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The perfect blizzard [Privado|Il Capitano]
:: Zona On Rol :: Mundo
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The perfect blizzard [Privado|Il Capitano]
The perfect
blizzard
blizzard
Aquel mundo jamás sería agradable para él, pero porque existía una buena razón, el calor, el asqueroso y horrible calor que hacía siempre en la zona Sur de aquel planeta, sin embargo existía un lugar en aquel mundo que le recordaba al propio. Uno donde todo era blanco, puro y hermoso, donde podía sobrevolar los cielos y ser confundido por los satélites como un trozo más de nieve. Uno de aquellos hermosos sitios era Noruega y allí era donde se encontraba precisamente, ¿La razón? Esperaba a un nuevo portal que le abriera el camino a un nuevo mundo donde con suerte se reencontraría con su hija y podrían conversar a la manera de ambos sobre los viajes y las aventuras.
Caminando por la espesa blancura, envuelto en un manto de pieles no tardó mucho en convertirse en un hermoso y enorme Icebreaker, ni siquiera se molestaba en ver si había alguien porque en la zona donde se encontraba había puro bosque nevado y montañas, el príncipe de hielo alzó el vuelo con gran rapidez, estar en su verdadera forma le ayudaba a pensar, le ayudaba a estar en paz interior, porque en aquella forma no necesitaba otra cosa más que batir las alas y volar tan alto y lejos como se le antojara, como si fuera el rey del mundo. Y voló, voló y voló dando vueltas por un enorme bosque teñido de blanco, hasta que sus alas vacilaron un poco y decidió bajar a un claro para descansar, aún en su forma de Icebreaker, apoyándose en el suelo de una manera que casi parecía que era un pájaro herido y cerrando los ojos, ignorando si habría o no, alguien allí, no le importaba, el príncipe estaba en su mundo, en su reino, no le importaba para nada si alguien le veía en aquella forma.
Caminando por la espesa blancura, envuelto en un manto de pieles no tardó mucho en convertirse en un hermoso y enorme Icebreaker, ni siquiera se molestaba en ver si había alguien porque en la zona donde se encontraba había puro bosque nevado y montañas, el príncipe de hielo alzó el vuelo con gran rapidez, estar en su verdadera forma le ayudaba a pensar, le ayudaba a estar en paz interior, porque en aquella forma no necesitaba otra cosa más que batir las alas y volar tan alto y lejos como se le antojara, como si fuera el rey del mundo. Y voló, voló y voló dando vueltas por un enorme bosque teñido de blanco, hasta que sus alas vacilaron un poco y decidió bajar a un claro para descansar, aún en su forma de Icebreaker, apoyándose en el suelo de una manera que casi parecía que era un pájaro herido y cerrando los ojos, ignorando si habría o no, alguien allí, no le importaba, el príncipe estaba en su mundo, en su reino, no le importaba para nada si alguien le veía en aquella forma.
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Re: The perfect blizzard [Privado|Il Capitano]
Vivir entre humanos era toda una novedad también. ¡Tan extraño! Todos esos humanos viviendo a su extraña y graciosa manera. Todos iguales en algunas cosas, todos distintos en pocas otras. Había visto muchísimos de ellos en cada una de las ciudades que había visitado pero esa semana, ese día, esa hora, se encontró en la mismísima soledad. ¡Soledad y blancura! Fría y maravillosa blancura.
En los meses que se había hecho pasar por humana, Il Capitano había descubierto cosas conocidas con una función totalmente diferente. La nieve era una de ellas; hermosa, atractiva y única. ¡Inofensiva y mortal! ¡Al mismo tiempo! Pero tan, tan inútil fuera de una tormenta. En Imaginación existían diferentes tipos de nieve; ella misma había visto esas enormes ruinas de copos, cinco veces su tamaño real, que alguna vez fueron los pilares de una misteriosa fortaleza. Había visto también cómo algunos imaginarios utilizaban nieve como arma, como defensa, como hogar y en los árboles. Especialmente en los árboles, permaneciendo blanca y brillante por siempre.
Pero en Mundo sólo caía, se amontonaba y se derretía. Y por eso había decidido hacer esa inusual excursión, pese al riesgo que su cuerpo humano correría. Quería ver, quería estar en un lugar en donde la nieve fuera la protagonista, el manto que todo lo cubría.
Hacía frío, mucho frío, pero no importaba. Caminaría. Exploraría. Se daría el gusto. Armada con la ropa más abrigada que pudo encontrar, botas, guantes, bufanda, prendas y más prendas; así recorrió, durante horas y sin rumbo alguno, el enorme bosque tan blanco, tan vacío, tan hermoso y peligroso. Quería ver, eso era todo. Y sentir, la nieve que caía constantemente, la ventisca que nunca cesaba.
Caminó hasta que las piernas le ardieron, hasta que no pudo más. Cansada, agitada y con la sangre helada, utilizó sus últimas fuerzas para acercarse al primer claro que encontró y subir a uno de los árboles que lo delineaban. Maldijo un poco su condición humana pero una vez que estuvo segura en una resistente rama, suspiró, tan contenta que ni siquiera ella podía entenderlo.
Y sin pensarlo alzó la vista. Alzó la vista y el mundo se detuvo por un segundo. ¡Demonios! ¿Estaba alucinando? En el cielo, entre nubes y extrema blancura, ¿un ave? ¡Enorme! ¿Cómo saberlo? Apenas podía ver un punto moviéndose insistentemente en el cielo, muy lejos, muy arriba. Entrecerró los ojos, deseando con todo su ser el que ese puntito casi irreconocible descendiera. Un poco. Un poco. Un poco. Vamos, pensó, frunciendo el ceño. ¡Un poco más! ¡Más cerca! ¡Más abajo! ¡Más, más, más!
Se sobresaltó de un momento a otro. ¡Era un ave! ¡Definitivamente enorme! ¡Y había caído! La tela que cubría su rostro camufló por completo la expresión de... de "ups" que se le había quedado en el rostro. ¿La habría hecho caer? Echó una mirada a la derecha y otra a la izquierda, ¿qué buscaba? Una excusa, tal vez.
Il Capitano dejó pasar unos agonizantes segundos antes de atreverse a silbar en medio de su estupefacción. ¡Vaya! ¿Quién lo diría? ¡La Tierra también podía albergar a semejantes seres! Oh. Bueno, ella estaba ahí después de todo, ¿cierto? Y todos esos portales, y de seguro existían muchas otras maneras de cruzar de mundo a mundo; entonces, ¿de qué se sorprendía? Se sonrió detrás de la enorme bufanda que le cubría el cuello, la cara y también la cabeza. Estaba siendo un poco despistada.
— ¡¿Sabes hablar?! — Exclamó sin previo aviso, aún sobre la rama del árbol que le había dado el privilegio de ver los últimos metros del majestuoso recorrido del enorme ave. Estaba un poco lejos pero el silencio rotundo que les rodeaba de seguro ayudaba a que su voz se trasladara la distancia suficiente. — ¡¿Estás vivo o estoy intentando hablar con un cadáver?! — Añadió tras pensarlo un momento, inspeccionando desde su lugar aquel ser tan particular.
— ¡Lo siento! ¡Creo que te hice caer! — Gritó después de unos segundos, esperando por una respuesta. ¿La obtendría? ¿Sí, no? ¿Tal vez sí estaba hablando con un cadáver? No podía saberlo. No hasta recibir alguna señal de parte de la criatura frente a ella.
En los meses que se había hecho pasar por humana, Il Capitano había descubierto cosas conocidas con una función totalmente diferente. La nieve era una de ellas; hermosa, atractiva y única. ¡Inofensiva y mortal! ¡Al mismo tiempo! Pero tan, tan inútil fuera de una tormenta. En Imaginación existían diferentes tipos de nieve; ella misma había visto esas enormes ruinas de copos, cinco veces su tamaño real, que alguna vez fueron los pilares de una misteriosa fortaleza. Había visto también cómo algunos imaginarios utilizaban nieve como arma, como defensa, como hogar y en los árboles. Especialmente en los árboles, permaneciendo blanca y brillante por siempre.
Pero en Mundo sólo caía, se amontonaba y se derretía. Y por eso había decidido hacer esa inusual excursión, pese al riesgo que su cuerpo humano correría. Quería ver, quería estar en un lugar en donde la nieve fuera la protagonista, el manto que todo lo cubría.
Hacía frío, mucho frío, pero no importaba. Caminaría. Exploraría. Se daría el gusto. Armada con la ropa más abrigada que pudo encontrar, botas, guantes, bufanda, prendas y más prendas; así recorrió, durante horas y sin rumbo alguno, el enorme bosque tan blanco, tan vacío, tan hermoso y peligroso. Quería ver, eso era todo. Y sentir, la nieve que caía constantemente, la ventisca que nunca cesaba.
Caminó hasta que las piernas le ardieron, hasta que no pudo más. Cansada, agitada y con la sangre helada, utilizó sus últimas fuerzas para acercarse al primer claro que encontró y subir a uno de los árboles que lo delineaban. Maldijo un poco su condición humana pero una vez que estuvo segura en una resistente rama, suspiró, tan contenta que ni siquiera ella podía entenderlo.
Y sin pensarlo alzó la vista. Alzó la vista y el mundo se detuvo por un segundo. ¡Demonios! ¿Estaba alucinando? En el cielo, entre nubes y extrema blancura, ¿un ave? ¡Enorme! ¿Cómo saberlo? Apenas podía ver un punto moviéndose insistentemente en el cielo, muy lejos, muy arriba. Entrecerró los ojos, deseando con todo su ser el que ese puntito casi irreconocible descendiera. Un poco. Un poco. Un poco. Vamos, pensó, frunciendo el ceño. ¡Un poco más! ¡Más cerca! ¡Más abajo! ¡Más, más, más!
Se sobresaltó de un momento a otro. ¡Era un ave! ¡Definitivamente enorme! ¡Y había caído! La tela que cubría su rostro camufló por completo la expresión de... de "ups" que se le había quedado en el rostro. ¿La habría hecho caer? Echó una mirada a la derecha y otra a la izquierda, ¿qué buscaba? Una excusa, tal vez.
Il Capitano dejó pasar unos agonizantes segundos antes de atreverse a silbar en medio de su estupefacción. ¡Vaya! ¿Quién lo diría? ¡La Tierra también podía albergar a semejantes seres! Oh. Bueno, ella estaba ahí después de todo, ¿cierto? Y todos esos portales, y de seguro existían muchas otras maneras de cruzar de mundo a mundo; entonces, ¿de qué se sorprendía? Se sonrió detrás de la enorme bufanda que le cubría el cuello, la cara y también la cabeza. Estaba siendo un poco despistada.
— ¡¿Sabes hablar?! — Exclamó sin previo aviso, aún sobre la rama del árbol que le había dado el privilegio de ver los últimos metros del majestuoso recorrido del enorme ave. Estaba un poco lejos pero el silencio rotundo que les rodeaba de seguro ayudaba a que su voz se trasladara la distancia suficiente. — ¡¿Estás vivo o estoy intentando hablar con un cadáver?! — Añadió tras pensarlo un momento, inspeccionando desde su lugar aquel ser tan particular.
— ¡Lo siento! ¡Creo que te hice caer! — Gritó después de unos segundos, esperando por una respuesta. ¿La obtendría? ¿Sí, no? ¿Tal vez sí estaba hablando con un cadáver? No podía saberlo. No hasta recibir alguna señal de parte de la criatura frente a ella.
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Il Capitano
Re: The perfect blizzard [Privado|Il Capitano]
Pronto aquel silencio fue roto por un silbido, el príncipe de hielo ni se inmutó al escuchar aquel silbido, porque la paz y tranquilidad no debía ser rota por nada ni nadie, si era un cazador las balas rebotarían en el hielo que conformaba su cuerpo, era una ventaja increíble, el no poder morir, porque si moría renacía, ya le había pasado anteriores veces cuando aún era un polluelo. Pero pese a ignorar aquel silbido que escuchó gracias a sus agudos sentidos escuchó también un grito, unas palabras un poco extrañas, tampoco reaccionó, no al menos hasta que de nuevo la chica volvió a gritarle.
Su cuerpo se desenredó de la bola que había formado, dejando asomar su cabeza y buscando con la mirada a aquella mujer que decía ahora que ella le había hecho caer. ¿Cómo? Se puso en pie cuando por fin sus ojos pudieron ver a aquella chica cubierta de pies a cabeza y, teniendo en cuenta que su cuerpo medía casi lo mismo que aquellos árboles fue hasta el árbol donde se postraba la chica, esperaba que no se asustara, que no saliera corriendo, pues la forma de ser del primer Icebreaker era pacífica, no parecía tener intenciones malas mientras se acercaba a la mujer, tan solo quería escuchar una explicación sobre por qué creía que le había hecho caer.
Su cuerpo se desenredó de la bola que había formado, dejando asomar su cabeza y buscando con la mirada a aquella mujer que decía ahora que ella le había hecho caer. ¿Cómo? Se puso en pie cuando por fin sus ojos pudieron ver a aquella chica cubierta de pies a cabeza y, teniendo en cuenta que su cuerpo medía casi lo mismo que aquellos árboles fue hasta el árbol donde se postraba la chica, esperaba que no se asustara, que no saliera corriendo, pues la forma de ser del primer Icebreaker era pacífica, no parecía tener intenciones malas mientras se acercaba a la mujer, tan solo quería escuchar una explicación sobre por qué creía que le había hecho caer.
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Invitado
Re: The perfect blizzard [Privado|Il Capitano]
¿Por un momento temió morir? Nah, para nada. Pero sí se sorprendió cuando la criatura se desenredó de sí misma porque, ¡era de verdad enorme! Demasiado enorme. ¡Incluso más que ella (en su forma original, claro)! ¿Cuánto se suponía que medía? Frunció un poco los labios, curiosa e intentando averiguar a ojo todas las respuestas que quería. No tuvo éxito alguno, claro, pero valía la pena al menos intentar, ¿cierto?
Pero entonces la criatura comenzó a acercarse a ella e Il Capitano gritó: — ¡Estás vivo! ¡Es un milagro! —, aunque fuera realmente obvio a esas alturas. Era increíble, en verdad. Nunca antes había tenido la oportunidad de observar un ave tan grande y tan poco común en el mundo humano; ¡no tenía plumas! ¡O eso creía! Y era toda una novedad para Mundo aunque no tanto así para ella. En Imaginación había visto todo tipo de cosas que volaban y casi ninguna tuvo nunca alas con plumas… o en general. Ella misma era un ejemplo, con sus hermosas estrellas voladoras.
— ¡Uy! ¡Y ahora estás viniendo hacia aquí! ¡Vaya! ¡Genial, genial! — Siguió exclamando, evidentemente más emocionada que temerosa. Y aunque quería saltar del árbol y lanzarse encima de la criatura (con fines “investigativos”), aún tenía una gran duda. — ¿Sabes hablar, pequeño pajarillo? — Preguntó con obvia esperanza. ¿Y si también tenía una forma humana? ¿Sería posible? De repente su curiosidad se triplicó y eso le llevó a ponerse en cuclillas sobre la superficie que la mantenía lejos de su ataúd de nieve. Creía que si saltaba desde allí justo en ese instante, se vería cubierta de blanco hasta la cintura sino más. Y como no quería que eso sucediera, intentó mantener el mejor de los equilibrios mientras estiraba sus manos protegidas por guantes en dirección al ser frente a ella.
— No pareces herido… Caíste muy feo, lo sé, lo siento. — Se disculpó otra vez, aunque no tuviera sentido. — Te quería ver más de cerca e inconscientemente le pedí a los cielos, al azar y al destino que me dieran la oportunidad y de repente, ¡bam! ¡Estabas en el suelo! — Explicó sin que se lo pidieran, haciendo grandes gestos con sus brazos que casi hicieron que cayera de su lugar seguro en más de una ocasión. — ¡Pero! Estás bien y es un alivio. ¿Necesitas que te haga sana-sana? Lo aprendí hace mucho y tiene facultades curativas realmente impresionantes… en humanos, por lo menos.
Pero entonces la criatura comenzó a acercarse a ella e Il Capitano gritó: — ¡Estás vivo! ¡Es un milagro! —, aunque fuera realmente obvio a esas alturas. Era increíble, en verdad. Nunca antes había tenido la oportunidad de observar un ave tan grande y tan poco común en el mundo humano; ¡no tenía plumas! ¡O eso creía! Y era toda una novedad para Mundo aunque no tanto así para ella. En Imaginación había visto todo tipo de cosas que volaban y casi ninguna tuvo nunca alas con plumas… o en general. Ella misma era un ejemplo, con sus hermosas estrellas voladoras.
— ¡Uy! ¡Y ahora estás viniendo hacia aquí! ¡Vaya! ¡Genial, genial! — Siguió exclamando, evidentemente más emocionada que temerosa. Y aunque quería saltar del árbol y lanzarse encima de la criatura (con fines “investigativos”), aún tenía una gran duda. — ¿Sabes hablar, pequeño pajarillo? — Preguntó con obvia esperanza. ¿Y si también tenía una forma humana? ¿Sería posible? De repente su curiosidad se triplicó y eso le llevó a ponerse en cuclillas sobre la superficie que la mantenía lejos de su ataúd de nieve. Creía que si saltaba desde allí justo en ese instante, se vería cubierta de blanco hasta la cintura sino más. Y como no quería que eso sucediera, intentó mantener el mejor de los equilibrios mientras estiraba sus manos protegidas por guantes en dirección al ser frente a ella.
— No pareces herido… Caíste muy feo, lo sé, lo siento. — Se disculpó otra vez, aunque no tuviera sentido. — Te quería ver más de cerca e inconscientemente le pedí a los cielos, al azar y al destino que me dieran la oportunidad y de repente, ¡bam! ¡Estabas en el suelo! — Explicó sin que se lo pidieran, haciendo grandes gestos con sus brazos que casi hicieron que cayera de su lugar seguro en más de una ocasión. — ¡Pero! Estás bien y es un alivio. ¿Necesitas que te haga sana-sana? Lo aprendí hace mucho y tiene facultades curativas realmente impresionantes… en humanos, por lo menos.
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Il Capitano
Re: The perfect blizzard [Privado|Il Capitano]
Era divertida la forma de ser de aquella mujer, no paraba de hablar, parecía expresar sus sentimientos con palabras y aunque a Fubuki le disgustaba el ruido no significaba que detestara a esa mujer, simplemente quería pensar que estaba nerviosa por ver su imponente figura y que aquella era su forma de expresarlo. Cuando alcanzó la altura de aquella mujer sus ojos se posaron en ella, en su evidente emoción, era extraño ver a un humano emocionado de aquella forma, tal vez, supuso Fubuki, no era humana, era lo más probable y lo más lógico porque un humano común y corriente o habría tratado de matarlo o habría salido huyendo. - Sí. - Fue todo lo que dijo asintiendo un poco con la cabeza y moviendo las alas apenas de manera leve. Le puso un poco nervioso, aunque no lo reflejara, la posición en la que estaba aquella chica, temía que se fuera a resbalar en cualquier momento, por ello mantenía todo su cuerpo tenso solo por si acaso necesitaba cogerla para evitar una tragedia.
La manera de hablar que tenía la chica era graciosa y confusa al mismo tiempo, porque el príncipe era tratado como si tuviera cuatro o cinco años, al menos era la sensación que tenía, cuando realmente tenía muchos años, más de los que desearía. La explicación hizo que torciera a un lado la cabeza, como extrañado, Fubuki solo descendió para descansar un poco, ninguna fuerza superior le había herido u obligado a bajar del cielo. Pero no dijo nada, porque aquella última frase lo desconcertó mucho más, el "sana-sana"... no tenía ni idea de qué era eso. Soltó un graznido, muy bajo, como si fuera una queja y su cuerpo de repente comenzó a derretirse poco a poco, haciendo que se hiciera rápidamente más pequeño mientras el vapor bloqueaba la visión de lo que estaba ocurriendo.
Al alcanzar el tamaño humano su cuerpo comenzó a cambiar, pasando del hielo a la carne, seguido de la ropa que llevaba antes de la transformación, iba vestido con abrigo grueso, de piel y negro como el carbón, casi parecía sacado de la edad media, Fubuki saltó de rama en rama, aprovechando su característica fuerza de Icebreaker para impulsarse, hasta que rápidamente llegó a la rama donde estaba aquella joven. Su gélida mirada se posó en ella, con aquel porte de príncipe que siempre tenía, un príncipe frío. - ¿Es alguna clase de habilidad? El sana - sana. - La curiosidad pudo con él, le gustaba aprender de lo desconocido y aquella mujer había llamado mucho su atención.
La manera de hablar que tenía la chica era graciosa y confusa al mismo tiempo, porque el príncipe era tratado como si tuviera cuatro o cinco años, al menos era la sensación que tenía, cuando realmente tenía muchos años, más de los que desearía. La explicación hizo que torciera a un lado la cabeza, como extrañado, Fubuki solo descendió para descansar un poco, ninguna fuerza superior le había herido u obligado a bajar del cielo. Pero no dijo nada, porque aquella última frase lo desconcertó mucho más, el "sana-sana"... no tenía ni idea de qué era eso. Soltó un graznido, muy bajo, como si fuera una queja y su cuerpo de repente comenzó a derretirse poco a poco, haciendo que se hiciera rápidamente más pequeño mientras el vapor bloqueaba la visión de lo que estaba ocurriendo.
Al alcanzar el tamaño humano su cuerpo comenzó a cambiar, pasando del hielo a la carne, seguido de la ropa que llevaba antes de la transformación, iba vestido con abrigo grueso, de piel y negro como el carbón, casi parecía sacado de la edad media, Fubuki saltó de rama en rama, aprovechando su característica fuerza de Icebreaker para impulsarse, hasta que rápidamente llegó a la rama donde estaba aquella joven. Su gélida mirada se posó en ella, con aquel porte de príncipe que siempre tenía, un príncipe frío. - ¿Es alguna clase de habilidad? El sana - sana. - La curiosidad pudo con él, le gustaba aprender de lo desconocido y aquella mujer había llamado mucho su atención.
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Re: The perfect blizzard [Privado|Il Capitano]
De haber tenido orejas destacables, estas se habrían alzado de inmediato al escuchar la vaga voz de la criatura. ¡Entonces hablaba! De alguna forma su entusiasmo se multiplicó por mil y eso casi le hizo saltar de su segura rama del árbol; aunque, claro, sus instintos de supervivencia fueron mucho más rápidos en indicarle que esa era una mala idea. Muy mala, a decir verdad. ¡Pero! Ese no era el punto, no, no.
¡El punto! Era que la criatura tenía una voz, lo que quería decir que podía hablarle, lo que quería decir que podían tener una conversación, lo que quería decir que Il Capitano estaba muy, muy interesada en saber un poco más del enorme ave. ¡Detalles sencillos! Nada extravagante, la verdad. Y cuando estuvo a punto de decir algo más, hacer una pregunta, entonces el calentamiento global comenzó a acabar con la criatura.
¡¿Qué?! ¿El calentamiento global? ¡Sí, porque se estaba derritiendo! Era obvio por la cantidad de vapor que había comenzado a esparcirse a su alrededor y frente a la cara de Il Capitano. Intentó apartar con frenéticos movimientos de brazos la densa neblina pero no hubo caso. Siquiera con una ráfaga creada por sus estrellas habría logrado dispersar semejante cantidad de vaho. Frunciendo el ceño se decidió a esperar. ¿Cuánto tiempo podía durar el impedimento? Se puso de pie en la rama, cruzándose de brazos. Repentinamente su equilibrio era más que perfecto y ningún problema tuvo en quedarse así, con los ojos clavados en un punto inexacto del cual no sabía que esperar.
¡Santo cielo! ¡Demonios! Entonces se dio cuenta, ¡el ave! ¿Qué había hecho? Y justo cuando iba a inclinarse para poder ver mejor(cosa que no lograría porque, duh, hacerse hacia adelante no hacía ninguna diferencia), un aterrizaje en su rama le hizo sobresaltarse. ¡Santo cielo! ¡Demonios! Se llevó una mano al corazón, aunque no pudo recordar dónde estaba y en el apuro terminó agarrándose un hombro.
Observó con precaución al hombre con la mirada de hielo y entrecerrando los ojos consideró su pregunta. — ¿Debo asumir que así te ves cuando no eres un pequeño pajarillo? — Medio preguntó, medio afirmó. Era un poco obvio, la verdad. La sensación que ambos seres transmitían era básicamente la misma. Il Capitano aclaró su voz un par de veces e inhaló una gran cantidad de aire. — ¡Pues! El sana-sana es una especie de habilidad, podría decirse. Los humanos la usan mucho con niños pequeños, cuando se lastiman. — Informó con un tono más relajado. El recelo se había esfumado por completo.
— Creo que a veces funciona en humanos más grandes. Te mostraré cómo funciona. — Se quitó los guantes de ambas manos y tras guardarlos en uno de sus bolsillos, alzó ambas extremidades para mostrarle que nada en ellas había. Así, se acercó con confianza al muchacho que de nada conocía mientras explicaba: — Supongamos que te lastimaste... — Echó un vistazo a las prendas del contrario, como buscando una zona que señalar y tras no encontrar nada, sus ojos celestes se encontraron nuevamente con los ajenos.
— ¡La nariz! —, propuso. — Entonces, supongamos que te lastimaste la nariz. Yo, para curarte y aliviar el dolor, tendría que hacer esto. — Intentó entonces tocar la nariz ajena, aunque tenía los dedos tan fríos que era posible que no sintiera en verdad si hacían contacto o no. — Mientras digo: sana, sana, colita de rana; si no sana hoy, ¡sanará mañana! — Hizo un pequeño movimiento con su mano, como si intentara "sanar" la nariz del hombre, y después se alejó, dando un paso hacia atrás incluso. — Y listo. Eso es todo. Es como un conjuro mágico. Detiene llantos y sana heridas también, pero sólo de las superficiales. Dudo que funcione si te apuñalan o te arrancan alguna extremidad.
¡El punto! Era que la criatura tenía una voz, lo que quería decir que podía hablarle, lo que quería decir que podían tener una conversación, lo que quería decir que Il Capitano estaba muy, muy interesada en saber un poco más del enorme ave. ¡Detalles sencillos! Nada extravagante, la verdad. Y cuando estuvo a punto de decir algo más, hacer una pregunta, entonces el calentamiento global comenzó a acabar con la criatura.
¡¿Qué?! ¿El calentamiento global? ¡Sí, porque se estaba derritiendo! Era obvio por la cantidad de vapor que había comenzado a esparcirse a su alrededor y frente a la cara de Il Capitano. Intentó apartar con frenéticos movimientos de brazos la densa neblina pero no hubo caso. Siquiera con una ráfaga creada por sus estrellas habría logrado dispersar semejante cantidad de vaho. Frunciendo el ceño se decidió a esperar. ¿Cuánto tiempo podía durar el impedimento? Se puso de pie en la rama, cruzándose de brazos. Repentinamente su equilibrio era más que perfecto y ningún problema tuvo en quedarse así, con los ojos clavados en un punto inexacto del cual no sabía que esperar.
¡Santo cielo! ¡Demonios! Entonces se dio cuenta, ¡el ave! ¿Qué había hecho? Y justo cuando iba a inclinarse para poder ver mejor(cosa que no lograría porque, duh, hacerse hacia adelante no hacía ninguna diferencia), un aterrizaje en su rama le hizo sobresaltarse. ¡Santo cielo! ¡Demonios! Se llevó una mano al corazón, aunque no pudo recordar dónde estaba y en el apuro terminó agarrándose un hombro.
Observó con precaución al hombre con la mirada de hielo y entrecerrando los ojos consideró su pregunta. — ¿Debo asumir que así te ves cuando no eres un pequeño pajarillo? — Medio preguntó, medio afirmó. Era un poco obvio, la verdad. La sensación que ambos seres transmitían era básicamente la misma. Il Capitano aclaró su voz un par de veces e inhaló una gran cantidad de aire. — ¡Pues! El sana-sana es una especie de habilidad, podría decirse. Los humanos la usan mucho con niños pequeños, cuando se lastiman. — Informó con un tono más relajado. El recelo se había esfumado por completo.
— Creo que a veces funciona en humanos más grandes. Te mostraré cómo funciona. — Se quitó los guantes de ambas manos y tras guardarlos en uno de sus bolsillos, alzó ambas extremidades para mostrarle que nada en ellas había. Así, se acercó con confianza al muchacho que de nada conocía mientras explicaba: — Supongamos que te lastimaste... — Echó un vistazo a las prendas del contrario, como buscando una zona que señalar y tras no encontrar nada, sus ojos celestes se encontraron nuevamente con los ajenos.
— ¡La nariz! —, propuso. — Entonces, supongamos que te lastimaste la nariz. Yo, para curarte y aliviar el dolor, tendría que hacer esto. — Intentó entonces tocar la nariz ajena, aunque tenía los dedos tan fríos que era posible que no sintiera en verdad si hacían contacto o no. — Mientras digo: sana, sana, colita de rana; si no sana hoy, ¡sanará mañana! — Hizo un pequeño movimiento con su mano, como si intentara "sanar" la nariz del hombre, y después se alejó, dando un paso hacia atrás incluso. — Y listo. Eso es todo. Es como un conjuro mágico. Detiene llantos y sana heridas también, pero sólo de las superficiales. Dudo que funcione si te apuñalan o te arrancan alguna extremidad.
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Il Capitano
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