[Priv. con Ragha y Rosie] Siente que el viento ha sido hecho para ti

Su cuerpo desnudo y arañado se tambaleaba mientras sus pies descalzos besaban la tierra dejando tras ella un camino de virtuoso y espeso carmín, agua de vida vertida desde las venas de su cuerpo y del cuerpo de aquellos que se atrevían a desafiarla. Su cabello chocolate se encontraba bañado en sudor, sangre y saliva, su rostro salpicado y sus manos irreconocibles, sus uñas afiladas parecían haber sido mucho más eficaces que los cuchillos de plata que habían sido utilizados para herirla, sus labios dibujaban una sonrisa suave y algo torcida, a tiempos una risa se escapaba de su boca, un melódico sonido, penetrante como los susurros de la madre tierra que le avisaban que alguien se aproximaba. Una que otra lágrima resbalaba por sus mejillas, pero no eran sus lágrimas, de entre sus enemigos no faltó quién había llorado, había rogado por el bendito perdón que les dejara continuar con vida, pero Malia no era más que un mortal y los mortales no tienen la potestad para perdonar. Levantó su mano derecha y secó esas lágrimas que mezcladas con sangre le hacían pensar en todos los llantos que aún estaban por ser derramados. Por instinto relamió sus labios dejando que el salino y metálico sabor de la bendición llenara su boca.

Selene la iluminaba desde las alturas, bañándola de una débil luz plateada, la humedad del bosque se abrazaba a su piel con fuerza como temiendo que el kaos decidiera arrebatarla de la tierra, enterrarla en lo más profundo de la umbra junto con los demonios más oscuros y destructores. En sus venas corría la sangre ardiente que quemaba como hielo seco del corazón de Siberia, sus pulsaciones dictadas directamente desde las antiguas bestias, los primeros seres que lograron transformarse en lobo. Sus ojos brillaban con las muertes que sus garras habían tomado desde el día en que el sabor de la sangre de sus adversarios tocó su lengua y cual encarnación del dios de la muerte iba por la oscuridad y los animales la reconocían.

El viento sopló con furia despeinando sus cabellos, sus ojos fueron cerrados al tiempo que escuchó unos pasos, por instinto su cuerpo comenzó a cambiar, sus músculos y huesos comenzaron a transformarse y su cuerpo se cubrió por un denso pelaje blanco como la nieve, sus ojos tomaron un tono azul eléctrico y en unos minutos su cuerpo se encontraba convertido en ese hermoso lobo. Alzó su cabeza intentando respirar profundo, podía sentirlos, ese bosque se encontraba lleno de los de su especie, tal vez por lo mismo se había encontrado con tantos cazadores. Sin pensarlo más lanzó un aullido lo suficientemente potente como para que los lobos del ambiente pudiesen notar que los estaba invitando, que no los atacaría, aunque tal vez el aroma a sangre que desprendía y las manchas en su pelaje les hicieran pensar lo contrario.

El aroma a sangre era penetrante, en aquel frío paisaje, Ragha en su forma lupina caminaba como si fuese lo más natural, no había mucha diferencia de su tierra natal, la congelada isla de Groenlandia. Al no tener un hogar, el lobo viajaba a pie o con quien le diese un aventón, y así, de alguna manera, había terminado en un lugar completamente diferente al que entendía se llamaba Nueva York. Mejor así, menos humanos, menos ruido. Pero al descender algunos estímulos, otros salían a flote, sus orejas se movían en dirección de cada crujido y su nariz descendía cada tanto al percibir el rastro de una mezcla de aromas que era muchísimo más llamativa que la de todos los animales que vivían ahí... Sangre, sudor, otro lobo y demás criaturas. ¿Había habido un combate? Pero ya no había sonido que delatara semejante situación. Ragha se detuvo y entonces lo escuchó, aquel melódico sonido que a los oídos de todo lobo era una dulce canción, amable... De manera contagiosa respondió, se sentó sobre la nieve y lentamente el lobo gris elevó su aullido hasta la luna.

"Estoy en camino" fue lo que quiso transmitir.

Se sacudió la nieve del pelaje y emprendió la carrera entre los árboles, aún se hallaba a un par de kilómetros de distancia, pero su velocidad era constante, y su restsiencia, como la de todo lobo era superior. No tardó mucho en dar con la imagen que esperaba, una loba, podía decirlo por su tamaño y por aromas que solo las hembras de su especie despedían, corrió a su lado, la vio herida y la preocupación lo embriagó, tras acortar la distancia unos metros, comenzó a caminar, agachando las orejas, el cuerpo casi agazapado, pero moviendo la cola. Podía sentir en ella una presencia diferente, superior a la propia. Así pues su instinto lo llevó a comportarse de manera sumisa, acercándose hasta ella, acariciándose suavemente contra su cuerpo, lamiendo un poco de la sangre que percibía y terminando por recostarse en el piso, pequeños lloriqueos surgían de su hocico.

A nadie le hace daño la soledad, tener un tiempo para sí mismo es vital para todo ser, aunque claro, todo en exceso es malo. Una de las cosas que le gustaba a la loba era darse tiempo así misma sobre todo cuando se encontraba en su forma lupina, disfrutaba mucho aquella apariencia no solo por el hecho de que pocos tenían la dicha de ser así –sí, ella lo veía como una bendición.- sino también porque era un secreto que compartía con su familia y sobre todo con Kendrick, el único miembro que era igual a ella. Si bien era algo casi nuevo en su vida no le molestaba, al contrario, a pesar de que al principio no deseaba ser así –debido al abandono de su madre.- poco a poco fue aceptando su naturaleza.
Caminar entre los grandes y frondosos árboles del bosque le traía paz y tranquilidad, era la primera vez que sus pequeñas patas la llevaban aquel hermoso lugar y había quedado fascinada con el tamaño de los árboles. Disfrutaba todo lo que la Gaia le ofrecía, y aquel lugar lleno de vida y paz no era la excepción.

Sus orejas se mantenían rectas y sus oídos atentos ante cualquier ruido que escuchara, mientras su mirada estaba fija en un ciervo que se encontraba comiendo tranquilamente a solo unos metros de ella. No pensaba cazarlo ni mucho menos comerlo, quería divertirse un poco al espantarlo pero eso no fue posible. Un aullido se hizo presente, provocando que tuviese un pequeño sobresalto y que el ciervo saliera corriendo. – ¿lobo? -habló en su interior mientras sentía como si su estómago se revolviera, nunca antes había escuchado uno tan cerca y comenzaba a sentir un poco de miedo; no pasó mucho tiempo para escuchar otro aullido, no parecían una advertencia ni tampoco una señal de alarma, al contrario, ella lo había percibido como amistoso por lo que decidió ir en busca de ellos. Sus patas la llevaron a toda velocidad hacia aquel lugar, ¿eran como ella? ¿Necesitaban de su ayuda? Rosie se hacía muchas preguntas, tenía una revoltura de sensaciones; estaba un poco temerosa pero estaba deseosa también de conocerlos.
Al estar cerca pudo observar los lobos debido al blanco pelaje que tenían, dándose cuenta de que ella era distinta, aunque su pelaje también era blanco la diferenciaba una franja beige que cubría su lomo. Observó la escena juguetona que tenían los ajenos y con mucha lentitud se fue acercando, hizo hacia atrás sus orejas y juntó su cola entre sus piernas con levedad quedándose a menos de dos metros de distancia, estaban ahí, frente a ella, pero no sabía cómo reaccionar solo se quedó observando el pelaje manchado de sangre que uno de ellos tenía.

El frío del viento besaba su pelaje mientras con sus ojos cerrados esperaba una señal, una razón. Gaia la había llevado hasta ese lugar, pero ¿A qué? Su corazón bombeaba rápido como si otra batalla estuviese a segundos de desatarse, pero Amalia Borgia sabía que aquello era simplemente toda la ansiedad que como guerrero no había mostrado mientras mataba a sus enemigos. De pronto un aullido rompió el silencio, uno potente, pero suave, como si de un miembro de su familia se tratara, una melodía.

De inmediato algunos animales que se encontraban cerca comenzaron a esconderse, podía escucharlos, podía sentirlos y si bien los licántropos eran parte de la naturaleza había en ellos una carga humana que los acompañaba siempre, sobre todo luego de lo que había pasado, los animales olían el humano en Amalia y se alejaban, pero no estaría sola, no por más tiempo. Lo primero que sintió fue su aroma, distintivo, especial, lo segundo fue escucharlo, estaba corriendo en dirección hacia ella y lo último la visión de un lobo gris, hermoso, perfecto. Poco a poco movió su cuerpo en encuentro del ajeno, lo observó con atención y de inmediato infirió que debía tratarse de un solitario o de un lobo que hace mucho no tenía manada, pues su primer instinto no fue atacar, no fue hacer daño, todo lo contrario. Los ojos de la loba no se despegaron del cuerpo ajeno hasta que otro aroma llegó.- "Somos muchos, muchos más." -Aquella frase entre aullidos suaves salió de sus fauces, las mismas que hace segundos estaban triturando un cráneo.- "¿Cómo te llamas, hermano mío? ¿Cómo has llegado a este lugar?" -El aroma de aquel gris lobo no era igual al del bosque, tal vez eso le hizo estar segura de que al igual que ella se trataba de un pasajero temporal.

En minutos una nueva imagen, la dueña de ese olor que antes había sentido.- "Acércate, estás entre amigos." -No pensó ni por un segundo en usar su habla mental, tal vez porque no estaba acostumbrada, pero más allá de eso, porque cuando estaba entre lobos sólo dejaba que su instinto fuese el que actuara.- "Tú si hueles a este bosque, tal vez Gaia te ha enviado para guiarnos." -Dijo dando unos pasos más hacia ella. El cuerpo de Amalia aún se encontraba algo débil, aunque la regeneración ya se estaba haciendo cargo de sus tejidos. No había duda en su corazón, ese no era un encuentro casual.

El lobo gris se había vuelto a poner en pie pero siempre mantenía la cabeza gacha, no dudó en responder a las palabras de la loba.- "Ragha, me llamo Ragha." - fue lo que dijo más nos e atrevió a preguntarle el suyo, esperaba que ella tomara la decisión de confesárselo si es que eso deseaba. Ragha estaba acostumbrado a esa clase de jerarquías, él siempre fue el de rango más bajo de la manada y su respuesta a la convivencia con otros lobos era automática. Nunca haciendo su presencia resaltar por encima de otros. Su lado humano estaba muy alejado de su consciencia, a fin de cuentas, Ragha se veía a sí mismo más como un animal que como aquellas criaturas bípedas.- "Vengo de un lugar muy lejano, pero parecido a este..." - admitió el chico.- "tuve que huir de casa, y terminé muy lejos, solo he vagado desde entonces."

El aroma de otro lobo, sumado a las confirmaciones de la adversa, hicieron que Ragha alzara las orejas y con la mirada buscase de donde provenía el sonido, la vio entonces, otra hembra, parecía algo más pequeña, de entre los tres él era el de mayor tamaño debido a su condición de macho. Así como la loba cuyo llamado había seguido decía, la recién llegada olía como el bosque.-

Eran hermosos, grandes y con un porte único, nunca antes había visto ni estado tan cerca de otros lobos que no fuesen su madre o hermano, por lo que la inseguridad era un poco obvia en ella, sin embargo, al escuchar lo que la contraria decía la hizo sentir un poco tranquila y se acercó a ella de inmediato al notar que verdaderamente estaba herida. Al parecer ambos no eran de regiones cerca de Canadá debido a lo que la hembra le decía, pero no por eso se comportaría distante con ellos, al contrario, les ayudaría en todo lo que le fuera posible.

Instintivamente pasó su nuca por el lomo de la contraria en forma de cariño y no dudó en hacerlo con el macho que se encontraba presente también, aun así mantenía sus orejas bajas y su cola entre las piernas. Notó el aroma que tenían ambos, era uno familiar, podía jurar que era parecido al de su madre y hermano, pero suponía que no era muy adecuado preguntar.  – ¿Están perdidos? ¿Y…su manada? ¿Tuvieron una pelea? –preguntó para ambos mientras los miraba alternadamente, al parecer el macho no tenía rastro alguno de sangre como la hembra pero no estaba de más el preguntar.
Aquel momento producía muchas sensaciones en la loba, tanto de felicidad como de nervios, era nuevo para ella convivir con seres iguales a ella, y no sabía muy bien cómo comportarse frente a ellos. -Si no tienen un lugar donde descansar yo les puedo ofrecer mi hogar. -las heridas de la loba le habían recordado la ocasión en que su hermano había regresado de la misma forma, ¿También se encontró con cazadores? era muy probable, y con más razón debían de refugiarse en un lugar seguro.

Ragha, ese era el nombre del primer lobo, un ser tranquilo o al menos eso parecía, pero algo temeroso, más bien parecía asustado, pero ¿Asustado de qué? Ta vez eran simplemente respuestas condicionadas, Amalia comprendía muy bien lo que ciertas costumbres podían hacerle a los lobos.- "Pueden llamarme Malia, ambos" -Hablaba en pequeños gruñidos mientras se acercaba primero al lobo gris oliendo su nariz y luego dejando una pequeña lamida allí, luego.- "Lamento que hayas tenido que huir de tu hogar, Ragha, pero tal vez Gaia tenía planeado un nuevo hogar para ti." -Luego de decir eso se pensó en acercarse a la loba de menos tamaño, pero ella lo hizo primero. Amalia se quedó quieta y sintió aquel calor que el contacto de la hembra le ofrecía, era agradable, amigable, hermanable.- "Ragha y yo no nacimos en la misma manada, pero si, creo que ambos estamos en la misma situación, sin hogar por el momento" -Hablaba en ese animal lenguaje, pero sonaba feliz, lo que podía llegar a parecer chocante por el hecho de que estaba cubierta de sangre.- "Creo que no puedo esconder que estuve en una batalla, pero estoy bien, mis heridas están casi regeneradas, sólo que creo que debemos salir de las cercanías, no sé a cuantos cazadores herí, pero sé que ellos siempre andan en grandes grupos." -Sabía que había hecho más que herirlos, pero no quería asustar a los lobos, sobre todo porque podía sentir que eran jóvenes aún y sus acciones le hacían pensar que se trataba de dos cachorros sin manada, no era la mejor idea asustarlos o aterarlos.- "Gracias por ofrecernos tu hogar ¿Cómo podemos llamarte?" -Preguntó a la loba esperando que ella los guiara, Amalia era la clase de lobo que confiaba completamente en Gaia y si los había encontrado allí debía ser por algo.

Antes de seguir a la loba o de hacer cualquier otra cosa lanzó un aullido, uno fuerte y completamente diferente al anterior, uno de alerta para que cualquier lobo que se encontrara en el bosque supiera que habían cazadores cerca, una advertencia para que tuvieran cuidado.