Adam Meyester - Apocraphex

{♠} Edad: 16.
{♠} Ocupación: Buscador de portales.
{♠} Nacionalidad: Coreana.
{♠} Avatar: Yoon SanHa.
{♠} Raza: Apocraphex.
{♠} Habitante de: Mundo.




Miedoso, tímido y callado eran, entre muchos otros, los adjetivos que en un pasado habían descrito a la perfección la personalidad de Adam. Desde un principio él supo que no era como los demás niños. Se sentía raro e incómodo entre los demás ya que a diferencia de sus congéneres las relaciones interpersonales nunca se le dieron bien, lo que provocaba que sus lazos afectivos se centraran en su familia y en algún que otro amigo imaginario que inventaba. Sin embargo eso nunca consiguió que se sintiera solo o desgraciado pues las largas tardes que pasaba jugando o leyendo con su hermana ayudaron a ello. Fue gracias a ella que consiguió avanzar y no quedarse atascado en su zona de comfort, ya que gracias a la perseverancia de Keylla por ayudarle a integrarse y mostrarle un modo de vida diferente al que llevaba  hizo que el perfil psicológico del chico se viera trastocado por completo. Claro que al principio le costó, pero ahora podríamos calificarlo como alguien alegre y lleno de energía que puede hacer amistades con facilidad y que no tiene miedo de mostrarse tal y como es o de decir lo que piensa, claro está, respetando el no herir los sentimientos de nadie.

También podríamos considerar a Adam alguien bastante testarudo, si algo se le mete en la cabeza suele ser difícil hacerle cambiar de opinión a no ser que se le muestren pruebas que corroboren que lo que él piensa está equivocado. Como toda persona, tiene un punto bromista que suele salir a relucir con las personas que tiene confianza, lo cual, para la desgracia de estas significa aguantar alguna que otra bobería por su parte. En algunas ocasiones han llegado a calificarlo de infantil e inocente, adjetivos con los que no suele mostrarse muy de acuerdo. Hay que añadir que es alguien bastante protector con los suyos, especialmente con su hermana, pues aunque haya veces que no soporte que esté todo el día dándole órdenes es uno de los pilares fundamentales de su vida.




Existen todo tipo de historias diferentes, algunas son emocionantes, otras tristes, sin embargo podría decirse que la de este chico no tenía nada especial. Era un niño normal, con una familia del montón y con una vida que podría haberse calificado como simple, pero al fin y al cabo, feliz dentro de lo que cabía. Sin embargo, dentro de aquella familia existía un secreto, un secreto que, de llegar a descubrirse podía dar un giro de ciento ochenta grados a la vida del muchacho.

Desde su más tierna infancia, sus padres y su hermana supieron que desgraciadamente Adam no era un niño como los demás, ya que, al contrario que muchos chicos de su edad no era capaz de comunicarse con facilidad  con sus congéneres, ni mucho menos entender los sentimientos que estos procesaban hacia las actividades deportivas que les obligaban realizar en el colegio o la necesidad de comprender los sentimientos de las personas ajenas a su familia. Aún así eso no significaba que la infancia de Adam hubiera sido triste, ya que aunque la mayoría a de esta se hubiera desarrollado entre las cuatro paredes de su hogar, la pasó junto a su hermana y con el amor incondicional de sus padres, lo cual bastó para hacer que fuera feliz.

Pero el tiempo pasa y las cosas cambian, provocando que lo que antes era un familia feliz se rompiera en un millón de pedazos imposibles de volver a unir. Sus padres, amantes de las tradiciones y aparentemente ajenos al siglo en el que se encontraban habían decidido concertar un matrimonio para su hermana, la cual, al igual que él, se mostraban completamente en contra de aquello. ¿Por qué no comprendían su punto de vista? Pues incluso él, cuyo entendimiento sobre el amor no iba mucho más allá del familiar, comprendía a su hermana. ¿Quién querría casarse obligada con alguien al que no conoces de nada? Sin embargo las riñas no desembocaron en nada bueno, pues su hermana, en un intento por burlar al cruel destino que le tenían preparado hizo las maletas y se fue sin decir nada, partiendo así el corazón del menor y echando por tierra los avances que en un pasado habían conseguido en cuanto a su fobia social.

Los meses pasaron y Adam volvió a encerrarse en sí mismo, tomando una vez más las malsanas costumbres del pasado. Pero esta vez no era feliz, y no es que no quisiera, sino que no era capaz de serlo sin su hermana. Por ello se pasaba los días en su habitación, lamentando la perdida de Keylla y rumiando un odio hacia sus padres que no hacía más que crecer. Por ello no es de extrañar que acontecimientos como la explosión expontánea de vasos o que libros salieran volando de las estanterías sin razón alguna ocurrieran a cada segundo. Nadie dentro de la casa encontraba sentido a aquellos acontecimientos, pero tampoco es que pararan a pensar demasiado en la razón de ellos ya que tras las primeras veces habían comenzado a dejarlo pasar, como si realmente aquello no tuviera nada de extraordinario.

Más no todo estaba del todo perdido ya que como se suele decir: Tras la tormenta siempre viene la calma. Y ese rayo de esperanza llegó a Adam con la forma de una postal. Al principio se quedó mirando la espectacular imagen de Nueva York que esta tenía impresa, pero al darle la vuelta pudo sentir como su corazón daba un vuelco en el interior de su caja torácica.- No puede ser... -Murmuró al ver la caligrafía con la que aquel mensaje estaba escrito.  Se trataba de la letra de Keylla, era imposible que estuviera equivocado.- ¿Nueva York? -Se preguntó a si mismo antes de saltar de la cama para luego comenzar a preparar el equipaje. Aquello no le llevó mucho y una vez que estuvo preparado se decidió a marcharse como lo había hecho su hermana en el pasado. Tenía miedo, sí, aventurarse a lo desconocido le aterraba pero por otra parte el saber que Keylla estaría allí esperándole le animaba a partir. Con el corazón en un puño y la esperanza en su espalda salió de su casa para reencontrarse con esa persona que necesitaba como el respirar.

Lo que no sabía Adam es que nunca más volvería a ver o saber de su hermana y que en su lugar conocería a una pequeña bola de pelo blanco que se presentó como Agni y que le descubriría un mundo —o mundos— lleno de posibilidades.




{♠} Gustos: Los helados y batidos, los animales, la mitología, los días de lluvia y los libros, en especial los de acción, fantasía y ciencia ficción.
{♠} Disgustos: Que le obliguen a hacer cosas, la gente sin imaginación o demasiado seria, los abusones, la soledad y que le digan todo el rato que hacer.
{♠} Fobias: Ninguna destacable.
{♠} Otros: Tiene una hermana mayor de la que perdió toda pista.