Talia — Ángel

{♠} Edad: Dieciocho.
{♠} Ocupación: Guardiana.
{♠} Nacionalidad: Celestial.
{♠} Avatar: Elle Fanning.
{♠} Raza: Ángel.
{♠} Habitante de: Nunca Jamás.




¿Cómo describir a Talia? Podríamos considerarla una persona amable, alegre y llena de entusiasmo, con ese toque infantil que podría alegrarle el día a más de uno, pues siempre intenta sacarle una sonrisa a aquellos que la necesiten… Y a los que no, pues sabe la importancia que tiene sonreír de vez en cuando. Orgullosa como ella sola, siempre intenta mostrarse fuerte y segura en todo momento, aunque en el fondo es mucho más insegura y endeble de lo que le gustaría, es por eso que los comentarios negativos sobre ella le hacen más daño del que de verdad muestra. También tiene un lado serio que sale a relucir cuando siente que las cosas no marchan bien o cuando ve que las personas que le importan están en peligro, casi como una manera de defensa que se ha visto obligada a perfeccionar con el tiempo pues para ella tener la cabeza fría en momentos de crisis se ha vuelto algo obligatorio por experiencia.

No suele ser una persona desconfiada a no ser que le den razones para ello, pues Talia no juzga a nadie por las apariencias ya que primero necesita conocer a esa persona para atreverse a hacerlo. La lealtad también podría considerarse es un aspecto importante de la personalidad del ángel, ya que si te ganas su amistad probablemente tendrás una amiga para toda la vida. Suele ser reservada, pero solo hasta que llega la gota que hace el vaso rebosar, ya que si alguna vez eso ocurre soltará todo lo que piense sin pensar siquiera en ello ni en el daño que podría causarle sus palabras a esa persona. Nunca ha conocido esa sensación que según muchos poetas mueve el mundo, para ella el amor es algo completamente desconocido, pero no niega su existencia y la posibilidad de conocer el amor de su vida en algún momento de esta.




Todos hemos querido y amado alguna vez en nuestra vida. Podría decirse que el querer a algo o a alguien es parte de esta pues incluso esas personas que se muestran duras y aparentan no sentir absolutamente nada en algún momento de su vida también abrieron su corazón. Pero, ¿qué pasa cuando todo se termina? ¿Qué haces cuando el objeto de todo tu aprecio desaparece de golpe? ¿Lloras? ¿Gritas? ¿Buscas una solución al problema? Pero... ¿Y si no tiene solución? ¿Y si se ha ido para nunca volver? Te aferras a la mentira, niegas, lloras, crees que es imposible, que debe ser un sueño, que esto realmente no te está pasando a ti.

Sin embargo la realidad, el mundo, incluso la sociedad pasado un tiempo, son duras. Te hace recordar que no está, que no volverá, que de el objeto o la persona que apreciabas solo te quedan los recuerdos. Más esto no es del todo malo, no te puedes quedar toda tu vida llorando entre las sábanas de la mentira y regodeándote en tú desgracia, debes limpiarte las lágrimas, levantarte y poner buena cara a las adversidades, aunque esta sea falsa. Debes luchar, debes aprender a vivir con el dolor, debes demostrar que eres fuerte, debes... Intentar ser feliz. Ya sea por las personas que quieres, por tu amor perdido o por ti mismo. Porque al fin y al cabo, eso es lo que todos queremos, ¿no? Ansiamos la felicidad.


Las nubes de tormenta cubrían por completo el cielo, dejándolo tintado de un gris desvaído que avisaba de la pronta aparición de la lluvia. El silencio era lo único que se podía oír con la excepción del crepitar del escaso fuego que seguía devorando lentamente lo poco que quedaba de las construcciones del lugar. ¿Por qué no había podido salvarlos? ¿Por qué era tan débil? Los gritos de las personas repitiendo una y otra vez su nombre con desesperación e implorando ayuda no abandonarían jamás la mente de la joven de alas blancas que, aún magullada y manchada de sangre y hollín luchaba por lo que quedaba de su hogar con el corazón en un puño.

¿Cómo había llegado a esto? ¿Cómo había permitido que todo se descontrolara de ese modo? El ruido del aire siendo cortado fue el sonido que hizo que el cuerpo del ángel reaccionara instintivamente y se echara a un lado, esquivando con torpeza las duras plumas que aquel cuervo monstruoso había lanzado contra ella a modo de ataque. No sabía exactamente cuento tiempo llevaba peleando pero sentía que podrían ser días, y aunque el cansancio hubiera llamado hacía bastante a su puerta y las ganas de seguir adelante fueran nulas no podía permitirse rendirse aún, no después de haber llegado tan lejos y lograr acabar con el resto de criaturas.

La rubia trastabilló un par de pasos, y una vez consiguió recuperar algo de equilibrio no tardó en volver a colocarse en posición de combate para apenas unos cuantos segundos después lanzarse hacia el enemigo con la espada por delante, rogando que aquel fuera el golpe de gracia que acabaría por fin con su desdichada existencia. El graznido de dolor no se hizo esperar cuando el hierro atravesó la carne, y en cuanto el enorme cuerpo sin vida del ave se desplomó en el suelo el ángel no dudó en deslizar la palma de su mano por la hoja del arma para luego derramar la sangre resultante de aquella acción sobre el cuerpo de la criatura, el cual emitió un siseo en cuanto el líquido escarlata entró en contacto con él, provocando que unos cuantos segundos después el amasijo emplumado comenzara a retorcerse como si la vida hubiera vuelto a él hasta que sólo quedó el cuerpo de una niña pequeña de cabello cobrizo rodeada de plumas tan oscuras como una noche sin estrellas.

Ellos habían confiado en ella, les había jurado protegerlos con su vida... y les había fallado. Había dejado que la maldición se expandiera y acabará con ello de esa forma, llenándolos de sufrimiento y despojándolos de toda esperanza y humanidad. No se molestó siquiera en intentar mirar a la niña, no tuvo el suficiente valor para hacerlo, por lo que tras dejar su espada clavada junto al cadáver se decidió a marcharse. No sabía ni tenía a donde ir, toda su vida en el mundo humano se había desarrollado allí, pero perderse en tierra de nadie le parecía mucho mejor opción que quedarse. Echó un último vistazo cargado de tristeza a las ruinas humeantes del pueblo que la había acogido como una más cuando tan solo era una niña desorientada y perdida, abandonándolo luego a toda prisa acompañada por una suave llovizna que interpretaría el papel del telón que pondría fin a aquel acto su vida.  

El tiempo no tardó en acumularse a su espalda y los segundos no tardaron en hacer lo mismo, convirtiéndose así en meses, meses en los que la joven de pelo rubio vagaba por el mundo en busca de un nuevo lugar donde establecerse, un lugar donde sentirse a gusto y al que pudiera llamar hogar.

Más en el aquel mundo plagado de desgracia no había sitio para un ángel que ya no deseaba serlo, en cada lugar que visitaba las personas no paraban de molestarla en busca de ayuda en cuanto se enteraban de su verdadera naturaleza y, aunque ella se negara y tratara de explicarles que no podía hacer nada por ellos, no servía para nada. Y así, tras haberse cansado de ir saltando de lugar en lugar terminó encontrando un extraño portal que la llevó a un nuevo mundo en el que más tarde descubriría que podría llevar una vida feliz y alejada de las personas que querían que fuera algo que simplemente había perdido la ilusión de ser.


Era un día normal, tranquilo como lo eran todos desde que había llegado allí, o al menos en teoría, pues en cuanto abandonó el cobijo que le proporcionaba el bosque y sus pies pisaron el césped que rodeaba el lago supo que algo andaba mal. No se oía nada aparte de el sonido del agua, ni un pájaro, ni un triste animal, incluso la suave brisa que solía mecer las hojas de los arboles parecía haberse unido a aquel extraño voto de silencio. Alarmada, la mirada del ángel se deslizó por todo el lugar en busca del causante de todo aquello, sorprendiéndose al divisar a un gran lobo herido que reposaba inmóvil en la orilla del lago.

Su instinto de guardiana reaccionó por ella y antes de ser realmente consciente de lo que hacía ya había salido corriendo hacia él y se encontraba arrodillada al lado del animal, comprobando para su alivio que, aunque herido, el animal seguía aferrándose a la vida. Con voz dulce le murmuró un par de palabras de alivio mientras una de sus manos acariciaba con ternura la cabeza del animal en un intento por hacerlo sentir mejor aún sabiendo que de todas formas no le entendería. Las caricias continuaron durante un rato, y una vez el lobo cayó inconsciente entre sus brazos no tuvo otra opción que llevárselo a su casa.

Se había prometido a si misma no volver a implicarse de aquella forma con nadie, pero, ¿en qué clase de persona se convertiría si lo abandonaba a su suerte y dejaba morir allí? Talia se encargó de curar todas y cada una de las heridas del animal, pero éstas eran tan numerosas y de tal gravedad que no le extrañó que, aún estando sano ya desde hacía días aún no hubiera despertado. Si bien la preocupación había desaparecido junto a la última cicatriz aún asi estuvo día y noche pendiente de él, procurando no separarse más de lo necesario de la cama en donde descansaba para así poder estar a su lado cuando despertara.

Con una sonrisa de alegría iluminando su rostro los ojos del ángel se mantuvieron fijos en el lobo blanco que estaba de pie sobre la cama, irradiando felicidad por verlo despierto al fin. Sin embargo nada salió como había esperado, ya que en cuanto trató de acercarse a él salió corriendo para luego huir a través de la ventana de un salto. No iba a mentir, que se fuera de aquella manera le apenó, después de todo no había podido evitar tomarle cariño, pero que volviera al bosque era algo que más o menos que debía haberse esperado... ¿O no? A pesar de eso la sonrisa no abandonó su rostro, porque aunque en el fondo estuviera triste, el saber que el can ahora estaba bien gracias a ella había logrado sacar parte de la espina que desde hace tiempo le atenazaba el corazón. Llegando a pensar que quizá, a pesar de todo, ser un ángel no era algo tan malo y que quizá en un futuro podría volver a ser la misma chica que fue en un pasado. Volver a ser Haziel.




{♠} Gustos: El frío, el color blanco, la naturaleza, las noches estrelladas y la ropa de invierno.
{♠} Disgustos: Los sabores amargos y ácidos, el humo, la violencia innecesaria, los días demasiado calurosos, las personas prepotentes, mentirosas, malhabladas o carentes de educación u amabilidad.
{♠} Fobias: No ser capaz de proteger a las personas que ella considera importantes.
{♠} Otros: Mantiene su nombre angélico como un secreto desde el incidente.
Utiliza el nombre Talia en lugar del verdadero.