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Ambientación

Innumerables son las historias que conocemos, de seres mágicos, mundos lejanos, incluso dimensiones paralelas. ¿Qué pasaría si te digo que todo lo que has oído es real?. Si, todo es real, y está a solo un paso de distancia.

Hace mucho tiempo la gente que dominaba la magia y hechicería tuvo ambiciones destructivas para con si mismos y el mundo, pensaron que al poseer dicho conocimiento serían seres casi omnipotentes, lo que ellos no conocían era que al abusar de ella, las barreras que mantenían a los mundos separados comenzaron a unirse gracias a la oscuridad que crecía en los reinos por estos abusos.

Hoy en día cualquier raza puede encontrarse en cualquier reino, ya que las brechas espacio tiempo creadas por la oscuridad, las cuales todos conocen como Portales, les permiten viajar entre ellos, aunque todo viaje tiene sus consecuencias...

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Winter ━ icebreakers.

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Winter ━ icebreakers. Empty Winter ━ icebreakers.

Mensaje por Winter Jue Ago 04, 2016 1:26 pm

Edad: 21.
Ocupación: Vagabundo.
Nacionalidad: Japonesa.
Avatar: Lee TaeMin.
Raza: Icebreakers.
Habitante de: Wonderland.
Winter.
I'm not crazy, my reality is just different than yours.

Psicología.

Si en un tiempo anterior hubiéramos hablado de Kaze es probable no existiesen palabras suficientes para describirle porque su corazón, cual laberinto extendiéndose hacia el infinito, poseía matices peculiares. Era un lienzo siempre dispuesto a su pintor.
Para referirnos, sin embargo, a Winter; no nos harán falta más de un par o tres de adjetivos. Vocablos sueltos ideados para conjurar ni tan siquiera una ínfima idea de lo que pudo ser pero todavía no es pues, descubriéndolo se halla a estas alturas.


Historia.

Cuando un niño nace, lo hace con una pasión escondida muy en lo profundo de su corazón, es a medida crece que ésta se va desvelando poco a poco; mostrándose frente a los inocentes ojos. A veces cuesta. Cuesta sudor, cuesta lágrimas y cuesta sangre porque encontrar nuestro camino en el mundo no siempre es fácil. Tanto así, a veces nos pensamos inútiles, menos de lo que realmente somos, aun cuando no dejan de sonar esas voces en segundo plano destacando lo bien que hacemos una u otra cosa, que si ésto, que si aquello. Incluso al sonreír por tales halagos no dejamos de sentirlos ajenos a nuestros verdaderos propósitos debido a ese no sé qué reptándonos bajo la piel, hormigueando hasta que por fin somos capaces de escuchar. Pues, no hay nada comparado a esa chispa oculta en el fondo del subconsciente insuflándonos esperanza y de un entusiasmo genuino. Nada, como esa pasión formándose a nuestro lado e inundando nuestros corazones hasta sentirnos completos, hasta decirnos este es el camino correcto.

I want to be wrapped up like this for a long time if we are to walk while snuggled up to each other, but, for the present me and and for your present there are respective tomorrows.

Kaze tuvo la suerte de descubrir eso escondido en su interior con apenas tres añitos de edad, golpeándole de pronto, por casualidad, mientras los brazos de su padre le aferran con fuerza protectora apenas segundos más tarde de haber caído torpe al suelo. Las azuladas inmensidades se posan con delicadeza sobre una mujer a un par de metros de distancia, ella tiene el cabello corto y la expresión feroz a la vez emocionada. Kaze no comprende en aquellos instantes lo que siente pero es tan poderoso cual maremoto. Ella baila una pieza clásica combinada con el rap de la calle, los bajos barrios del Bronx.
Esa es la primera vez para Kaze, la primera en dónde su rostro regordete se ilumina y la carcajada huye cual jilguero de la dorada jaula.  

Tiene diez años y bailar es como respirar.
Es alzar las alas y volar.
Kaze no se preocupa por las malas caras de sus padres, no se preocupa de los insultos ofrecidos por los niños en el colegio. La crueldad es parte de su mundo y el jovencito es capaz de lidiar con ella. Su madre es a veces despiadada, también, murmura en voz baja cuando creé no le está prestando atención lo mucho que detesta verle balancearse con tan poca elegancia de un lado para el otro en la habitación. A Kaze no le importa, no lo comprende aún, pero es su madre y sabe ella jamás haría nada para romper su corazón. A Kaze no le preocupa, sigue balanceándose de un lado para el otro en la habitación; la música retumba no en su cabeza sino más bien justo en el corazón, vibra en el alma. Con los ojos cerrados imagina la tierra bajo los pies y las nubes sobre la cabeza.
El muchacho siente es como estar enamorado, no sabe exactamente a lo que se refiere con ello, con tan compleja pero a la vez simple palabra. Cuando se lo pregunta a su tío favorito éste no le permite terminar porque rápido le coge de la cintura para sentarlo en el regazo antes de abrazarle con tanto vigor como si temiera fuera a evaporarse entre los dedos. Se toma un par de minutos en los que sus corazones laten al unísono y, sólo entonces, él responde. Enamorarse es como alzar las alas y volar. Y es por eso Kaze se sabe completa y absolutamente enamorado de la danza y la música y sus ritmos y las formas en las que su cuerpo se resiente luego de horas y horas y horas para finalmente explotar en una supernova. Se esfuerza, no importan las palabras de calibre venenoso pesando sobre la espalda. Se esfuerza, no importan las desdeñosas miradas presionando sobre los hombros. Porque bailar es como alzar las alas y volar. Es como respirar.

Son quince los años y las responsabilidades pesan entre los brazos.
Su hermana le mira y comparte su pensamiento. Su hermana le mira y le acaricia el alma con las pupilas achocolatadas mientras le susurra consuelo y devoción.

Kaze nunca ha dejado de bailar. Y le piensan un ingenuo. Le dicen no llegará a nada en su patética vida. Le gritan lo equivocado que está y lo mucho que lamentará seguir balanceándose de un lado hacia el otro en la habitación, en esta ocasión, sin embargo, es elegancia lo que desborda por los poros. Es fuerza y poder. Es pasión. Es entusiasmo. La emoción hormigueando bajo la piel y la sonrisa en los labios.

As I watch your back become smaller, this hand's shaking becomes greater, but, I can only walk while looking straight ahead.

Con dieciocho años su mundo se cae a pedazos cual jarrón meciéndose en el borde de la mesa, explotando en mil afilados trozos que salen disparados en todas las direcciones. Cortan profundamente en el pecho de ambos hermanos. Ahí en donde el corazón late y se colapsa.

Sucede una mañana regresando de la facultad de medicina. Los mellizos se encaminan hacia la escuela de arte en donde el bailarín cumple cada día sus sueños un poco más mientras la pianista pule tan extraordinarios dones con el ahínco necesario como para al final de la noche conquistar un poco más el mundo. Kaze tiene la capucha sobre la cabeza y expresivas pupilas conectándose con las de Kaori. Se separan un momento, milésimas de segundo; con el fin de tomar del otro lado de la acera un obsequio dejado por un buen amigo, pero pasa tan rápido que preverlo se intuye imposible.
Ella voltea la mirada en cuanto un grito reverbera hasta las entrañas. El nombre de su hermano entre sibilinas sílabas rasgadas.
Él se paraliza lo suficiente como para ver la vida pasar delante de sus ojos. Lo suficiente como para brillarle en las pupilas la blanquecina luz de los faros.
Ella grita y su propia voz sabe extraña en la punta de la lengua.
Él cae en un charco de sangre y el atronador zumbar latiendo en las sienes.

Goodbye, the sparkling falling flower. Smiles as if missing someone.

Hay una voz en su cabeza, o tal vez no dentro de ella, porque ese angelical timbre posee calidez deslizándose por uno de sus brazos hasta entrelazar los dedos con tanta firmeza que podría romperlos. Kaze tiene presente debería despertar porque ya no es una sino dos, ya no son dos sino tres; sin embargo, es como una fuerza abrumadora empujando hacia abajo los párpados y aplastándole el corazón porque sin ton ni son las lágrimas se agolpan en las pestañas siendo allí, en ese preciso momento, en dónde tratar de mover una de sus piernas parece esfuerzo titánico. El pavor eleva las pulsaciones. El pánico le obliga a retorcerse. El dolor abre sus ojos para forzarle a mirar tanto a un lado como al otro. Kaori. Kaori. Susurra con tanta desesperación que la voz se le empequeñece y los nudillos pálidos aparecen ante la presión de sus dedos sobre la mano siendo sujeta por la de su hermana. No obstante ella jamás le suelta, el calor reconfortante de su hombre apoyándose en el propio mientras la misma incrédula a la vez furiosa mirada penetrando hasta el alma. ¿Qué me pasa? No hay más, no hay menos. No le importan sus padres buscando acercarse a él en el fragor de un alivio inmensurable por saber a su único hijo varón vivo.
Su madre sonríe. Alivio. Mezquindad. Kaze logra observa por el rabillo del ojo tal mueca despreciable. Las emociones cambian mientras el nudo atascado en el estómago sube hasta explotar en la garganta en forma de bilis. Las arcadas empalidecen el ya de por sí níveo cuero mientras las pestañas se humedecen ante las nuevas lágrimas aglomerándose con descaro. La revelación frente ante sus ojos sería capaz de matarle sino fuera por la entrada del doctor. La mirada pesa sobre sus piernas inservibles para trasladarse míseros instantes después hasta las pupilas inseguras, húmedas, aterrorizadas. Murmura claro pero no alto, carpeta en mano y bolígrafo sujeto entre los dedos con tanto vigor que podría quebrarlo sino fuera por el precario control manteniéndolo a raya. Y el doctor le mira una última vez antes de exponer ante los ojos del muchacho las múltiples fracturas sufridas por culpa del accidente. No han podido salvarle, no han podido arreglarle. Su voz es como una ejecución predestinada. No hay probabilidades de que puedas volver a caminar, mucho menos bailar. Ahí. Sí, sí. Ahí. Justo ahí es donde se produce el big bang. Un cortocircuito friendo hasta la última de las neuronas. Es como un disparo directo al corazón. Es como sentir te cortan las alas y estrellarse contra suelo liso. Es estar muerto, sin realmente morir.
Y grita. Llora. Cae una y otra y otra y otra vez hasta que sedarle es la única manera de protegerle de sí mismo, de la rabia, de la agonía, de su alma arrancada.

Curiosa la forma en la que una vida parece extinguirse a tan corta edad cual vela atosigada por la furia de la tormenta hasta que finalmente, exhalando su último halito, se apaga para siempre.

Son diecinueve los años en los que Kaze cae sin remedio a ese negro pozo de profundidad ilimitada. Es posible perder la esperanza cuando ves tus opciones limitadas, prácticamente inexistentes, porque ni tan siquiera la magia en su interior consigue reparar lo dañado; y si bien fue su última opción saberla inútil es como una cuchillada entre las costillas. El filo dispuesto a llegarte al corazón. ¿Estaría bien rendirse? ¿Estaría bien abandonar ahora, cuándo el cielo se viste en tonos anaranjados conjunto a un refulgente escarlata? Kaze voltea un segundo el rostro mientras los párpados se cierran en un delicado pestañeo porque en la lejanía es posible escuchar el apasionado ritmo ocasionado por ágiles dedos tocando con tanta cólera que su alma cimbrea ante la expectativa de fusión. De lo que antaño fue y no podrá volver a ser. Ella toca con tanta pasión que los acordes viajan hasta la piel, inyectándose entre las venas con el único fin de caldear esa sangre enfriada. Ella le habla en el idioma que ambos mejor conocen pero, lamentablemente, es demasiado tarde para reaccionar.
Y ahí es cuando él se observa las piernas ocultas bajo las mantas. A primer golpe de vista podrías pensar nada ha sucedido, pero si afilas algo más la mirada serías capaz de notar los arcos extraños, la desigualdad, la inutilidad. Con desprecio toma entre los dedos esos trozos de la más absoluta nada porque mientras las sedas resguardan la impotencia, en sus brazos el pecado inconfesable se esconde bajo ignorancia y omisión.

Goodbye, the flower that falls alone. Smiles as if regretting someone.
If someone is alone and sad. It's just like when I cannot touch you.

No es consciente del tiempo pasando a sus costados, deslizándose como se desliza la arena entre los dedos pues Kaze no es capaz de pensar en nada más que en la asfixiante necesidad sacudiéndole las entrañas. Volar. Bailar. Respirar. Es como un todo fusionándose en el interior y empujándole hasta límites insospechados. Cual jilguero en su dorada jaula. Cual lobo atrapado por las llamas.
Se sienta en la cama con único e iluso fin de colocar las plantas de los pies encima de la alfombra. Resulta agotador, resulta ridículo. Y también resultar sumamente doloroso pues incapaz es de notar la áspera pero a la vez acolchada textura. La pérdida de sensibilidad, dijeron, acabaría por alcanzarle tarde o temprano. Con la frente perlada de sudor junto al torso meciéndose irregular de arriba hacia abajo el muchacho muerde sus labios con tanta aprensión que arcadas trepan por la garganta a la vez sus pupilas clavadas en los dedos inamovibles producen en su corazón una rabia visceral, perpetuamente colérico.
Un impulso, un empuje, una vana ilusión.
La esperanza pende de un delgado hilo.
Uno que acaba rompiéndose en cuanto las rodillas fallan y las piernas no aguantan el peso. Agonía explotando tras los párpados fuertemente cerrados. Repugnante temblor sacudiendo hasta el centro mismo de su ser.

Kaze desea volar.
Desea el viento contra el rostro y las nubes sobre la cabeza mientras la tierra a sus pies queda.

Al final sucede, como una exhalación, la hoja cortando a través de cuero y tendón, rasca el hueso y se mantiene mientras el vino fluye de entre las furiosas lesiones. Kaze grita. Desgarra las cuerdas, quiebra la vulnerable piel de los gruesos labios. Tiene perlas por lágrimas derramándose de las pestañas hasta colgar del tenso mentón.  Y la observa frente a la bañera cuando de repente no es blanco cegador lastimando las pupilas sino más bien un azul maravilloso, robándole la respiración. El esmeralda se extiende hasta perderse de vista y las flores de cerezo se le apoyan en el torso al caer. Kaze anhela tomarlas entre las manos con el único fin de sumergirse de lleno en la fragancia delicada porque ya no hay agonía taladrándole las muñecas ni desesperación ardiendo en las retinas, no consigue encontrar la frustración hormigueando en las yemas ni la rabia reptando bajo la piel cual cáncer. Es entonces cuando entreabre los párpados mientras los empapados mechones resbalan hasta ocultarle la mirada temblorosa del escrutinio recibido por ella.
Y sigue bailando, moviéndose al son de la luna colándose por la ventana mientras los pétalos la envuelven y sus brazos se alzan hasta el cielo. Ella puede volar. Ella respira libre, con la tierra a sus pies y las nubes sobre la cabeza. Kaze nota las lágrimas desbordarse, la sangre mancha sin poder darse cuenta clara superficie salpicada porque de pronto se acerca, ella, ella se acerca y le rodea con los frágiles brazos hasta estrecharlo ajustado contra el cuerpo mientras hunde el rostro en su cuello. Kaze quiere aferrarla hasta poseerla. Kaze desea tomarla en su corazón hasta pulsar violentamente entre las costillas. Kaze sabe, es probable, su amor por ella sea inquebrantable. Así que lo hace mientras se esfuma entre el vapor condensándose dentro de la habitación. Como rocío por las mañanas, insulsas gotitas se deslizan por su cara. Brilla en la noche plateada un filo haciendo competencia al mismo tiempo en que ella le observa apoyando su barbilla en la bañera mientras juega con los dedos en el agua manchada. El rojo se le adhiere a las yemas. El joven sonríe con nostalgia y un cansancio proviniendo del alma antes de apretar entre los dedos, torpe a la par descuidado, la hoja ensangrentada.
Pasa.
Cae.

Retumba mortecino filo contra el suelo marmóreo mientras los párpados se derrumban a su vez meros segundos después.
Y se desborda, el carmín pálido se desborda, de las muñecas, de la garganta.
Simplemente se desborda.

Goodbye, so that we can embrace each other again.
Spread your flowers in this world.

Se dice que las cosas pasan por algo, que las casualidades son inventos de hombres crédulos incapaces de tomar las riendas de su propia vida con el fin de dar el giro deseado para ellos. Se dice que el azar es creencia de tontos e ingenuos. Se dice… que la muerte, en realidad, es sólo es principio.

Winter no posee palabras suficientes como para describir sus propias emociones o creencias porque despertar se hace eterno e interminable, como si se hallase sumergido en plena tormenta. Le bloquea el paso y entorpece la visión provocando desasosiego. Abrirse paso hacia la superficie en un atronador latido de corazón mientras parpadea como si hubiese vuelto a nacer, exhalando con tanta necesidad que los pulmones arden y el oxígeno hiere; le provoca no sólo gran reparo sino también miles de preguntas que parecen no encontrarán una pronta respuesta. ¿Está vivo? Y de ser así ¿Por qué razón? ¿Quién es aquel que con suave tacto le toma en brazos y permite a su pecho resguardarlo de la incertidumbre mientras aterido garzo se pasea pavoroso entre árboles frondosos? Se pierden entre el celaje hasta dominar no sólo tal grandiosa bóveda celeste sino también las estrellas. Se mecen sus gruesas ramas al son de esa brisa sacudiendo a su vez pasto y boscaje pero Winter sabe no debe prestar más atención de la debida al escenario envolviéndolos puesto el hombre le susurra, con quedo timbre, en medio de ese plumaje glacial empero teñido pasteles tonos turquesas. Todo estará bien ahora. Las sílabas se deslizan hasta enredarse a través de los más recónditos pliegues del cerebro, le obliga a cerrar los ojos y rememorar. El abrasador tacto de la cuchilla desgarrando la blanda carne. Escuchar un grito rasposo tronando en la lejanía. Recuerda amar al viento y desear volar sobre algodón mientras las notas le vibran en el alma al tiempo en que la música resuena cual latiente corazón en los oídos. Si se esfuerza un poco más es capaz incluso de apreciar el lejano llanto de su hermana, sus brazos apresándole, su voz llamándole. Es como despertar de un sueño para sumergirse de lleno en la pesadilla que él mismo se ha confeccionado tal cual esmoquin fabricado a medida.

Para cuando el toque desaparece también lo hacen los recuerdos, evaporándose en la inmensidad de su mente, alejándose cada vez más.
Es descender la mirada y detallar con fascinación al hombre sonriendo mientras cabecea en una única dirección con la intención de exponer ante sus ojos el milagro de saberse vivo de nuevo.

El muchacho se queda prendado de la ensangrentada figura de rostro adormecido y párpados caídos convertida en helada crisálida. La pulida capa es como cristal permitiendo resaltar los escabrosos detalles. Extrañamente, no es ni de lejos aquello lo que provoca en su corazón una pulsación más veloz que los anteriores puesto en algún momento de tan caótica nebulosa en la que su razón se convirtió ha sido capaz de esclarecer la muerte acechando sus talones. Muerte misma dada por su propia mano al empuñar la cuchilla sin temblores o inseguridades pues la vida, en contadas ocasiones, no es suficiente como para hacernos pensar en lo que estaremos dejando atrás al momento de apretar el gatillo.
Son sin percatarse firmes pasos los que le llevan hasta la quebradiza silueta al tiempo que cosquillean en las plantas de los pies sonrosados pétalos. La humanidad cambiando no sólo en sus facciones sino también justo en el centro exacto de su ser.
Regresar, renacer, es como un regalo apreciándose extraño. Winter. Llama quién posee rasgos principescos y la seguridad de quién sabe a la perfección lo que está ofreciendo. Y Winter decide no importa el cómo o el por qué, ni el motivo ni la imperiosa necesidad por verla de nuevo porque el bosque parece engullirle mientras la oscuridad de la noche es combatida por la luz de la luna coronando sobre sus cabezas. Estrellas cuales centinelas batallando junto a su dama, las traviesas faldas derramando plata sobre el turquesa de sus pupilas en cuanto alza la cabeza al cielo porque el hombre encargado de otorgarle una segunda oportunidad ha dado paso a fiera elegancia. Agita las alas con tanta sutileza que escarcha se desliza hasta las doradas hebras y mientras las lágrimas se agolpan en las negras pestañas del bailarín uno de sus brazos se extiende hacia el horizonte opacado por la bestia invitándole a ser libre con un graznido cavernoso retumbando hasta las entrañas.
Sin darse cuenta viento y nieve rodean la insegura silueta, vaho expulsado de la fría piel.

Bailar es como respirar.
Es como extender las alas… y volar.

Goodbye, do not be sad for being alone,
in this world, you're a flower that blooms in full glory.


Otros.

{♠} Gustos: Bailar.
{♠} Disgustos: Dejar de bailar.
{♠} Fobias: Volver a perder sus alas.
{♠} Otros: Su raza anterior fue la de Mago.

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Winter

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Mensaje por Winter Vie Ago 12, 2016 9:59 pm

Acabada.
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Mensaje por The Author Vie Ago 12, 2016 11:23 pm

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