Stephen [Sitael] | Ángel

{♠} Edad: 33 años.
{♠} Ocupación: Artista anónimo.
{♠} Nacionalidad: Estadounidense.
{♠} Avatar: Stephen Thompson.
{♠} Raza: Ángel
{♠} Habitante de: Cielo





Como cualquier otra criatura divina, era puro, un ser celestial hecho para proteger y obedecer. Su percepción de la justicia estaba completamente ligada a cualquier palabra que viniera de su creador, él era quien le decía qué orden debía cumplir, y para el serafín, eso era lo correcto y lo justo, pues no dudaba en ningún segundo de Dios. La seriedad es uno de sus grandes rasgos, no le gustan las personas que son muy ruidosas porque entorpecen el silencio que tanto le gusta y rompen su calma. Como buen guerrero es muy valiente, no le teme a nada, ni si quiera a la muerte, sólo a la ira de Dios, que ha logrado presenciar en algunas ocasiones. No se podría decir que es una persona introvertida, sino más bien reservada, porque puede mantener una conversación con un desconocido sin sentirse incómodo o extraño, lo que sí hace, es elegir bien a las personas y ver si es digna de una conversación fructífera, siempre y cuando no le haga perder el tiempo en sus planes. Cumplir un objetivo lo es todo para él y no descansará hasta lograrlo a toda cosa, sacrificando lo que sea necesario.




En un principio Dios era un ser “común y corriente” Tenía sus pros y contras, igualdad de fuerzas opuestas que se contrarrestaban entre sí, pero en su camino por querer alcanzar la iluminación, expulsó aquellos defectos “humanos” que no debía de tener una divinidad, renegándolos y purificándolos. Éstos se convirtieron en entes, sus primeras creaciones, de forma involuntaria, llamados Serafines. No estaban hechos a su imagen y semejanza como los hombres, pues no eran una creación, sino parte de él, parte de su esencia, diferentes a los ángeles comunes y corrientes.

Sitael era un serafín que nació a partir de la violencia que se hallaba en el Dios, siendo su eje directriz, la violencia en la lucha contra el mal, el querer proteger a todos del mal. Debido a eso, trabajaba en mantener a los demonios a la raya, lográndolo en varias oportunidades gracias a su combinación de su destreza física e intelecto. Esas eran unas de las grandes cualidades que le había otorgado el Altísimo, pero para prevenir cualquier posible rebelión de algún miembro tan cercano como él, omitió toda voluntad cuando lo creó, lo dejó libre de pensamiento propio, era sólo una marioneta con la cabeza vacía, la cual iba llenando con sus órdenes absolutas.

En muchas ocasiones se había enfrentado cara a cara con los demonios. Su misión era eliminarlos a toda costa, sin importar que la vida de alguien o la propia estuviera en riesgo o se viera afectada. El fin justificaba los medios y siempre se debe sacrificar alguna pieza sobre el tablero para poner en jaque al rey. Afortunadamente él no era un peón, ni un caballo o un alfil, era una torre, necesaria para la protección del rey, haciendo enroque de ser necesario. Mucha sangre había manchado sus manos y el filo de su espada en el nombre de su creador, lo cual estaba bien, pues él estaba para servirle y lo hacía gustoso.

Con el pasar de los años Dios se volvió violento contra los humanos,  los cuales no lo adoraban coo él quisiera y estaban corrompidos. Al ver que su creación no resultó como él quería, el niño caprichoso decidió aniquilarlos con un diluvio, repitiéndose este actuar con varias catástrofes, sin discriminar entre buenos y malos. El modo violento de actuar, y sin sentido del divino hizo ruido en la cabeza de Sitael, aquella desprovista de voluntad. No entendía por qué actuaba así y la idea de esa nueva imagen de dios siguió resonando, escuchando ecos y voces de con quien alguna vez formó un solo ente.

Últimamente Dios no estaba al pendiente de lo que sus seres celestiales hicieran, con todo esto de los portales abriéndose y cerrándose por todo el universo, él disfrutaba del pánico que causaba en sus creaciones. Sólo se sentaba en su trono  y sintonizaba su programa favorito, sin hacer nada, pues los ángeles tenían clara cuál era su misión. Designar cargos y responsabilidades había dejado de estar en sus manos desde la creación, ahora simplemente era una estatua en un museo, la cual no hacía nada más que estar, siendo observada y alabada por los fanáticos del arte, un ente que sólo observaba, un actor que se cansó y pasó a ser un espectador más del montón. Los ángeles y criaturas divinas podían bajar a la tierra a atender el llamado de la gente en peligro, a cuidar de ellos, a luchar contra demonios, lo que fuera, pues el Creador estaba viendo una maratón interminable de su programa favorito.

Hace muchos siglos se le había encomendado una misión muy importante, pero no se habían dado las condiciones óptimas para llevarla a cabo, debía terminar un trabajo que nunca se concretó, los que le precedieron en la tarea habían fallado y lo habían enviado para ponerle fin al circo que se estaba formando. Si bien había descendido a la tierra en otras grandes guerras contra demonios, ahora debía ser extremadamente cuidadoso, podría tener un complejo plan disfrazado de la más absurda obviedad, pero eso era desconocido por todos, excepto por él y por Dios. Buscó entre los habitantes del planeta alguna persona digna de ser su recipiente, pero los ejemplares más perfectos estaban corrompidos. Finalmente logró encontrar a alguien, comunicándose en sueños y apareciéndose ante el en algunas ocasiones, contándole sobre el plan y si podía ayudarlo. Descendió una noche oscura y se infiltró a través de los muros de un taller, observando al humano. Éste estaba frente a un gran lienzo que tenía gruesos trazos de brocha de color negro y azul marino, con un carácter fuerte y tosco con el característico relieve del acrílico. El individuo que estaba concentrado frente a la tela era un artista, un famoso pintor que guardaba su identidad en el anonimato. Sus cuadros se venían por miles de dólares, habiendo varias personas que se hicieron pasar por él y trataron de quitarle el crédito por sus obras; sin embargo, cuando se les ponía frente a un lienzo eran incapaces de imitar su técnica y se descubría su engaño. La mayor parte del dinero recaudado en las subastas era donado a distintas asociaciones de caridad y medioambientales, contribuyendo enormemente a nobles causas de manera desinteresada, pues las donaciones, al igual que él, eran completamente anónimas. El pintor se volteó, quedando frente a frente con el extraño ser de luz. Una sonrisa bastó para explicarlo todo y llegar a un acuerdo que se concretó al tocar su pecho. La obra estaba en frente y el pincel ahora se movía con un poco más de cuidado, contrastando el fondo de la figura. Ahora eran uno solo. Se limpió las manos con un poco de diluyente y se retiró del lugar, dejando el cuadro terminado. Desde los bordes la oscuridad consumía todo, pero ésta retrocedió ante la imponente imagen de un ángel con sus seis alas extendidas, suspendido a unos centímetros del piso, irradiando distintos tonos de blanco, amarillo y dorado. La imagen final plasmada en la tela del lienzo.



{♠} Gustos:   El café, el arte, los cigarrillos.
{♠} Disgustos: La imagen que tienen la mayoría de los humanos sobre la religión, las personas ruidosas, los ángeles caídos.
{♠} Fobias: Ninguna.
{♠} Otros: Sigue ciegamente las órdenes de Dios, sufre de esquizofrenia paranoide, su receptor es albino.