Descubriéndome. [Cerrado]

Lugar: Lyon, Francia.
Fecha: 16 de diciembre del 2007.

Aleksandr tuvo su primera transformación poco antes de cumplir los 15 años. En un primer momento no supo lo que había ocurrido con su cuerpo. Habían muchas cosas que habían cambiado, su hermoso pelaje gris, sus mortales colmillos, sus poderosas garras, su cola habían desaparecido dejando a un desnudo y totalmente desprotegido cuerpo humano. Aún recuerda los ojos aterrorizados de hasta ese momento su amo. Ni si quiera pudo enderezar bien la espalda para tratar de acercarse, así que arrastrándose fue a él queriendo pedir una explicación y ayuda, pues se sentía muy débil, como nunca antes. Toda su valentía y confianza que le daba su forma de lupo se había desaparecido. Se acercó a él, pero el humano se arrimó más a la leve seguridad que una mesa le daba. Solo después del rechazo fue donde con el corazón roto, se puso a llorar y al fin su entonces dueño fue a abrazarlo por lástima y tratando de consolar a ambos. Lloró tanto como pudieron hasta quedar dormidos, ambos tenían penas muy profundas que tal vez coincidían, la muerte de una persona amada, el cambio repentino y sin razón de la nada.

A los siguientes días, todo cambió, algo pues su dueño lo había escondido un poco lejos de su casa, donde lo educó lo más rápido que pudo para que pueda disimular al menos que era un humano. Le enseñó a hablar, caminar, leer y escribir, por la prisa ninguno salió bien, pero así tal cual como estaba. El hombre lo presentó a los ojos del mundo como su hijo, un bastardo que fue engendrado con alguna sirvienta. Le dieron un nombre y un apellido que por coincidencia significa “lobo gris” en turco. El hijo mayor de la familia se sintió sumamente ofendido porque ahora eran “James y Aleksandr Bozkurt”, pero ya estaba alojado ahí y se era el hijo predilecto de arquitecto Bozkurt. Rápidamente pasó de ser la mascota de la familia a ser un príncipe del primer mundo.

En definitiva esa ida le encantaba, no solo porque aprendió todas las mañas humanas de ser adinerado y apuesto, sino que al estar tan inmerso en ese mundo. Olvidó por completo su esencia, ya casi no había nada de licántropo en él. Sus habilidades habían bajado a casi el límite de ya casi no existir en él. Nunca había usado la telepatía, pues nunca se había encontrado con otro de su especie. No necesitaba usar su fuerza porque siempre había alguien más que hiciera el trabajo por él. Los otros sentidos se reemplazaron con una simple palabra: tecnología. Sin embargo, esto cambió de repente en un cumpleaños cualquiera.

El ingeniero Bozkurt estaba celebrando sus 84 años de vida y Alek había planeado una reunión en una de sus casas del campo cerca a Lyon. Se suponía que la reunión era a las 9 de la mañana, pero eran las 7 de la noche y no había rastros del octogenario. Sabían que él conducía su propio auto, muy rápido y que nunca se perdía. Desesperado, salió a buscarlo. Así en plena tormenta eléctrica y lluvia titánica, salió a buscarlo muy a pesar que “su hermano” le dijera que no. No recuerda cuánto tiempo pasó caminando, pero pudo calcular que ya eran casi las 2 de la mañana cuando a lo lejos y con la ayuda de un rayo pudo ver un vehículo con un pino inmenso encima. Por primera vez en mucho tiempo utilizó una destreza olvidada, corrió como nunca antes en la vida, ni si quiera sintió la presión que hacía al tocar el suelo mojado.

Durante todo el trayecto corrió con los ojos cerrados esperando que no sea lo que él imaginaba y para su desgracia, si lo era. Llegó cuando apenas el anciano respiraba, sabrá Dios cuánto tiempo estuvo ahí, pero aún estaba con vida y era esencial que se apresure a sacarlo. Aleksandr gritaba con todas sus fuerzas tratando de alentar a su padre a que no se rindiera, que siguiera luchando por su vida. Vio el tronco y le pareció que era lo más abominablemente grande que había visto. No tenía ni la más mínima idea de cómo lo iba a quitar encima. Su teléfono celular estaba estropeado por el agua, se encontraba muy lejos de su casa para poder llamar a una grúa y no quedaba mucho tiempo. – “Quién sea que me haya creado, dame fuerzas”. – Dijo mirando al cielo pidiendo algo de bendición y así fue como ocurrió. Se inclinó colocando su hombro debajo del tronco, tomó una posición cómoda pero firme y se levantó. Sin tanto esfuerzo como pensó, lanzó a lado el árbol caído. Su rostro estaba lleno de felicidad, pero desapareció tan pronto como vio a su padre adoptivo. Aquel anciano tenía una rama clavada verticalmente y sabía que eso no se podía curar, al parecer simplemente había resistido todo este tiempo para despedirse.

A penas pudo acariciar la enfriada piel del arrugado rostro de su padre. Ambos se miraron y un delicado “Te amo” salió en forma de suspiro del anciano, siendo el último que éste daría. Esto destruyó al lobo por completo y por los siguientes años se juró así mismo que se haría más fuerte y conocería más sobre sí mismo. Al menos esa noche descubrió que podría tener más fuerza que un grupo de hombres, ¿Qué más le faltaría por descubrir?