Hasta la raíz | Abierto

Había comenzado una danza en medio del bosque, con movimientos pequeños y temblorosos, indecisos, con miedo a errar, aunque no había música ni una coreografía a la cual seguir. Cada ser bailaba desde su experiencia, desde lo vivido y lo sufrido, llorando y riendo. Cada quien tenía su ritmo instaurado en su caminar, en su ser, y juntos formaban toda una melodía, una polifonía, pues ninguna tenía mayor importancia o protagonismo que otra, todos eran hermanos, todos eran iguales, creados de la misma madre. Poco a poco comenzaron a moverse con mayor seguridad, desenvolviéndose mejor y perdiendo el miedo y nerviosismo inicial. Danzaban hermosamente entre los árboles, acariciando el pasto a sus pies, saltando piedras, rozando arbustos, abrazando todo a su alrededor y creando una cálida y agradable atmosfera.

La brisa cálida del verano corría entre los árboles y hacía que las prendas de los bailarines ondearan con el viento, haciendo que bailaran con más ganas, incentivados por esa energía que les brindaba y refrescaba sus acalorados cuerpos que no detenían su danza. Sus pisadas empujaban y cedían su peso en el suelo, subían y bajaban en altura y movían sus brazos con delicadeza, ondulantes por el espacio, atravesando los planos existentes. Sus emociones se desbordaban en su bailar, cada quien con distintas que nacían según lo que llevaran dentro en ese momento, pero todas y cada una de ellas armonizaban en un sentimiento mayor de liberación.





Comenzó a acompañar la danza con el único instrumento que sabía tocar, el cual era la voz; cantando con el alma al recuerdo ilusorio de su difunta madre, la cual nunca pudo conocer. Su voz era suave y melodiosa, entonándose con una intensidad baja, como un murmuro lleno de pena y melancolía. Pequeñas gotas cristalinas aparecieron en sus ojos mientras danzaba y cantaba, refrescando su acalorado rostro por la jornada de improvisación que estaba llevando a cabo en aquel bosque con los demás bailarines. El recuerdo de su madre y de todo lo que había vivido siempre lo seguía y le pesaba en lo más profundo de su pecho lleno de cicatrices, pero nunca se iría de allí, estaba enjaulado entre rosales sangrantes y enredaderas, no dejaría que nadie ni nada le hiciera olvidar eso, sin importar las circunstancias. Después de todo es muy difícil escapar de los recuerdos grabados en la piel con sangre.

Su canto cada vez se empapaba más de sentimientos, cada nota era un dolor que brotaba de su pecho, cada cicatriz que tenía, cada espina en su corazón. Cada parte de su cuerpo expresaba su sentir, se movía y seguía una clara consigna que no cambiaba a pesar del tiempo. Su mirada estaba perdida, entre el azul del cielo y en el hipnótico baile de sus fieles acompañantes, vagaba entre esos dos focos, absorto entre ellos. Se sentía vivo, muerto y en paz, era un manojo de sentimientos con los que no siempre sabía cómo lidiar, pero este baile siempre le ayudaba y le cambiaba los vendajes a su arietada alma.

Los bailarines seguían con su ritual de purificación, liberándose de lo que los esclavizaba y oprimía, dejando atrás los estereotipos y los tabúes, sin tapujos ni ataduras. Eran libres y cada vez se movían con más soltura, subiendo el ánimo y creciendo más y más, frenéticamente. Ese cambio gradual siempre maravillaba al muchacho del corazón espinado, le encantaba verlo y nunca se cansaría de verlo, pues siempre nacía algo nuevo en su danzar. Del dolor nace lo más gratificante.
Siguieron moviéndose por el bosque, ampliando su rango, desplazándose con dinamismo, saltando por el lugar y alcanzando grandes alturas. Sus ropas de tonalidades rojizas, anaranjadas y amarillas brillaban con fuerza por la luz del sol que se colaba entre las copas de los árboles. El calor iba subiendo cada vez más y ellos iban arrasando violentamente en el espacio, moviendo sus brazos y piernas, lanzando patadas, con los pies en punta, avivando la juerga de la danza. Allí estaba Hobi en medio, bailando con ellos, pero sin tocarlos, sofocándose un poco por el calor y el aire denso. La danza no se detenía por nada del mundo, conflagraba todo, lo purificaba y reconfortaba el penoso aullar del lobo.

El bosque ardía sin control, debido a las llamas que avanzaban hambrientas, como si se trataran  del demonio de la gula encarnado. Ya no había vuelta atrás, el fuego ya era demasiado grande y la columna de humo sofocaba todo.  El joven seguía con su encendedor en su mano, con una pequeña flama que lo delataba como el culpable del siniestro, pero entre toda esa atmósfera candente, no se podía ver aquel detalle a simple vista, sólo su silueta, danzando y también su canto entre el crepitar de la madera verde de los árboles.

Aquel día había decidido salir con Robbin a dar un paseo por otros mundos, conocer más allá de lo que consideraban como su hogar, era curioso saber que existían estos portales que podían llevarlas a distintos lugares, no sabía cómo funcionaban, pero ella le había asegurado que ese en especial las llevaría a un lugar precioso donde podrían pasear. Con sus manos tomadas y sus dedos entrelazados cruzaron aquel que flujo de energía, si tan sólo su habilidad funcionara físicamente con otras personas podría ella misma llevarla a donde quisiera, pero no era así y no deseaba exponerla a los peligros que significaban utilizar esa habilidad en otra persona. Tenía razón, al otro lado había un bosque enorme, uno que se extendía hacia lugares donde no alcanzaba a ver, uno que desprendía ese olor a vegetación y tierra húmeda en un perfecto balance para que los simples sentidos de la Siren se llenaran de ellos. Cerró sus ojos sintiendo la brisa que corría entre los árboles, entre las hojas, entre la vegetación y por sobre el pequeño estanque que había cerca, el cual probablemente alimentaba las raíces de los árboles presentes, como amaba los bosques.

-Este es un buen paseo. -Comentó riendo y acercando su rostro al de la mayor para acariciar la punta de la nariz con la propia en suaves movimientos, la quería mucho y era normal para ella no reprimir las caricias que sintiera necesarias para quienes quería mucho. Caminaron de la mano por el lugar, era precioso, las aves cantando y los animales observando desde lejos, por alguna razón era normal para la Siren verlos observarla, incluso en el bosque cercano a hogar, los animales parecían salir a su encuentro. Sin embargo, algo parecía diferente, ¿sería el propio bosque desconocido? Levantó la vista al escuchar a las diferentes aves mientras huían de algo a toda velocidad, un olor conocido le llamó la atención, era… madera quemándose. De inmediato soltó la mano de la chica y corrió en dirección al olor tan profundo, los animales huían y a lo lejos logró ver el fuego devorando los árboles sin compasión alguna, ¿quién estaría causando todo ello? Su mente se llenó de imágenes, de los seres que habitaban el bosque, de los animales, de los árboles, de todo aquello que se consumiría sin control y su corazón latió con fuerza. La sirena sabía muy bien lo que era perder a los tuyos, perder lo que llamabas hogar y sabía que no todos los seres del bosque tendrían la misma suerte que ella al encontrar una Robbin en sus vidas.

Bajó sus manos hacia la tierra y cerró sus ojos concentrándose en buscar un flujo de agua que le permitiese ayudar a la causa, a todos los seres que vivían en aquel lugar. No le fue difícil, recordaba el estanque que había dejado atrás y notó que se alimentaba de corrientes subterráneas, las cuales podrían ayudarla.- Vamos… ayúdame… -Murmuró implorando el poder de aquel sagrado líquido que no tardó en responder, se sentía con suerte, pues el agua se abrió paso entre distintos puntos de la tierra cubierta por hojas y se dirigió a voluntad de la joven Siren. Los árboles cercanos se vieron bañados con la corriente mientras Ran caminaba lentamente hacia el fuego esperando que este no llegara hasta donde se encontraba Robbin, a medida que daba cada paso, una nueva corriente no muy gruesa se abría camino por el suelo y se dirigía hacia un punto de las llamas buscando apagarlas, mientras las corrientes que ya habían hecho su trabajo volvían a su hogar. No necesitaba mover un dedo para dirigir el líquido, pero sí necesitaba energía para mantener el control de la fuente, era difícil mantenerse concentrada con la cantidad de calor que la sofocaba.

Habilidad:

Hacía tiempo, desde que había vuelto a Nunca Jamás, que no cruzaba un portal. Tal vez el miedo a volver a alejarse de Ran, de su hogar la mantenía aferrada a su lugar natal. Había encontrado ese portal hacia poco, entre sus flujos de energía alcanzaba a ver un bosque, nada fuera de lo común pero hermoso de igual manera. Aumente viajó rápido al pensar que a Ran le gustaría ese lugar, y talvez a la cazadora le vendría bien saber qué tipo dr criaturas podrían llegar a Nunca Jamás por aquél hueco entre los mundos.

Con Ran sujeta a su mano, la cazadora se sintió un poco más valiente para volver a cruzar ese portal sintiendo como la energía las llevaba a otro lugar distinto, mientras cruzaban y aún al llegar, la cazadora se mantuvo tensa mientras sujetaba a la Siren con firmeza para no perderla. Del otro lado se destendia un enorme bosque verde para donde quiera que mirase la cazadora. —Es bonito ¿Verdad, Ran? — Le preguntó recibiendo aquella pequeña caricia y adelantando el rostro para rozar con levedad los labios de su amiga. Recorrieron el lugar de esa forma, los ojos oscuros dr la cazadora se llenaban con el bosque, la hacían caminar un poco más liviana sobre sus propios pies y tener a Ran con ella le daba seguridad. Respiró profundo y llenó sus pulmones con el aire fresco del bosque y aquella birza marina que desprendía el cabello de Ran al moverse, todo esto adormilaba por completo los sentidos de la cazadora, haciendo que por un segundo se olvidara de todo.

Que gran error.

Solo un segundo le tomó a la cazadora para perder a Ran de vista, para que ella soltara su mano y saliera corriendo, Robbin se alteró y comenzó a gritar el nombre de Ran por todas partes tratando de verla, de encontrarla, absorta por completo del incendio hasta que un árbol delgado cayó frente a ella volviéndola a la realidad para escuchar la petición de su amiga. Debía pensar rápido, debía pensar en algo que pudiera hacer. —No te muevas de aquí, Ran,  mantente lejos del fuego. —Le dijo a su amiga para poder volver a mirar el bosque,  seguramente si tumbaba algunos árboles podría cercar el terreno para que el fuego no logrará esparcirce.

La cazadora corrió a toda velocidad para chocar con todas sus fuerzas contra un árbol de tronco ancho, logró tumbarlo a la primera achicando la primera zona del terreno, había golpeado su hombro, pero no importaba, la seguridad del bosque estaba primero. Su mente y su cuerpo actuaron juntos para seguir golpeando los árboles hasta caer, si se daba prisa, seguro podría cercar el terreno para poder volver con Ran.

Habilidades: