[Cerrado] Do not give up, not again.

Aquel era un nuevo y extraño lugar, sin duda alguna estaba muy lejos de su hogar y la única forma de regresar era encontrar alguno de esos portales, pero si lo que había escuchado era cierto entonces no había certeza alguna de que lograra volver, pero debía hacerlo, debía intentarlo aunque eso significara perder la vida en el proceso. Los recuerdos lo inundaban desde el momento en el que había salido de la tierra de la magia, sobre todos lo de aquel hada, no era posible que se olvidara de ella, no ahora, no nunca.

Su cuerpo se movía a través del bosque como si intentara fundirse con él, cada sonido, cada respiración, debía apagarlo todo. Más de una vez había visto como otros usaban esa habilidad, había quedado pasmado ante el dominio que se debe tener sobre el propio cuerpo para lograr aquello, pero Nathan no iba a rendirse, no podía rendirse. Había atravesado aquel portal con la única intención de conocer a la raza humana en su ambiente natural, sobre todo porque eran la raza de la que él descendía, pero claramente no estaba preparado para los horrores que había presenciado, no estaba preparado para un mundo como el que pisaba. Un mundo en el que la naturaleza no era más que una simple fuente de recursos, los hombres, las mujeres habían olvidado que ellos también eran parte de una perfecta creación y más allá de eso, de forma arrogante habían formado una nueva creación llena de defectos, de fallas incorregibles, de individualismo, era como si ya nada les importara y a penas se dio cuenta de eso recordó la mirada de los seres mágicos de Nunca Jamás, esa mirada que se posaba en cada humano, en cada cazador, esa mirada que decía "Sé de lo que eres capaz, no voy a permitirlo".

Seguía caminando y era como si la meta se alejara cada vez que pretendía alcanzarla, justo cuando pensaba que ya lo estaba consiguiendo sus pies se volvían torpes o su respiración se elevaba, no lograba desaparecer, no por completo, no lograba apagar todo cuanto había en él, a punto que se hacía obvio para los animales del bosque que un cazador estaba allí, podían olerlo, podían sentirlo.- Vamos, vamos, vamos. -Respiró profundamente, pues sabía que no podía dejar que la frustración se apoderara de él, tanto su padre como su padrastro le habían enseñado que en el preciso instante en el que te entregabas a la frustración perdías cualquier clase de batalla y aquello era algo que el cazador no podía permitirse, no podía fracasar, no en esa tierra lejana, no antes de la guerra. Poco a poco dejó que sus brazos reposaran en los costados de su cuerpo, que colgaran como si se tratara simplemente de un par de sogas que se movían sólo porque e viento así lo estimaba, sus piernas era parte de la tierra o al menos así se sentía, eran troncos cubiertos de corteza y sólo sonaban cuando una pequeña parte se desprendía o resquebrajaba. Cerró sus ojos y dejó que su mente viajara a las memorias de su infancia, el rostro de su madre, la voz de su padre, todas esas caricias, todas esas noches de cuentos de hadas y entonces comenzó a comprender lo que "Silencio" significaba.

Los aromas del ambiente comenzaron a llegar a su nariz de una forma sutil, primero la humedad del suelo, las hojas de aquellos árboles, la sangre... sabía que cerca de allí había sangre, podía sentirlo, podía casi saborearlo. Un paso, dos pasos, tres pasos. Lentamente y con cuidado abrió sus ojos, la oscuridad del ambiente no era problema, la luna en lo alto iluminaba sus pasos y lo observaba, como si de un amoroso testigo se tratara, la luna le daba fuerzas o tal vez eran sólo los ojos de su madre que veía reflejados en aquella luz. Una vez más lo intentó, una vez más, pero esta vez era diferente. Lejos de concentrarse, lejos de forzar la mano de la naturaleza eligió simplemente dejarse llevar por ella, renunciar a esa egoísta naturaleza humana al menos por un segundo, dejar ir las cargas que llevaba a cuestas, dejar ir los malos sentimientos, los buenos sentimientos, todo, todo cuanto pudiera diferenciarlo del viento, del agua, de la tierra, del fuego. Una profunda respiración, sólo una, sólo su cuerpo inhalando el aire, sintiendo como bajaba por cada conducto hasta llegar a sus pulmones y de repente, como si de una antigua magia se tratara todo cobró sentido, era como si su cuerpo pudiera sentir los latidos de la tierra, su cuerpo ya no era su cuerpo, era parte de un todo, parte de la perfecta creación, parte de lo que algunos llamaban dios.

Cada molécula que lo componía se precipitó en una carrera desenfrenada, más sus pies cuidaban de casi no tocar el suelo, no había nada con lo que pudiera chocar, incluso las piedras o los árboles, las pequeñas ramas en el suelo, era como si estuviese completamente consciente del ambiente que lo rodeaba, como si la tierra le estuviese contando por donde correr. Los animales no se inmutaban en su presencia, a nadie le importaba, era uno más... No... era menos que eso, no era nadie. Su velocidad crecía y crecía como si una ráfaga lo estuviera impulsando y entonces ante sus ojos un espejo... otro cazador, pero este no se veía como los cazadores de sus tierras, no, este portaba un arma y disparaba a los animales ¿Para qué? Tal vez con fines que eran movidos desde la necesidad, tal vez para alimentar a los suyos. Un sin fin de razones navegaron el mar de sus pensamientos, pero todo se volvió oscuro cuando pudo ver el filo en el brillo de los ojos ajenos, no importaba por qué lo hacía, sino cómo lo hacía. Ese cazador estaba disfrutando cada muerte y más allá de eso, las prolongaba lo más que podía. Una sonrisa se posó en los labios de Nathan, al parecer "Protege a los que no pueden protegerse" no era su misión, no era suficiente y en ese mismo instante, en lo más profundo de su corazón un nuevo código de honor se escribió a fuego "Hazles lo que hacen".

Todo fue tan rápido que el otro cazador no tuvo tiempo de reaccionar, un puñal en la mano derecha de Nathan había dibujado sonrisas en la piel ajena, en los lugares precisos como para que el sangrado fuese efectivo y doloroso, pero a pesar de ello esa muerte sería lenta, agonizante y frustrante, pues incluso si el dolor  era soportable el hecho de no poder mover su cuerpo debía ser suficientemente desesperante, sobre todo si le sumabas que él nunca sabría quién lo había acabado o por qué, destinado a morir en la ignorancia a igual que muchas de sus víctimas.

Habilidad desarrollada: