[+18][Priv. Mammon] Stalker

Nueva York. 00:23 hrs.

Había tenido un largo día en el trabajo, debió de ir a otra sucursal de la cadena de cafeterías a dejar algunas cosas y ayudar al nuevo jefe, que a pesar del cargo, no sabía muy bien cómo funcionaba todo en el lugar. Luego de unas horas, tuvo que ir de vuelta a su cafetería, para seguir su jornada laboral, saltándose su hora de almuerzo, pues la había usado en ayudar a su colega. La vida ahora que lo habían ascendido era mucho más difícil, pues eso se traducía en más responsabilidades y papeleo que debía de hacer. Comió un par de croissant y bebió café como almuerzo y siguió trabajando, poniéndose un poco más pálido de lo que ya era su piel. La jornada había llegado a su fin, lo cual era un alivio para él, pero algo en la caja no cuadraba, así que tuvo que quedarse más tiempo para solucionar el problema. Uno de los empleados había ingresado mal una comanda y por eso no cuadraba.

Finalmente todo había llegado a su fin, estaba en el autobús camino a su departamento. La vibración del bus los arrullaba, haciendo que sus pesados párpados se cerraran de vez en cuando, saltando en el tiempo y el espacio y apareciendo cada vez más cerca de su parada, pero para su desgracia, se pasó de largo. Abrió los ojos nuevamente, mirando por la ventana. Echó unas maldiciones al ver que se había quedado dormido y su parada estaba atrás. Se bajó rápidamente y caminó por la calle. Eran las más de las once de la noche, por lo que no mucha gente transitaba, sólo no esperaba encontrarse con algún delincuente o una pandilla. Para su fortuna el camino a casa fue tranquilo y silencioso.

Abrió la puerta de su departamento, encendió las luces y cerró la puerta. Estaba tan cansado que ni si quiera quería comer, pero no podía descuidarse así. Fue a la nevera y comió algo ligero, o lo devoró mejor dicho, pues tenía demasiada hambre. Dejó la vajilla sobre la mesa, mañana la recogería, ahora sólo quería dormir. Caminó hasta su dormitorio, quitándose la ropa en el camino, irrumpiendo con el maniático orden con el que mantenía su hogar. Se tendió sobre la cama, en ropa interior y sin darse cuenta se quedó dormido. Le hacía falta dormir mucho, pues no había podido dormir bien durante la semana, además de haber tenido días agotadores trabajando y saliendo con aquel demonio que le alborotaba las hormonas. Su cuerpo estaba tendido sobre las mantas, relajado, durmiendo tan profundamente que ni si quiera un terremoto de gran magnitud lo despertaría, y si lo llegara a despertar, volvería a dormir de lo cansado que estaba.

Luego de un extenso día, pudo salir de sus papeleos, sin embargo ese día el sueño no había llegado con fuerza. Entró a su nuevo departamento, el cual consistía de un pequeño edificio antiguo algo alejado remodelado para su persona, para poder vivir tranquilo y también para su ‘amigo especial’ cuando quería venir. Paseaba tranquilo por el pasillo de arriba a su dormitorio, dejando su ropa en el suelo, desnudándose lentamente, sintiendo de por si en el aire el aroma de aquel joven humano. Sentía como su piel comenzaba a hervir al pensarlo, mostrando sus labios una sonrisa inmediata y sus ojos cerrados. En la puerta de su gran dormitorio, vio en un lado las prendas que en algún día había dejado aquel chico ¿Por qué no hacerle una visita sorpresa? Estaba demasiado ansioso por verlo en ese momento.

No había necesidad de tomar un vuelo o algo más atadoso, conocía a la perfección aquel departamento ajeno, luego de tantas noches juntos o días; aunque no todos se dedicaban a tener relaciones como pensaban. De su dormitorio abrió un portal al living de aquel departamento. Mammon vestía solo sus pantalones de vestir, desabrochados listo para retirar. Atravesó aquel agujero sin problemas viendo todo a su alrededor, como siempre tan ordenado. Cerró el portal y comenzó a caminar tranquilo por el lugar, sintiendo el aroma dulce de aquel amante que tenía. Así llegó hasta su dormitorio, abriendo la puerta con cuidado notando ese hermoso acostado en la cama, semi-desnudo, si no fuera por ese molestoso bóxer que arruinada su visión.

Sin esperar más y sigiloso aprovecharía el momento, se acercó a la cama por los pies, se subió con cuidado a gatas, teniendo de inmediato como presa aquellas largas piernas tan delicadas para ser de un chico. Con cuidado con sus manos tomó una de ellas acercando pronto sus labios a besar el empeine de su pie derecho. Sabía que Thomas era de sueño pesado, y aquellas caricias solo pasarían como un sueño. Mientras seguía besando la piel de sus piernas iba mirando al joven dormido en sus expresiones. Sus besos iban ascendiendo por el interior de la piel de sus piernas, iba sintiendo mejor ese aroma dulce de su cuerpo el cual se volvía una droga para aquel demonio.

Era una típica noche calurosa de verano en Nueva York, lo cual normalmente le hubiera desesperado mucho, pues Thomas se pone de mal humor con el calor, pero esa noche estaba demasiado agotado como para darse el lujo de perder preciadas horas de sueño regañando contra el clima y maldiciendo a la madre naturaleza. El termostato marcaba 89 grados Fahrenheit y su cuerpo inconsciente, tendido semidesnudo sobre la cama, se removía de un lado para otro hasta que finalmente encontró la posición perfecta, la posición “Zen” y allí se quedó, boca abajo, con los brazos cerca de su cabeza y los pies estirados, la cabeza hacia un lado para poder respirar, era lo único que necesitaba.

Esa noche ni si quiera había pensado en aquel demonio, de hecho no lo había hecho durante todo el día de lo ajetreado que había estado. No se esperaba una sorpresa en la noche, sólo quería descansar y ya estaba profundamente dormido. No se percató de su presencia para nada, tenía todos sus sentidos apagados, la torre de control no respondía a nada en esos momentos. Probablemente la imagen de su cuerpo boca abajo sobre la cama, con un bóxer ajustado de color blanco era algo excitante para aquel pervertido, pero él desconocía todo, estaba desconectado. Su respiración seguía lenta y pausada, todo su cuerpo estaba relajado. No sintió el agarre de su pierna, la cual debió haberle pesado un poco por su peso muerto. Los besos iban subiendo por sus piernas, por la cara interna, un lugar muy sensible, pero no reaccionaba del cansancio. Aquello era semejante a tener varias capas de ropa cubriendo todo su cuerpo, las cuales disminuían todos los estímulos provenientes del exterior y los suavizaban hasta hacerlos casi imperceptibles.

La pierna que estaba siendo víctima de los estímulos y el abuso por parte de Mammon, se movió levemente, apenas dos centímetros. No era consciente de lo que pasaba, pero su cuerpo parecía tratar de evitar los posibles estímulos que lo podrían despertar como método de defensa de su sueño. Realmente se enfadaría si alguien lo despertara o algo. Una brisa cálida entraba por la ventana de la habitación, ondeando las delgadas cortinas traslúcidas que tenía. Acostumbraba dejarla abierta en aquellos días para no morir rostizado y así no gastar dinero en aire acondicionado. Se estremeció un poco al sentir la brisa y una de sus manos trató de buscar las mantas para cubrirse, ignorando por completo que se encontraba sobre estas, así que al no hallar nada, se quedó quieto y volvió a su estado imperturbable.

Ensimismado se encontraba besando aquellas piernas, admiraba y adoraba la forma de estas, en cómo eran de estructuradas, como se hacían notar esos músculos, que ni siquiera eran grotescos. Su Piel era tan blanca y suave, era como si Thomas se bañara el leche todos los días, pues hasta su aroma le era algo agradable en esos momentos. Su besos se tornaban eróticos depende la zona que tocaba; variaba siempre entre besos lamidas, succiones y mordidas, tratando de encontrar un punto erógeno en sus piernas, pero al parecer aquel joven estaba muerto en la cama, durmiendo plácidamente soñando quizás que cosas.

Fue una sorpresa muy grande cuando de pronto aquel joven se removió, alejándose de él. Lo observó como buscaba algo pero él se quedó quieto como si fuera a ser descubierto; al parecer se estaba acostumbrando a arrasar con el humano de esa forma, tan errática para una sociedad y también para el joven. Una vez que se quedó tranquilo suspiró algo aliviado, relamiendo sus labios.

Volviendo a sus planes, se quedó sentando un momento en sus propias piernas mirando cómo había quedado aquella primera presa. La extremidad usada, tenía ahora leves marcas de mordidas y succiones las cuales llegaron hasta el interior de los muslos del menor. Su mirada subió por aquel cuerpo dormido, observando ese rasero firme, el cual conocía bien, y esa ancha pero delicada espalda que poseía el menor. Al ver esos rasgos no pudo evitar volver atacar. Se posó encima del joven en 4 con delicadeza. Su rostro estaba a la altura de su espalda baja y sus labios no pudieron evitar en comenzar a besar su columna, dejando besos ascendentes hasta ese delicado cuello que conocía bien. Podía sentir su aroma dulce nuevamente y ese fue el detonante para apegar su cuerpo en el menor. Sus labios de dar suaves besos, los transformó en pasionales, siendo suyo aquel cuello y hombros. Sus manos grandes se posaron firmes en sus costados, para mantener al chico quieto y entregar unas caricias en su vientre. Su cadera quedó justo ubicada en el trasero ajeno, apegando su erección oculta entre su bóxer entre sus nalgas.

Sus caricias ahora eran muy evidentes, y toda esa reacción había sido provocada por ese exquisito cuerpo, además de ese aroma que siempre parecía embriagarlo cuando se encontraba con aquel joven.

Su mano no había encontrado nada con qué cubrir su cuerpo, el cual comenzaba a enfriarse aquella noche, aunque él ni si quiera se imaginaba la forma en la que sería calentado. De pronto sintió algo de peso sobre la cama, pues después de la brisa su cuerpo había quedado un poco más sensible, atento a los estímulos externos. Los besos ascendentes por su columna vertebral poco a poco iban pasando a través de las membranas adormiladas de sus terminaciones nerviosas, haciendo que se estremeciera y arrugara un poco el entrecejo cuando sintió el beso en su cuello, una de las zonas más sensibles de su cuerpo.

Pronto el escenario cambió para él, los besos pasionales se calaban en su piel, despertando a sus músculos y el agarre en su cadera y caricias en el vientre hicieron que terminara por despertar, pensando que estaba teniendo una pesadilla, aunque Thomas no sabía que la pesadilla recién había comenzado para él. Pudo enfocar su vista y sentir como su cuerpo era atacado, siendo amenazado con un arma en su trasero y el peso de alguien encima. Rápidamente gritó y comenzó a moverse desesperado, sin entender nada más que estaba siendo atacado por algún ladrón o eso pensaba. –¡AYUDA!- Gritó fuertemente, tratando de voltearse a ver a su agresor, pero la habitación estaba completamente oscura y sus pupilas aún no se acostumbraban. Sintió un aroma familiar en ese momento, pero no se le pasó por la cabeza que podía tratarse de ese infame demonio.

–¡Vecina, llame a la policía!- Volvió a gritar mientras reunía toda su fuerza para poder quitarse de encima al delincuente… Aunque poco a poco se comenzó a dar cuenta de que lo que sentía en sus hombros y cuellos eran besos apasionados y lo que estaba entre sus piernas parecía ser el miembro de alguien. Finalmente ató los cabos y sumamente enojado, ya sin miedo, despotricó contra él, girando su cabeza para por fin poder verlo por sobre su hombro. –¡Hijo de la gran puta! ¡Déjame tranquilo, entiende que no quiero nada contigo! ¡Degenerado subnormal, eres patético!- Gritó sulfurado, con los ojos llenos de lágrimas y una expresión furiosa en su rostro, tratando en todo momento de huir, sin dejar de forcejear. Tenía la esperanza de que entre tantas cosas y sorpresas para el mayor, bajara la guardia y pudiera escapar, aunque sabía que eso no sería una solución, sabía que Mammon lo perseguiría por todas partes para violarlo o lo volvería a encerrar en esa habitación llena de espejos y sin salida.

Sus besos eran claramente pasionales, y cada vez  más bruscos ante esa sed que tenía por la piel del menor, era impactante lo que el deseo, la obsesión por alguien podía causar en una persona, y mucho mas e este demonio que ya daba por sentado que aquel joven le pertenecía, y lo haría saber de diferentes formas; esta era una de esas. Sus manos se paseaban con firmeza, delineando sus músculos y costillas. Sus caderas firmes se friccionaban en aquel trasero y todo sería mejor si aquella ropa o existiera entre ellos. Lamentablemente para el demonio todo pronto cambiaría.

Pronto comenzó a sentir como el cuerpo del menor se iba removiendo lentamente, luego un cambio brusco hubo en ese cuerpo, ya que ese grito despampanante hizo que Mammon igual se sorprendiera. Al parecer el menor o sabía quien lo atacaba y de cierta forma daba algo de gracia. Los gritos de ayuda siguieron hasta el punto de encontrarse con la mirada del menor y soportar ese modo idiota que tenía al verlo.  Le sonrió casi con burla al verlo de esa forma indefenso debajo suyo, y como trataba pronto de liberarse, pero no le sería fácil.

Su cuerpo ante la forma que el menor se removía aplicó más fuerza, apegando bien al joven a la cama. Sus manos se detuvieron un momento y en vez de subir, bajaron de golpe al bóxer del menor para meterse dentro y tocar el miembro del joven. Tenía que demostrar quién mandaba y con esa posición el que tenía más opciones de aprovecharse era el demonio.

– Nadie te va escuchar, y no te mientas a ti mismo Thomas, ambos sabemos que te encanta.

Susurró con su voz grave en uno de sus orejas, dejando una lamida en su lóbulo. Sabía que el menor estaba asqueado, pero Thomas era de su propiedad ya hace mucho tiempo y tenía que hacerle recuerdo de eso. Sus manos siguieron en tocar su miembro aunque este forcejeara pero, el fin de sus manos también era poder bajar ese bóxer. Luego de un momento pasó una de su diestra a su entrepierna, bajando su pantalón un poco al igual que su bóxer rozando mejor su miembro duro y grande en aquel trasero, marcando con este la separación de sus nalgas. Quería que recordara el tamaño y aunque lo odie por completo, que comenzara a desearlo como lo hacia siempre luego de un momento.