El bosque me atrapa | Rosie

Adoraba el aire libre. Vivir en una ciudad no era lo mejor para ella. Creció escuchando el ruido del tráfico, las personas en las calles. Pero nunca se sintió tan libre como cuando estaba perdida en medio del bosque. Los olores, las fragancias que las plantas regalaban. El sonido de los pequeños animales, las ramas rotas al caminar. El cielo azul, oculto entre la alta vegetación, el sol tratando de colarse por los pequeños huecos que las hojas permitían. Creció en la ciudad, pero su corazón siempre residió lejos de ella. Pensó muchas veces que era debido a sus genes. Su madre no pertenecía a este mundo, solía llevarla con ella cuando busca hierbas nuevas que investigar. Y su padre, había servido demasiado tiempo en lugares tropicales y boscosos que para él, la ciudad solo era un pequeño refugio.

Aquella mañana de septiembre, decidió mantener la tienda cerrada y conducir hasta el bosque más cercano, porque sinceramente necesitaba escapar. Apenas había dormido más de dos horas, los sueños a veces se hacían demasiado intensos. Despertaba jadeando en busca de aire. Como si realmente hubiera estado corriendo. A veces incluso sudando, manchada de tierra. Prefería no pensar en ello, con una ducha rápida y caliente borraba esos recuerdos, porque las horas de sol era un regalo para ella.

Las hojas que empezaban a caerse, crujían bajo sus botas. El cesto en su brazo, contenía un montón de hierbas, frutos y flores que ya había recogido. Solía perder la noción del tiempo cuando estaba allí. Habrían pasado algunas horas, seguramente, ya que el sol estaba más bajo. Quizás medio día tal vez. Necesitaba solo un par de flores más y regresaría. Eso es lo que llevaba diciéndose una hora. La pequeña caléndula estaba resistiéndose a aparecer. La última mata que encontró estaba totalmente destruida por pisadas, seguramente algún animal decidió que era un buen lugar donde descansar. – Vamos vamos, aparece – susurró para ella misma, en un tono algo más cantarín de lo que le hubiera gustado admitir cuando vio a lo lejos el color purpura del Cantueso. – Supongo que también me sirves tú. – Fue el último comentario que hizo, arrodillándose en el suelo para cortar algunas de las flores que se mostraban ante ella. Solo algunas pequeñas muestras más y volvería a casa. Quizás.