota tan lejos.- Tú hueles muy extraño - le dijo entonces ya directamente posando su mirada en él.- Nunca había sentido un aroma como el tuyo, no hueles a persona... - Ragha se distrajo por completo de lo que iba a hacer y se acercó al adverso, olfateando un poco a su alrededor.- No, estoy seguro, no hueles a un humano.

La sonrisa que lleva va cambiando. De encontrarse curva, simplemente se vuelve una enorme "o", grande como la bajada de la mandíbula se lo permite. No esconde su sorpresa, incluso sus finas cejas lo delatan. Sin embargo no se mueve, puesto que la curiosidad le maneja, haciendo que en su cabeza millones de preguntas lo abrumen mientras su vista se pierde en el firmamento, una vez la bola marrón desaparece, y nota que poco a poco comienza a oscurecer. -Está bien... No debe haber caído tan lejos, solo tomaré mis cosas y vamos por ella. -Responde, encogiendo levemente los hombros, pues no tiene ni la más mínima idea de quién se encuentra frente a él.

Sin querer, comienza a reír al escuchar al sujeto, e internamente, mientras se dirige donde su bolso, no puede no imaginarlo con una persona con complejo de animal, ¿A caso estará bajo tratamiento psicológico? Se pregunta, cuando de repente siente el aire de su nariz junto a su piel, lo cual lo hace sobresaltar, y se queda en silencio observándolo. Ya no le importa si se toma el atrevimiento o no, simplemente repasa en su mente sus palabras "No hueles a persona". -Debe ser el sudor. -Responde sin poder evitar la risa, pues es lo suficientemente sensible como para que algo de lo que hace el otro le provoque cosquillas.

Con suavidad, coloca sus manos sobre el pecho ajeno, intentando alejarlo para recuperar su compostura. A pesar de la poca ropa que su ahora compañero viste, puede sentir el calor que emana a través de esta. Toma su bolso y vuelve a beber un poco de líquido. Lo último que queda en este cuando quiere preguntar algo. Incluso sus labios comienzan a abrirse para tomar aire y así hacerle esa pregunta que ahora lleva y difícilmente pueda sacar si no encuentra una respuesta oportuna a ella.

Su corazón late con fuerza, como si ese fuera el último respiro que dará y la sensación hace estragos dentro suyo cuando el ruido de armas llega a sus oídos. No sabe con qué compararlo, sin embargo la desesperación invade cada parte de su anatomía. ¿Quién mierda dijo que en esos momentos la vida pasa delante tuyo en un segundo?  -Corre. -Murmura desviando la mirada al chico junto a él, mientras su mano va con avidez a su bolsillo, tomando con fuerza el móvil y las llaves de su modesto departamento antes de largarse a correr, aún cuando sabe que en el camino puede perder el bolso mismo, algo que no vale nada al lado de su vida.

Voltea hacia sus lados, esperando que el de cuerpo más grande que el suyo lo siga. Aún cuando no sabe hacia donde correr sabe que el lugar más seguro es su departamento. Pues vagar por las calles no es una buena opción ahora que seguramente los siguen y encima les disparan. No quiere arriesgarse a ir donde seguramente sus compañeros. Tampoco poner en riesgo la vida de otros.  Sus pies se mueven con rapidez entre los árboles, intentando perderse bajo la sombra de estos. Aún cuando siente la boca y la garganta seca, no se detiene, ni si quiera cuando sus piernas tiemblan. Deben llegar. - Vivo cerca. -Pronuncia con la voz temblorosa a su ahora fugitivo compañero. -Solo... 5 calles si vamos... Por el callejón junto a la heladería. -Murmura o grita, no lo sabe. Solo está allí, escapando sin mirar atrás. Sin regalar segundos a quién ahora les persigue. Sabe que los cazadores están siempre allí, esperando el momento para atrapar a quién no es como ellos. Un humano.