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Into the Darkness is licensed under a Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional LicenseEste foro es responsabilidad de la Administración y los moderadores, los elementos utilizados en los documentos de cada raza fueron obtenidos en gran parte de libros de rol de mesa, las imágenes fueron obtenidas de Google, tumblr y bing.
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Soleil (Vel'Koz) - Fénix
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Soleil (Vel'Koz) - Fénix
Edad: 16
Ocupación: Fotógrafo
Nacionalidad: Coreano
Avatar: Kim TaeHyung
Raza: Fénix
Habitante de: El mundo
Soleil (Vel'Koz)
Mi genio florece en la masacre, como un lirio al amanecer.
Psicología
Vel’Koz es decidido en lo que quiere para sí mismo, sigue fervientemente sus dichos y sus metas, si jura algo se debe dar por hecho ya que claramente, sea cual sea la manera o el tiempo que tarde, lo conseguirá.
A la vez es un chico divertido, molestoso, alegre, soñador, risueño e incluso gruñón, a veces. Es honesto hasta la médula y no tendrá tapujos en decir su punto de vista, ya sea frente a temas que son muy delicados o cosas muy absurdas y fuera de contexto.
Podrá ser muy infantil, pero no sigue las reglas de nadie. Vive la vida a su propio ritmo, interés y tiempo. Es persuasivo, astuto, inteligente y muy, muy, demasiado sociable. Es de las típicas personas que dicen el clásico "esfuérzate si deseas lograrlo" pero que siempre tiene sus brazos abiertos para los que se ganan su confianza, pues todos cometemos errores y a veces él es de los primeros en tenerlos.
Suele decir lo que siente con facilidad, pero es muy bajo el porcentaje de personas que logra entender el cincuenta por ciento de lo que Vel’koz dice, pues suele hablar en rimas y acertijos.
Es de mente bastante abierta y no juzga a los demás sin conocerlos antes, solo los analiza antes de dar su veredicto, ya sea unos segundos, minutos, días, incluso años, pero lo hará. Nunca le negará a alguien una segunda oportunidad, porque las oportunidades cambian, al igual que las personas.
Historia
Primavera, una estación bastante extraña, cálida, colorida y hermosa, con flores y animales por doquier, además de árboles floreciendo por aquí, allá y acullá, sin duda era la estación perfecta para quemar todo a su paso, aunque Vel’Koz aún no tenía el placer de agregar esa experiencia a su lista de cosas divertidas por hacer antes de “morir”, o simplemente fundirse en el fuego. Aquel mal hábito de contar cuantas veces se había vuelto cenizas, era algo que jamás dejaría de hacer, lo tenía más que internalizado.
¿Qué olor tendrían las flores? ¿Qué textura tendría el árbol más grande de ese pequeño mundo? ¿Qué tan delicioso sería ver ese mundo arder en llamas? esas interrogantes, pequeñas pero bastante persuasivas fueron las chispas que encendieron su corazón, la curiosidad de Vel’koz era más fuerte que cualquier cosa, incluso más fuerte que un incendio provocado por él mismo, por lo tanto, esas simples razones bastaron para que el Fénix quemara todo, pero en el buen sentido –o al menos eso creía, estaba convencido–, deseaba más que nada experimentar las mil y una sensaciones que ese mundo podía entregarle, estaba dispuesto a recibir los orgasmos cognitivos que la tierra traía consigo, cual virus.
Poco tiempo pasó en su cabeza, quizá un par de días, pero en la tierra ya era otro año, uno impar y eso a ciencia cierta, era una pista implícita de que quizá todo iba le iba a salir de maravilla o simplemente su número de “muertes” aumentaría por cien, aunque a Vel’koz le daba igual, porque el temor es una debilidad humana y los problemas no eran problemas, sino una oportunidad de aprendizaje, porque cada lección es un obsequio, ese era uno de sus tantos lemas de vida, los cuales a veces duraban solo un día, entonces, ¿qué podía salir mal? Esa pregunta retumbó en su cabeza, mientras volaba por entre las nubes
El Fénix en su viaje logró ver cómo un humano caía cerca de él, a unos cinco metros de distancia, o quizá volaba, los humanos eran raros, lo sabía, no le sorprendería el hecho que hasta para volar fuesen deficientes. Curioso siguió al chico, descendiendo para verle de cerca, se veía bastante tranquilo, sonriente y con una mochila en su espalda, además de unos audífonos que cubrían sus oídos, los cuales estaban bastante seguros, para que el viento no los arrancara en esa caída libre, Velkoz logró escuchar la música, una melodía vaga, deliciosa, le gustó, por eso voló más cerca de él y alcanzó a ver solo un ojo del humano, pues el otro lo mantenía cerrado, quizá por el viento y la velocidad con la que descendía, aunque eso no fue lo más raro de esa escena ¡claro que no!, el chico tenía una cámara en las manos, una que sonaba cada dos segundos y a los minutos soltaba las fotos, las cuales terminaban en un pequeño bolsillo de las ropas ajenas.
Poco a poco la tierra solida estaba más cerca de ambos, Vel’Koz estaría bien, pero ¿el chico también lo estaría? Al parecer sí, pues de la mochila salió algo que no podía explicar, solo sabía que era grande, tenía muchos colores y suficientes cuerdas que sujetaban el cuerpo, para detener la caída, aunque nada era color de rosa, nada, mucho menos cuando un Fénix estaba cerca, o, mejor dicho, cuándo Vel’Koz estaba cerca. No supo cómo, no supo porque, pero esa mochila se desprendió del cuerpo del humano y el susodicho cayó, cayó, cayó y cayó, a uno ¿100 metros? una caída libre, sin protección, claramente y definitivamente no iba a vivir para contarlo, más todo se tornó confuso cuando sintió molestas gotas de lluvia sobre su cuerpo, las odiaba, pero eso no le iba a arruinar la diversión de ver y analizar como el humano caía. Lo interesante fue que, este ni siquiera trató de aferrarse a algo –prácticamente imposible, porque no había nada cerca-, el humano solo guardó bien la cámara y se acomodó los audífonos, tarareando la canción que hasta el Fénix lograba escuchar, a ojos cerrados, extendiendo los brazos, aceptando su destino. Vel’Koz parpadeó rápidamente y aleteó cerca de todo lo que estaba ocurriendo, procesando como la caída de ese humano era amortiguada por los cables eléctricos de los postes de esa zona, que al parecer estaba vacía. Luego solo escuchó un sonido seco, que incluso logró callar hasta las gotas de lluvia. Estaba muerto, sí, pero había muerto de forma digna, escuchando música y haciendo lo que al parecer amaba, sacar fotos.
Vel’Koz aterrizó al costado de ese cuerpo sin vida, notando como sangre salía de su cabeza, sus orejas e incluso de partes que ni sabía que los humanos tenían. Solo atinó a arrastrar ese ensangrentado cuerpo hasta un lugar dónde la lluvia no le alcanzaba y así el fuego se apoderó del fénix, sufriendo su primera transformación, Vel’Koz había tomado forma humana, una bastante interesante, con un ojo azul y el otro ¿rojo?, sí, rojo, porque así había quedado el humano por el derrame y el golpe. Era científicamente hablando, heterocromía inducida. Le gustaba, todo le gustaba, el cuerpo, el lugar dónde estaba, la escena y la cámara que estaba sana y salva entre las ropas del joven, junto a todas las fotos que el humano había sacado a lo largo de su vida, eran muchas, por otro lado, la música en los audífonos seguía sonando, la cual encajaba perfectamente con las últimas palabras del humano, ese tarareo tan emocional que le tocó el alma y se impregnó en él. Vel’Koz se enamoró de la canción y sin evitarlo repitió ese tarareo, o al menos intentó recordarlo, sonriendo, con los pies llenos de sangre, sangre que no le pertenecía, claro.
En ese momento, en su nuevo comienzo, lleno de muerte y pronta destrucción pintada en llamas, Vel’Koz creó un nuevo lema de vida, uno que esperaba le durase bastante.
“Porque la muerte llegará y es definitiva, pero no tiene por qué ser fea, al final verás que broto en la masacre, cómo una flor al amanecer”
¿Qué olor tendrían las flores? ¿Qué textura tendría el árbol más grande de ese pequeño mundo? ¿Qué tan delicioso sería ver ese mundo arder en llamas? esas interrogantes, pequeñas pero bastante persuasivas fueron las chispas que encendieron su corazón, la curiosidad de Vel’koz era más fuerte que cualquier cosa, incluso más fuerte que un incendio provocado por él mismo, por lo tanto, esas simples razones bastaron para que el Fénix quemara todo, pero en el buen sentido –o al menos eso creía, estaba convencido–, deseaba más que nada experimentar las mil y una sensaciones que ese mundo podía entregarle, estaba dispuesto a recibir los orgasmos cognitivos que la tierra traía consigo, cual virus.
Poco tiempo pasó en su cabeza, quizá un par de días, pero en la tierra ya era otro año, uno impar y eso a ciencia cierta, era una pista implícita de que quizá todo iba le iba a salir de maravilla o simplemente su número de “muertes” aumentaría por cien, aunque a Vel’koz le daba igual, porque el temor es una debilidad humana y los problemas no eran problemas, sino una oportunidad de aprendizaje, porque cada lección es un obsequio, ese era uno de sus tantos lemas de vida, los cuales a veces duraban solo un día, entonces, ¿qué podía salir mal? Esa pregunta retumbó en su cabeza, mientras volaba por entre las nubes
El Fénix en su viaje logró ver cómo un humano caía cerca de él, a unos cinco metros de distancia, o quizá volaba, los humanos eran raros, lo sabía, no le sorprendería el hecho que hasta para volar fuesen deficientes. Curioso siguió al chico, descendiendo para verle de cerca, se veía bastante tranquilo, sonriente y con una mochila en su espalda, además de unos audífonos que cubrían sus oídos, los cuales estaban bastante seguros, para que el viento no los arrancara en esa caída libre, Velkoz logró escuchar la música, una melodía vaga, deliciosa, le gustó, por eso voló más cerca de él y alcanzó a ver solo un ojo del humano, pues el otro lo mantenía cerrado, quizá por el viento y la velocidad con la que descendía, aunque eso no fue lo más raro de esa escena ¡claro que no!, el chico tenía una cámara en las manos, una que sonaba cada dos segundos y a los minutos soltaba las fotos, las cuales terminaban en un pequeño bolsillo de las ropas ajenas.
Poco a poco la tierra solida estaba más cerca de ambos, Vel’Koz estaría bien, pero ¿el chico también lo estaría? Al parecer sí, pues de la mochila salió algo que no podía explicar, solo sabía que era grande, tenía muchos colores y suficientes cuerdas que sujetaban el cuerpo, para detener la caída, aunque nada era color de rosa, nada, mucho menos cuando un Fénix estaba cerca, o, mejor dicho, cuándo Vel’Koz estaba cerca. No supo cómo, no supo porque, pero esa mochila se desprendió del cuerpo del humano y el susodicho cayó, cayó, cayó y cayó, a uno ¿100 metros? una caída libre, sin protección, claramente y definitivamente no iba a vivir para contarlo, más todo se tornó confuso cuando sintió molestas gotas de lluvia sobre su cuerpo, las odiaba, pero eso no le iba a arruinar la diversión de ver y analizar como el humano caía. Lo interesante fue que, este ni siquiera trató de aferrarse a algo –prácticamente imposible, porque no había nada cerca-, el humano solo guardó bien la cámara y se acomodó los audífonos, tarareando la canción que hasta el Fénix lograba escuchar, a ojos cerrados, extendiendo los brazos, aceptando su destino. Vel’Koz parpadeó rápidamente y aleteó cerca de todo lo que estaba ocurriendo, procesando como la caída de ese humano era amortiguada por los cables eléctricos de los postes de esa zona, que al parecer estaba vacía. Luego solo escuchó un sonido seco, que incluso logró callar hasta las gotas de lluvia. Estaba muerto, sí, pero había muerto de forma digna, escuchando música y haciendo lo que al parecer amaba, sacar fotos.
Vel’Koz aterrizó al costado de ese cuerpo sin vida, notando como sangre salía de su cabeza, sus orejas e incluso de partes que ni sabía que los humanos tenían. Solo atinó a arrastrar ese ensangrentado cuerpo hasta un lugar dónde la lluvia no le alcanzaba y así el fuego se apoderó del fénix, sufriendo su primera transformación, Vel’Koz había tomado forma humana, una bastante interesante, con un ojo azul y el otro ¿rojo?, sí, rojo, porque así había quedado el humano por el derrame y el golpe. Era científicamente hablando, heterocromía inducida. Le gustaba, todo le gustaba, el cuerpo, el lugar dónde estaba, la escena y la cámara que estaba sana y salva entre las ropas del joven, junto a todas las fotos que el humano había sacado a lo largo de su vida, eran muchas, por otro lado, la música en los audífonos seguía sonando, la cual encajaba perfectamente con las últimas palabras del humano, ese tarareo tan emocional que le tocó el alma y se impregnó en él. Vel’Koz se enamoró de la canción y sin evitarlo repitió ese tarareo, o al menos intentó recordarlo, sonriendo, con los pies llenos de sangre, sangre que no le pertenecía, claro.
- Canción:
En ese momento, en su nuevo comienzo, lleno de muerte y pronta destrucción pintada en llamas, Vel’Koz creó un nuevo lema de vida, uno que esperaba le durase bastante.
“Porque la muerte llegará y es definitiva, pero no tiene por qué ser fea, al final verás que broto en la masacre, cómo una flor al amanecer”
Otros y/o Exclusivos Quimeras
{♠} Gustos:Fotografías, la risa de otras personas, hacer explotar cosas, la comida picante.
{♠} Disgustos:El chicle, el algodón, el olor a tierra mojada.
{♠} Fobias: Algodón.
{♠} Otros:: Grabar todo en una cámara, quemar todo lo que tenga a su alcance, tomar fotografías poco convencionales. Posee hiperestesia al algodón
{♠} Disgustos:El chicle, el algodón, el olor a tierra mojada.
{♠} Fobias: Algodón.
{♠} Otros:: Grabar todo en una cámara, quemar todo lo que tenga a su alcance, tomar fotografías poco convencionales. Posee hiperestesia al algodón
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- Puntos de Vida :30Mensajes :4
Soleil (Vel'koz)
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