Priv. Mikael | Vuelvo.

El sol de la mañana bañaba con su luz dorada el tosco pelaje gris oscuro de la loba, había sido una mañana como cualquier otra y la prueba de ello era el roedor que masticaba entre sus fauces como desayuno, no es que no quisiera cazar algo más grande, pero completamente sola no necesitaba más comida que la necesaria. Esa era una enseñanza de su madre, pues al resto de los animales también se les debía respetar como creaciones de Gaia y había agradecido como correspondía, estar sola era… extraño. Nació y creció en manada, era autosuficiente, pero eso no significaba que no se sintiera vacío estar sola. Bufó terminando de comer su bocado, nunca volvería a ese lugar, nunca aceptaría que eligieran por sobre ella, ni que un lobo tocara el cuerpo que Gaia le había entregado como una bendición, porque nacer como guerrera era un privilegio y aquel lobo tendría que ganar la oportunidad de ser el padre de sus cachorros.

La nieve cubría el campo abierto como todos los días, pero algo había en el aire que parecía distinto, el sol parecía más cálido, la nieve más amable, ¿sería un buen día? Una señal de algo importante, un susurro de la diosa que no pasaba desapercibido por la cachorra. Lo que Alexia no sabía es que tenía razón, pues en el horizonte, donde el suelo blanco creaba la división con el cielo logró divisar una figura que se acercaba a gran velocidad. No importaba si tomaba su forma humana o su forma lupina, la guerrera sabía de quién se trataba, sus ojos no podían engañarla, pues el aroma a hogar ya había llegado a su nariz y sus orejas habían captado el peculiar sonido que realizaba su hermano al correr, ese sigiloso y natural sonido como si no pesara más que una hoja.

Levantó un aullido al viento celebrando volver a verlo, era Mikael, su querido Mika. La loba corrió tan fuerte como sus patas le permitieron, su pelaje lleno de escarcha se agitaba violento por la carrera y los orbes dorados como el sol se encontraban fijos en el macho que corría a su encuentro. Se encontraba lista para saltar sobre él con cariño, como siempre lo hacía.

El pelaje negro del cachorro estaba cubierto por la nieve que se desprendía del suelo y la que recogía al correr, de esa manera se sentía libre, si hubiera una manera en la que Mika se sintiera más Lobo que humano era ésta. Las patas de Mika no se hundían en la nieve, corriendo era tan ligero como una pluma y tan veloz como una bala, había seguido el rastro de Alexia por todas partes,  pero parecía haber desaparecido demasiado rápido como para llevarle un día de ventaja. Con trabajos el lobo había parado a descansar, mucho menos a comer, su principal objetivo era encontrar a Alex.

Corriendo, el tiempo para Mika parecía no pasar demasiado rápido, incluso perdía la noción de este, pero no importaba, no dejaría sola a su hermana. El cachorro corrió sin cansancio hasta que el aroma de su hermana se hizo presente más fuerte que antes, sus ojos azul celeste buscaron el pelaje gris de Alex, pues sabia que ella no podría estar en su forma humana. Entonces la vio, la vio correr hacia él en su forma lupina, en ese imponente cuerpo de loba que ya había visto tantas veces y que había quedado guardado en su memoria.

"¡Alex, Alex!" No podía evitar pensar en ella, en que había logrado encontrarla. "¡Te encontré, por fin te encontré! " Mika no cabía en la emoción que le daba ver de nuevo a aquella loba.