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Into the Darkness is licensed under a Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional LicenseEste foro es responsabilidad de la Administración y los moderadores, los elementos utilizados en los documentos de cada raza fueron obtenidos en gran parte de libros de rol de mesa, las imágenes fueron obtenidas de Google, tumblr y bing.
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Priv; Mephisto. ━ Where's my love?
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Priv; Mephisto. ━ Where's my love?
Nueva York, Central Park. Estados Unidos.
26.agosto.04:57am.
26.agosto.04:57am.
She hides away, like a ghost. Does she know that we bleed the same?
Don't wanna cry but I break that way.
Don't wanna cry but I break that way.
Es un sentimiento extraño el saboreado en la punta de la lengua porque si bien sucede eso que jamás llegó a esperar, Winter tiene la aterida sensación de que tarde o temprano desaparecerá entre los dedos cuales granos de arena. Como una inquietud instándose en el centro del pecho observa a Kaori con devoción extraordinaria porque ella es y siempre será, pase lo que pase; la única persona en su mundo. Pero ese no sé qué agitándose en el interior no le permite conciliar el sueño. No sabe por qué. Recostado sobre la cama se halla y mirando a la pared también mientras su cuerpo delgado es cubierto por una sábana tan fina como lo es su propia piel. Kaori insiste, sólo un poco, en que debe cuidarse más que nunca porque si bien está vivo ninguno de los dos sabe con certeza si es definitivo o tan sólo un efímero regalo otorgado por algún dios benévolo. Winter no la escucha lo suficiente porque el calor produce en su ser un desagrado notorio.
Y no es sólo aquello atormentando los sueños del muchacho.
Hay una presión en la boca del estómago. Se conecta con el nudo oprimiendo entre las costillas a la altura del corazón. Winter ejecuta movimiento de manera refleja, como un gesto tantas veces obrado que para estas alturas resulta automático. Primero son las muñecas lo que revisa, glaciales pupilas de vibrante índigo paseándose por la nívea dermis hasta recorrer el camino en ascenso de esas azuladas venas bajo la piel. Un instante después las yemas trémulas acarician de un lado hacia el otro la insegura nuez. Traga un par de veces, se recrea en la sensación. No respira, todavía, a su propio parecer. Pero se acerca.
Y es por última instancia que ambas palmas presionan ahí en dónde el corazón late y bombea. Winter lo siente mientras cierra los ojos y trata con gran entusiasmo de no perturbar el sueño de su hermana. Pero si es lo suficientemente honesto consigo mismo como para no salir corriendo en dirección contraria a sus nuevas inseguridades, Winter no puede evitar cerciorarse de los latidos acompasados retumbando en los oídos. Sólo necesita concentrarse un momento, un segundo, y ahí estarán. El muchacho suspira con mucha suavidad tal cual temiera interrumpir los sueños de la persona a su lado, tiene los ojos cerrados y el cabello largo le cosquillea en los hombros.
━ Kaori, voy a salir un momento. ━ musita con tanto amor en la voz que el susurro bajo parece prácticamente imperceptible pues no habla con palabras, no en realidad, lo hace con el alma. Con los labios apoyados tenues sobre la sien izquierda, con esos traviesos mechones cosquilleando inocentes. Ella tan sólo asiente antes de observarle de reojo porque han sido casi dos semanas juntos, sin separarse, conociéndose por segunda vez. Redescubriéndose. Winter se mueve con tanto sigilo que para cuando Kaori le busca en la oscuridad el muchacho ha desaparecido por completo, como si jamás hubiera estado allí, dejando tras de sí esa fragancia como a bosque nevado y luz de luna derramándose sobre el agua. Diminutos copos de nieve marcando el camino que ha seguido.
Winter tiene las manos metidas dentro de los bolsillos y mil mariposas revoloteando en su cabeza, algunas descienden en picada hasta el estómago tan sólo para quedarse ahí porque todavía la opresión no desaparece y la ansiedad es como aguijón de escorpión punzando justo encima del corazón. La ciudad se le antoja cual bosque conformado por metal y cristal, sus habitantes impredecibles, su propia noción de la realidad un obstáculo a superar; y sin embargo, para cuando el ritmo de una canción desconocida seduce a sus oídos Winter alza el rostro pocos segundos antes escondido tras el cuello amplio de la sudadera portada. Es incapaz de ejecutar paso, mas, no lo encuentra necesario, porque ahí entre los árboles y las faldas mortecinas de Diana una mujer se mueve con tanta pasión que lastima a su corazón. Las lágrimas resbalan de las pestañas una vez aglomeradas en sus párpados entrecerrados. Su estómago se aprieta. Los anhelos explotan. Y la mente recuerda.
I am searching high, I'm searching low in the night.
Did you run away, I don't need to know. If you ran away, come back home.
Just come home.
Did you run away, I don't need to know. If you ran away, come back home.
Just come home.
- Icebreaker 1
- Puntos de Vida :30Mensajes :32
Winter
Re: Priv; Mephisto. ━ Where's my love?
No es casa.
Nada le sabe a hogar ya. A pesar de que está con Caliel, con Julia y certero de que el resto de su familia se encuentra cerca, últimamente el Rey no se siente con corona, porque su esencia se está viendo perturbada por las dudas de siempre que ya no sabe cómo responder ni como ignorar. Hay veces, más frecuentes desde que volvió a marcharse de la vorágine de las batallas vacías, en que siente que quiere volverse loco porque le está costando mantener los hilos de su propia cabeza atados. No. Son los hilos de su corazón. Ese corazón humano que ya no quiere en su pecho porque pertenece al que lo abandonó como si fuera basura. Y si bien no le duele porque en realidad resiente la debilidad de aquél, se siente incompleto porque sabe que lo que en las venas le corre no se corresponde con lo que trota en sus neuronas.
Ya no es capaz de pensar con tanta claridad y eso le enerva. Ya no es capaz de sentarse a meditar y calcular cada paso porque duda de si es eso lo que necesita o si debería simplemente entregarse a lo que la piel le manda. Lobo. Necesita conocer a su bestia, ¿o será que quiere dormirla? No puede decidir eso siquiera, si es una idea o una sensación. Bien sabe que no es lo que era y que sólo seguirá cambiando a medida que el tiempo pase porque no es de los que sabe mantenerse estáticos. Lo que le preocupa esa madrugada – nuevamente lleva demasiadas noches sin dormir – es si de tanto cambiar será capaz de seguirse reconociendo.
Se toca el cabello, se mira las manos. Se ve exactamente igual que hace 5 años. Pero si pudiera mirarse a los ojos sin caer en su propia trampa, está seguro de que no vería ni a luces lo que solía ser. Luces. Eso es lo que últimamente le mantiene despierto. Necesita luz. ¿De verdad? Un Jardín Salvaje se lo hizo ver y desde ese día se ha vuelto obsesión. Se cuestionó su propia naturaleza y se dio cuenta de que en realidad no tiene una naturaleza. Le duele la cabeza y el aire se vuelve denso en la habitación, asfixiándolo porque eso es lo que aprendió con Asmodeo. Que el aire en realidad es muerte. No quiere volver a casa, no tiene una casa y sus pies lo llevan lejos. Un deseo lo lleva más lejos. Aparece en el último lugar que quería volver a pisar. No le gusta Nueva York, le desagrada porque todo lo que le repele se congregó allí en su tiempo. ¿Tanto se detesta que sin esperarlo se materializó en Central Park?
Llevaba bajo el brazo el violín, ese que antaño en esa misma ciudad compró, con el que llamó a Eurídice, la que jamás volvió. Una de las tantas. Otro fantasma más para la colección. Ahora está el instrumento bajo su barbilla y el arco acaricia las cuerdas con una pasión dormida, una que estaba enterrada bajo capas y capas de razón. El polvo se levanta y es polvo de estrellas. La música resuena y vibra en la electricidad del ambiente. Nadie hay a esas horas hasta que de pronto una mujer llega - ¿O ya estaba allí? ¿Será real?- y descalza se despoja de todo lo que Mephisto teme y añora, porque en su danza no hay reservas, en su movimiento se pintan colores absurdos, imposibles, dualidades que arrancan risas de su rostro y lágrimas de su oscura alma. La observa absorto y sus dedos tocan como si el vacío que porta fuera gravedad y absorbiera en él todo lo que existe hasta destruirlo y dejarlos insignificantes en medio del universo.
No puede parar. Le duele si lo hace, le duele si no lo hace y gracias a Dios – Oh ironía- es masoquista hasta la médula. La mujer le sonríe, le calienta los pensamientos y no logra enfriar su corazón. Quiere ya no tenerlo en el pecho. Quiere que alguien se lo arranque y lo pisotee o que le de alas para que volando se escape de su jaula y jamás regrese. ¿Cómo va a vivir con esto? ¿Cómo puede seguir si ya no recuerda cómo sentir? Necesita dejar de filtrarlo, necesita que lo efímero vuelva a serlo y que lo eterno acabe por terminar. No tiene sentido alguno lo que piensa y así mismo es la música que produce.
Justo cuando se creía a punto de desfallecer sus ojos cubiertos reparan en una figura que le parece una ola de frío azotando su realidad. El soberano de todos los fantasmas está a sólo metros de ellos y observa con cristales en los ojos la escena que su desasosiego ha comenzado. El arco resbala de sus dedos y la música cesa, la mujer se detiene y el tiempo con ella.
Nada le sabe a hogar ya. A pesar de que está con Caliel, con Julia y certero de que el resto de su familia se encuentra cerca, últimamente el Rey no se siente con corona, porque su esencia se está viendo perturbada por las dudas de siempre que ya no sabe cómo responder ni como ignorar. Hay veces, más frecuentes desde que volvió a marcharse de la vorágine de las batallas vacías, en que siente que quiere volverse loco porque le está costando mantener los hilos de su propia cabeza atados. No. Son los hilos de su corazón. Ese corazón humano que ya no quiere en su pecho porque pertenece al que lo abandonó como si fuera basura. Y si bien no le duele porque en realidad resiente la debilidad de aquél, se siente incompleto porque sabe que lo que en las venas le corre no se corresponde con lo que trota en sus neuronas.
Ya no es capaz de pensar con tanta claridad y eso le enerva. Ya no es capaz de sentarse a meditar y calcular cada paso porque duda de si es eso lo que necesita o si debería simplemente entregarse a lo que la piel le manda. Lobo. Necesita conocer a su bestia, ¿o será que quiere dormirla? No puede decidir eso siquiera, si es una idea o una sensación. Bien sabe que no es lo que era y que sólo seguirá cambiando a medida que el tiempo pase porque no es de los que sabe mantenerse estáticos. Lo que le preocupa esa madrugada – nuevamente lleva demasiadas noches sin dormir – es si de tanto cambiar será capaz de seguirse reconociendo.
Se toca el cabello, se mira las manos. Se ve exactamente igual que hace 5 años. Pero si pudiera mirarse a los ojos sin caer en su propia trampa, está seguro de que no vería ni a luces lo que solía ser. Luces. Eso es lo que últimamente le mantiene despierto. Necesita luz. ¿De verdad? Un Jardín Salvaje se lo hizo ver y desde ese día se ha vuelto obsesión. Se cuestionó su propia naturaleza y se dio cuenta de que en realidad no tiene una naturaleza. Le duele la cabeza y el aire se vuelve denso en la habitación, asfixiándolo porque eso es lo que aprendió con Asmodeo. Que el aire en realidad es muerte. No quiere volver a casa, no tiene una casa y sus pies lo llevan lejos. Un deseo lo lleva más lejos. Aparece en el último lugar que quería volver a pisar. No le gusta Nueva York, le desagrada porque todo lo que le repele se congregó allí en su tiempo. ¿Tanto se detesta que sin esperarlo se materializó en Central Park?
Llevaba bajo el brazo el violín, ese que antaño en esa misma ciudad compró, con el que llamó a Eurídice, la que jamás volvió. Una de las tantas. Otro fantasma más para la colección. Ahora está el instrumento bajo su barbilla y el arco acaricia las cuerdas con una pasión dormida, una que estaba enterrada bajo capas y capas de razón. El polvo se levanta y es polvo de estrellas. La música resuena y vibra en la electricidad del ambiente. Nadie hay a esas horas hasta que de pronto una mujer llega - ¿O ya estaba allí? ¿Será real?- y descalza se despoja de todo lo que Mephisto teme y añora, porque en su danza no hay reservas, en su movimiento se pintan colores absurdos, imposibles, dualidades que arrancan risas de su rostro y lágrimas de su oscura alma. La observa absorto y sus dedos tocan como si el vacío que porta fuera gravedad y absorbiera en él todo lo que existe hasta destruirlo y dejarlos insignificantes en medio del universo.
No puede parar. Le duele si lo hace, le duele si no lo hace y gracias a Dios – Oh ironía- es masoquista hasta la médula. La mujer le sonríe, le calienta los pensamientos y no logra enfriar su corazón. Quiere ya no tenerlo en el pecho. Quiere que alguien se lo arranque y lo pisotee o que le de alas para que volando se escape de su jaula y jamás regrese. ¿Cómo va a vivir con esto? ¿Cómo puede seguir si ya no recuerda cómo sentir? Necesita dejar de filtrarlo, necesita que lo efímero vuelva a serlo y que lo eterno acabe por terminar. No tiene sentido alguno lo que piensa y así mismo es la música que produce.
Justo cuando se creía a punto de desfallecer sus ojos cubiertos reparan en una figura que le parece una ola de frío azotando su realidad. El soberano de todos los fantasmas está a sólo metros de ellos y observa con cristales en los ojos la escena que su desasosiego ha comenzado. El arco resbala de sus dedos y la música cesa, la mujer se detiene y el tiempo con ella.
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