Si te vuelvo a ver... // Privado // Amalia

Había despertado ese día con unas tremendas ganas de conocer otros mundos porque sólo conocía uno y no tenía ni idea de donde ir para encontrar otro portal, además el rumor contaba que se debía encontrar un demonio cosa que para él no era tan complicado pues conocía a una mujer pero ella siempre pedía algo a cambio y eso no le gustaba. El típico trueque le molestaba porque él no nunca hacía eso pero encontrarlo sólo sería demasiado complicado así que no le quedó de otra que hacerlo.

Caminó por su ciudad hasta encontrar la casa de aquella mujer que a él no le gustaba pues Gaia no los había creado, además la maldad era innato en esos seres tan peculiares pero qué más daba, la llamó y ella en cosa de segundos apareció delante del lobo con una sonrisa ladina, coqueta pero demasiado perversa. Hablaron varios minutos y como era de esperarse ella le pidió algo de valor, pero no era dinero, era un valor sentimental. Quería alguna cosa de la cual Anton no pudiese desprenderse con tanta facilidad y aunque él no estaba para nada de acuerdo le ofreció el anillo que compartía con la mujer que amó mucho tiempo pero debía mostrarle cada portal que existiese o ese objeto nunca estaría en las manos de ella y por suerte aceptó la oferta. Le mostró el camino hasta un portal donde lo llevaría al “Oz” y como siempre odiaba a donde quedaban los portales sólo trató de que todo fuese rápido.

Pasó el portal y después de sufrir todos los efectos que le causaba pudo continuar con su camino. Todo era diferente, no se parecía en nada a lo que había visto en Jamás, habían demasiados colores y se veía todo bastante bonito a decir verdad pero a pesar de eso no se transformaría en el lobo que es para pasar desapercibido hasta conocer bien donde se encontraba. Avanzó hasta quedar en un bosque muy lindo que a cualquiera le encantaría pero raro era que no se había encontrado con ninguna criatura, ni “humanos”, así que no sabía si devolverse o quedarse, como siempre la duda lo consumía de hacer las cosas pero se reprimía en caso de que pudiese causar algún daño.



No pararía su investigación hasta llegar a algún lugar con cualquier ser vivo que le pudiese ayudar a conocer mucho mejor tan bellísimo lugar.

Hace ya un par de meses que seguía el rastro de uno de los lobos que había conocido en Moscú, era tal vez el más importante de todos, pues independiente de haber tenido muchos hermanos de manada, incontables amantes y múltiples aventuras, nada se comparaba con aquel a quién había decidido llamar su hermano mayor, aquel que le había enseñado lo que la palabra confianza significaba, aquel que había sido el primer miembro de su manada. Por todos esos sentimientos y pensando siempre en volverlo a ver fue que siguió un rumor que hablaba de una demonio que lo conocía, mas aquel día parecía que el mundo no dejaría que nada fuese fácil para la menor de los Borgia.

Cuando finalmente llegó con la demonio esta le pidió algo a cambio, como siempre ese era el trato con los de su clase, pero al parecer la infernal nunca había hecho tratos con un Borgia.- ¿Te parece si te dejo conservar ese contenedor que usas como cuerpo? Eso es todo lo que tengo para ofrecerte. -Una sonrisa amable y un beso en la mejilla, fue lo único que necesitó para asegurar a la infernal que sus palabras no eran una simple amenaza, eran una promesa. De inmediato fue llevada a aquella grieta en la dimensión, aquel portal que seguramente la enviaría junto al lobo que buscaba, de lo contrario se encargaría de volver al mundo y cazar a la embaucadora de la forma más horrorosa posible.

No era la primera, la segunda, ni la tercera vez que atravesaba un portal por lo que su cuerpo ya se encontraba preparado para esa case de maltrato, pero esta vez el escenario en el que despertó fue completamente diferente a los que ya había experimentado, era un bosque, pero esa semejante a los del mundo y completamente diferente al que había encontrado en su primer viaje a través de un portal. Amalia no tenía la menor idea de donde se encontraba, pero aquello no le interesaba, no estaba allí para conocer el ambiente, estaba en una misión. Rápidamente se quedó en silencio y cerró sus ojos, respiró profundamente y dejó que sus pulmones se llenaran de aquel ambiente.- Vamos, vamos... vamos... -No abría los ojos, pero no podía evitar comenzar a ponerse nerviosa, algo en su interior le decía que estaba en el lugar correcto, pero entonces ¿Por qué no sentía el olor de Anton?- Como me haya mentido esa demonio no vuelve a... -Antes de poder terminar esa oración aquel aroma llegó, a lo lejos, algunos Kilómetros de distancia. De inmediato su corazón comenzó a bombear rápido, sus ojos se abrieron y comenzó a correr como si nada más en el mundo importara. Su cabello largo se enredaba con algunas de las ramas de los árboles y no importaba, en sus labios había una sonrisa porque a fin podría volver a verlo, al fin podría volver a abrazarlo.

Ya se estaba aburriendo de tanta espera, nada se le aparecía al frente de él y no encontraba alguien que le pudiese ayudar pero por otro lado la vista era magnífica, aún deseaba quedarse un rato más así que no le quedaba de otra que ser paciente. Caminó entre grandes árboles que servían para darle bastante sombra y de eso se sentía agradecido porque hacía un tanto de calor a demás de ser ya un garou de temperatura elevada. En un momento de su caminar se detuvo sólo para poder maravillarse por fin con un tipo de animal, no sabía que era pero le encantaba la figura de este, parecía un caballo pero con colores extravagantes que estaba comiendo con mucha tranquilidad, al parecer no se había percatado de la presencia de Anton hasta ese entonces así que él simplemente se le quedó viendo sin aproximarse porque aunque le gustaba no sabía la actitud que este podía tener.

Pasaron sólo dos minutos, el caballo levantó su cabeza en modo de alerta y luego escapó de allí algo asustado, entonces en ese momento el garou se puso en modo defensivo, no sabía qué era lo que se aproximaba pero se escuchaba el sonar de las hojas, ¿Alguien venía a atacar?, la verdad no tenía respuesta para eso así que se escondió atrás de unas piedras grande que se encontraban a su costado y inhaló profundamente para sentir la esencia de quien se acercaba lo sentía algo familiar pero no lo reconocía bien. No, no estaba preparado para luchar aún, sus fuerzas no eran suficiente para una batalla con lo que fuese y esconderse no era de un lobo como él, no tenía idea de lo que iba hacer pero salió de donde estaba.

Sin palabra alguna se quedó petrificado viendo la figura que se acercaba, al igual que una película era todo en cámara lenta –¿Amalia?– ¿A caso era juego de su mente o el bosque tenía un efecto así? No, se veía demasiado real para que todo se tratase de un engaño. Corrió hacía ella y sin decir nada la tomó en un abrazo fuerte, que le llenaba de emociones indescriptible. Se sentía idiota por no reconocer su olor pero bien es sabido que él cuando la conoció tenía sus sentidos de garou dormidos y el recordar un aroma no sería su especialidad en ese momento. No sabía qué decir, sólo quería impregnarse de su olor, para nunca más olvidarla o mejor dicho no reconocer al ser más importante en su vida en ese momento –¿Cómo? ¿Cómo me encontraste?– Le preguntó mientras que escondía su rostro en el cabello de ella –Dime, que eres verdad y que no estoy abrazando un árbol– Rió después de su comentario tonto tan particular de él. No quería reales respuestas, sólo deseaba que ella su niña, su hermana, su única manada, fuese real y no un juego de su mente.

sus pies ya casi no tocaban el suelo y su corazón no podía más de la emoción, su ropa estaba algo rasgada porque ni siquiera intentaba esquivar las ramas y de repente esa voz, su cuerpo se petrificó, su carrera paró en seco y sus ojos se quedaron presos en los ojos ajenos, era él, de verdad era él, no necesitaba más pruebas, su corazón lo sentía, su ama se lo gritaba, era su Anton, la vida se lo había devuelto. A penas y podía respirar cuando los brazos ajenos la estrecharon como hace mucho tiempo no lo hacían, de inmediato se aferró fuertemente a él como si temiera que de soltarlo el destino se lo arrebatara, por sin podía estar con él de nuevo y no dejaría que la oportunidad se escapara de sus manos, no de nuevo.- Moví el mar, el cielo y la tierra, pero ya te encontré y eso es todo lo que importa. -Dijo a tiempo que cerraba sus ojos y respiraba profundamente, como llenando sus pulmones de ese aroma que tanto había extrañado.- Conocí a una de tus amigas, una demonio que me guió al portal, estaba casi segura de que me había engañado, pero aquí estás. -Se separó un poco de él y luego llevó ambas manos a las ásperas mejillas ajenas. El rostro de la loba mostraba la más alegre de las sonrisas, sus ojos abiertos, fijos en los ojos ajenos.- Hola. -Dijo de repente y luego acercó sus labios a los labios del mayor dejando allí un corto beso, honesto, puro y lleno de cariño.

Lentamente aflojó el abrazo y retrocedió un par de pasos para poder observarlo con atención, algo en él se veía diferente, mejor de alguna forma.- ¿Qué ocurre? Estás distinto. -Dijo con una sonrisa y de repente lo notó, el aroma del mayor había cambiado, en una forma positiva, el aroma a lobo en él era mucho mayor que antes, era como si estuviese conociendo a otra versión del mismo lobo que tanto quería, su hermano, aquel que Gaia le había regalado.