Into the woods — Abierto; Amalia Borgia

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Kristoff se encontraba saliendo de su turno en aquel restaurante, dejando las indicaciones listas para para que pudieran cocinar a su gente a cargo. El salir por la puerta de atrás y sentir ese aire ‘fresco’ lo calmaba demasiado, salía de ese calor sofocante para poder respirar algo más fresco para sus pulmones.

El camino a su casa era largo, pero nada que un viaje en su bicicleta acortara por lo menos una hora, ya que vivía lejos, en el interior de los bosques de aquella ciudad. Pronto luego de varias horas llegó a su oasis en aquel profundo y oscuro bosque, era un lugar que él tenía resguardado y que nadie se atrevía entrar por lo profundo, pero el paisaje en ese interior era hermoso, como un bosque encantado, o por lo menos eso quiso retratar cuando había viajado a esos mágicos mundos. Se adentró a su pequeña cabaña en aquel lugar, mirando sus objetos, sus tesoros recolectados y sus víveres, notando que le faltaban unas raíces mágicas del bosque encantado; quizás era hora de ir a dar un paseo por aquellos lugares.

Dimensionó aquel lugar en el claro de aquella laguna que tenía como hogar, viendo ese hermoso bosque resplandecer. Se metió de un piquero en aquellas aguas, apareciendo de un momento a otro en la laguna de aquel bosque tan bello, sintiendo ahora ese dulce y húmedo ambiente de aquella pura naturaleza.

Al sentir esa calidez del agua, dejó que su cuerpo se transformara en su naturaleza, su piel se volvió de un color turquesa en su torso, sus cabellos seguían claros y su cola iba en un degradé a un azul índigo como el cielo nocturno. Se sentía tan bien ese lugar podía sentir como las preocupaciones se alejaban de un momento a otro, sin poder percatarse de lo que pasaba a su alrededor o si alguien podía aparecerse y verlo en su naturaleza.

El bosque era su hogar, era su conexión con la madre y a pesar de encontrarse en otro lugar podía percibir a la madre en todo de una forma mucho más directa que en el mundo, era casi como si ese lugar hubiese sido escondido por Gaia para que nadie lo tocara, era perfecto. Las copas de los árboles bailaban con las cálidas brisas, los pájaros entonaban mil canciones que Malia era capaz de distinguir a la perfección, el sonido de los animales que corrían y el murmullo de las aguas, todo era una invitación a centrarse en lo natural y sin poder ni querer evitarlo la loba corría descalza como si la vida hubiese tomado una pausa para dejarla reconectarse con aquello que creía perdido, su propia naturaleza.

Sus pies se aceleraban a cada segundo al punto que ya casi ni tocaban el suelo, era maravilloso y un aroma nuevo llegaba a su nariz, un aroma demasiado agradable que nunca antes había sentido, sin pensarlo dos veces comenzó a correr en esa dirección, su corazón se aceleraba más y más a cada segundo, estaba emocionada, ansiosa, expectante de los misterios que ese lugar ofrecía y de repente la humedad comenzó a invadir el ambiente hasta que llegó a la fuente de aquel aroma, pero sus ojos no estaban listos para lo que presenciaría.

Un ser tan hermoso y mágico que parecía haber sido diseñado con todo el amor de Gaia, su carrera paró en seco y como por instinto se agachó quedando en posición de rastreo, sus palmas en la tierra y sus ojos fijos en aquella criatura.- ¿Qué eres? -Preguntó con una sonrisa amigable.- Tu piel, tu forma, nunca había visto algo como tú, eres hermoso. -Sin filtro alguno las palabras simplemente resbalaban de sus labios, pues no podía disimular lo impactante de lo que estaba observando.- Hueles como el rocío de la mañana. -Dijo finalmente antes de quedarse en silencio.

Estaba en su verdadera salsa, disfrutando de ese momento sintiendo esa calidez del agua recorrer sus escamas, era un baño perfecto de unas aguas que parecían curarlo de todos sus males, pero bueno estaba en aquel bosque encantado, donde muchas cosas ocurrían, y justo el día de hoy sería para él un día bastante ajetreado, o eso se parecía venir.

No sintió el ruido, no sintió la presencia, no sintió absolutamente nada solo hasta cuando se toó casi cara a cara con el rostro de una hermosa mujer, con rasgos totalmente sacados de una revista de moda, de esas que había en su mundo, pero en ella se notaba algo totalmente fuera de tono. Aunque se pensara en aquello Kris estaba siendo enfrentado cara a cara con aquella mujer, y sus palabras no eran malas, si no que eran los halagos más hermosos que había escuchado en su vida hasta el momento.

– Gra-gracias

Susurro por instinto y educación y aunque hayan sido los halagos más hermosos del mundo, su rostro enrojecido, se notaba de su piel celeste, y no pudo evitar que su cuerpo se alejara de inmediato y casi despavorido de aquella joven, no porque le haya desagradado, si no que había sido acostumbrado de correr de aquellos desconocidos. Su raza era escasa en estos tiempos, ya que siempre eran tomados como objeto de atracción por su belleza o cosas peores. Su cuerpo se mezcló en el agua para correr a la laguna o al lugar más amplio para nadar y esconderse de las profundidades, no obstante, llegó justo en un punto de aquel río donde había una represa hecha por algún animal, sintiendo por un momento el pavor de ser apresado. Miles de cosas pasaban por su cabeza sin ni siquiera dar una oportunidad de hablar.