[Abierto] Just for fun

La oscuridad era algo que atraía a la Siren, era como descubrir un mundo nuevo, uno lleno de inseguridades y, al mismo tiempo, secretos maravillosos que podían salir a la luz con tan sólo un movimiento. Era impredecible y sinceramente daba miedo, pero no habían mejores aventuras que las que comenzaban con miedo. Hace poco había comenzado a entender cómo se utilizaban sus habilidades, es decir, a consciencia, porque aún no las dominaba como quería hacerlo. Ese día había decido salir de casa, del mundo, y dirigirse hacia algún lugar que no hubiese explorado nunca, efectivamente así había terminado a un mundo que no conocía y había caminado durante toda la tarde. Ya llegada la noche se encontraba a un lado de un lago desconocido, uno rodeado por enormes pastizales que llegaban hasta su cadera y que le hacían cosquillas en sus piernas.

El sonido del viento meciendo el pasto, acariciando la superficie del agua y alborotando los árboles era algo mágico, ¿qué lugar era ese? Quizás podría tener la suerte de encontrar a alguien y preguntarle, ya que pensaba ser poseedora de una suerte única, casi como si se tratara de una bendición.- And you have made my soul complete. For all time -Cantaba en murmullos una canción que quizás había escuchado en alguna parte, en algún tiempo, en algún lugar. ¿Eso importaba? Estaba en su cabeza, sonando una y otra vez, era motivo suficiente para cantarla. Entre aquellos susurros paseaba la palma de sus manos por sobre la vegetación que la rodeaba, sus manos cosquilleaban y eso provocaba una sonrisa en el rostro de la menor, era feliz con cosas simples y estar ahí era un motivo para estarlo. Para su sorpresa y demostrándole que no se encontraba sola, un montón de luces se encendieron entre las plantas y comenzaron a elevarse adornando el paisaje, eran pequeñas luciérnagas volando muy cerca del agua, como era la costumbre de estos pequeños insectos. ¿Podía ser más agradable?

Vestimenta:

- Señor, encontramos a otro en las cercanías del lago esmeralda. -Le comunicó uno de los guardias del palacio y es que al parecer no habría descanso para el hechicero esa tarde. De inmediato salió en busca de aquella amenaza. Hace ya tres meses que los guardias le daban la ubicación de cada uno de los hijos ilegítimos del mago de Oz y es que no era un secreto para nadie que el monarca estaba en sus últimos días y como hijo mayor era su responsabilidad eliminar cualquier amenaza en su camino al trono.

No demoró en llegar, tampoco en localizarlo, pero esta vez era distinto, se trataba de a penas un humano ¿Cómo era posible que el poderoso mago de Oz hubiese sido parte de la creación de aquella débil criatura? Una duda que borró instantáneamente de su cabeza, no necesitaba distracciones. Se acercó, miró al humano a lo ojos y dio una simple orden.- Ve a tu hogar, despídete de la gente que amas y diles que irás en un largo viaje a otro mundo, luego encuentra la colina más alta en Oz y lánzate al vacío. -El humano no podía más que obedecer, por lo que rápidamente se retiró.

Casi 4 horas habían pasado desde ese hecho, el hechicero se encontraba mirando su reflejo en el lago, el viento comenzaba a contar historias sobre el verdugo de Oz, como si pudiesen oler en la sangre e sus víctimas que él era el único responsable ¿Lo disfrutaba? Tal vez en algún momento el poder llamó su atención, ahora la muerte de los demás no le producía nada, absolutamente nada. A penas un murmullo fue diferente a todos los demás, alguien estaba cantando muy cerca, una voz agradable ¿Sería el ángel de la muerte que al fin habría venido a buscarlo? Seguramente, pero no se iría sin una pelea. Se puso de pie y en ese instante los insectos que lo rodeaban comenzaron a alejarse, a volar produciendo los más hermosos patrones de luz.

Luciérnagas escarlata, insectos que sólo se encontraban en Oz, famosos por sentir las vibraciones oscuras, estos insectos sólo se posan en aquellos que pueden tomar una vida sin sentir culpa alguna.

- ¿Hola? -Un saludo, una pregunta. El hechicero buscó con la mirada al dueño de aquella voz ¿Qué clase de criatura había encontrado? Tal vez una sin miedo, la mayoría de los pobladores de ese sector evitaban las cercanías del lago por las peligrosas criaturas que allí vivían. En poco tiempo sus ojos se quedaron fijos en una delicada visión de cabellos largos, un rostro amable y si con eso no sentía curiosidad lo que vino luego le hizo sonreír. Las luciernagas no se acercaban a ella, pero si querían volar a su al rededor, no era una humana, al menos eso le hacía sentir, los humanos de aquellos lugares reconocían su rostro y siempre huían, tal vez si ella salía corriendo tendría su respuesta.- Vaya, debes ser una criatura muy especial, nunca había visto que las luciérnagas escarlata hicieran eso. -Luego de aquellas palabras ofreció una reverencia, como era su costumbre, al volver a alzar su cuerpo sonrió.- Mi nombre es Nikolaus ¿A quién tengo el placer de conocer? -Preguntó más que nada para tener una idea de cómo llamarla.

Un ruido llamó su atención y sus ojos buscaron de inmediato la fuente de este. Un saludo, una pregunta. Un chico muy alto y de cabellos como la luna apareció frente a ella, no lo había visto, pues la vegetación era alta y él parecía estar escondido, quizás había llegado en mal momento, ¿eso importaba? Se encontraba frente a él y quería creer que era por alguna razón especial, pues Poseidón nunca la había llevado a un lugar sin una razón especial. Sus labios mostraron una sonrisa amable mientras escuchaba sus palabras, no sabía que aquellas luciérnagas tuviesen un nombre en específico, ni que fuese extraño que volaran cerca de ella, ¿lo era? Observó por unos segundos los pequeños seres que no tocaban su cuerpo como las normales, las que habitaban en Nunca Jamás, esas solían danzar cerca de la sirena con gusto, pero esas parecían… tener curiosidad por ella, misma curiosidad que el mayor reflejaba. Escuchó su nombre con atención y volvió a observarlo fijamente, sin dejar de sonreír.- Un gusto, Nikolaus… Me llamo Ran.

Luego de presentarse volvió mirar aquellos pequeños seres que parecían mágicos, como todo en aquel lugar. Se sentía tranquila, el joven frente a ella no parecía ser hostil y no le había dado razones para desconfiar de él, así era la sirena, confiando hasta que se demostrara lo contrario. Caminó con lentitud hacia el más alto, a su parecer estaban algo alejados para conversar, sus manos se encontraban por sobre el césped que llegaba a la altura de su cadera, sintiendo el roce de las puntas en sus manos causando cosquilleo. No pudo evitar reír levemente, la noche era perfecta, como las luces, como el césped, como la canción que sonaba en ese momento en su cabeza.- ¿Por qué crees que soy especial? Pensé que las luciérnagas sólo volaban asustadas por nuestra presencia, es normal estar asustado por un desconocido y ellas nunca me han visto, ¿tú no lo estás de mí? Yo no lo estoy de ti. -Concluyó dando el último paso para quedar frente a él, ladeó la cabeza curiosa por la expresión de su rostro, aquella reverencia le había resultado extraña, no estaba acostumbrada a esas muestras de caballerosidad o protocolo.

-Me considero muy normal, sólo soy una viajera que camina por aquí y por allá, ¿qué eres tú? ¿Debería estar asustada de ti? -Preguntó sin ninguna intención de por medio, su lengua era más rápida que sus pensamientos y sus ojos se encontraban clavados en los del mayor, estaba atenta a cualquier reacción, por más simple que fuera. Toda información era bien recibida.

No había corrido, es más había contestado de una manera agradable, eso la hacía sin lugar a dudas alguien que jamás había escuchado de él, eso era tan raro que casi pensó que no era posible que ocurriera dos veces el mismo año.- Estas no son luciérnagas comunes, Ran. -La idea de poder enseñarle algo a alguien era un privilegio que no poseía en el día a día, no luego de la tarea que se había encargado de llevar, pero esta extraña y su amable disposición le daban esa oportunidad y por pequeña que fuera quería tomarla.- Las luciérnagas escarlata casi siempre hacen una de dos cosas... o se alejan o se posan en alguien, pero míralas, bailan a tu al rededor sin posarse, sin tocarte siquiera, por eso creo que eres especial de alguna forma. -La vio acercarse y no hizo ni un sólo movimiento que pudiese incomodar, sólo se quedó muy quieto observando los ojos de Ran ¿Qué clase de criatura? ¿Qué tan poderosa? ¿Qué habilidades tendría? ¿Amiga o enemiga? habían muchas cosas sobre ella que no sabía, pero eso sólo la hacía más interesante, más entretenida.

- ¿Yo? -Preguntó luego de las últimas palabras de Ran.- Soy un hechicero, uno no muy fuerte, pero con ganas de mejorar y aprender tanto como pueda y no, no deberías estar asustada de mi. -La honestidad era tal vez la política menos utilizada en el mágico mundo de Oz, pero ¿Qué otra cosa podía hacer? Estar en ese lago, cerca de tantas criaturas que no hacían más que saciarse de lo que la oscuridad tenía para ofrecer lo ponía melancólico sobre su propia naturaleza, después de todo nacer bajo la sombra del mago de Oz era como haber perdido una carrera sin llegar a competir, sin pensar en competir, sin desear competir.- Tú eres una viajera ¿Qué significa eso? ¿Viajas entre pueblos o entre mundos? -La sonrisa del hechicero era amable, incluso un poco inocente y es que por primera vez, tal vez, no estaba recolectando información para conocer fortalezas y debilidades de un posible oponente, simplemente se estaba dejando llevar, era sólo una conversación.

Toda su atención estaba puesta en el chico, quien le enseñaba cobre aquellas luciérnagas tan especiales y sus extrañas costumbres, de inmediato, muchas dudas asaltaron a la Siren y su lengua seguía siendo más rápida que su cabeza, la cual pensó en detenerla.- ¿Por qué se posan en las personas o no lo hacen? ¿Qué tienen de especial estas personas? -Sus ojos brillaban llenos de curiosidad pura e inocente, ahí, frente al más alto, con el rostro levantado para poder verlo a los ojos, Ran no tenía más que pura y sincera curiosidad por saber más del mundo que sus pies pisaban. Oh, sí… el mundo, casi lo olvidaba. Abrió su boca para realizar la pregunta pertinente, pero Nikolaus comenzó a hablar nuevamente, llevándose con él la concentración volátil de la pequeña sirena.

Sus labios levemente separados hacían ver lo sorprendida que estaba, era primera vez que veía a un hechicero y había tenido la suerte de toparse con uno muy amable. Asintió a sus palabras, no le temería, no tenía por qué hacerlo, pues Ran no veía que fuese a atacarla en algún momento, ¿por qué entonces tendría que estar a la defensiva? No, no. Nikolaus se veía muy muy amable, si pudiese medir la distancia entre ellos sería de dos pasos, por lo que atacar a la sirena sería muy fácil y no lo había hecho. En ningún momento pensó en desconfiar de él, ni de las palabras que salían de su boca.- Puedo viajar entre mundos. -Confesó ampliando su sonrisa, recordando en ese momento los hermosos lugares que había visto.- Mientras tenga agua cerca, puedo viajar a donde quiera, incluso tomar caminos que no conozco… como este. -Llevó su mano a sus cabellos, jugueteando con ellos algo avergonzada por perderse tan seguido.- Por cierto… Uhm… ¿Dónde estamos?

Al parecer no había forma de bordear aquella respuesta, la pregunta había sido hecha de forma directa y honesta y merecía una satisfacción de iguales condiciones, pero tal vez aquello hiciera que lo de no debes asustarte no fuese muy fácil, sobre todo porque una que otra luciérnaga insistía en posarse en los hombros de hechicero. Estaba pensando en cómo contestarle de una forma que no fuese a parecer demasiado violenta cuando de repente ella continuó compartiendo aquella información que la mayoría de los seres que había encontrado no darían, al menos no tan naturalmente.

Luego de escucharla sonrió amplio y prefirió contestar todo en orden inverso.- Bienvenida entonces, te encuentras en el mágico mundo de Oz, estamos en las afueras de ciudad Esmeralda que es la capital de nuestro reino, específicamente en el lago lágrimas de gema. -Ya era bastante tarde, el sol se había ocultado, pero una que otra nube en el cielo no dejaba que la luna brillara en todo su esplendor.- Dime Ran ¿Eres algo así como un siren? Te pregunto porque hace un par de días me encontré con uno que podía hacer lo mismo. -¿Podía ser posible que después de tanto tiempo buscando a aquellas mágicas criaturas se hubiese encontrado con dos en tan poco tiempo y por coincidencia?

Sin decir otra palabra extendió su mano derecha hacia Ran.- Si me permites estaría más que feliz de mostrarte al menos un poco de este lugar ¿Te apetece caminar por un momento conmigo? -Preguntó esperando que la chica tomara o rechazara tomar de su mano, de inmediato y antes de que ella  contestara cinco luciérnagas se posaron en su brazo y de repente lo recordó, aún no contestaba esa pregunta.- Ah... las luciérnagas escarlata. -Suspiró profundo y luego negó con la cabeza.- La verdad es que en Oz hay una leyenda que dice que ellas se posan sólo en los cuerpos de aquellos que pueden matar sin sentir culpa y se alejan de quienes no son capaces de matar, como yo soy un verdugo mi trabajo me pide ciertas cosas y ellas lo saben. -Honestidad, eso era lo que ofrecería esa noche.

Giró su cabeza de lado a lado observando todo a su alrededor mientras el mayor le hablaba del lugar, ¿Oz? Nunca había escuchado hablar de ese mundo, pero si algo resaltaba a simple vista era la magia desbordante que atrapaba cada uno de sus sentidos, era como si hasta el aire estuviese hechizado y eso nublaba su razonamiento, quizás por eso no estaba asustada y tomaba más confianza de la que debía… o quizás era sólo una excusa para justificar lo despreocupada y boba que era la menor. Su nombre atrapó su atención, la voz grave del mayor parecía un hechizo curioso, era extraño pensar en pasear con él, con un completo desconocido, al menos para cualquier persona en su sano juicio, pero para Ran era algo muy natural. ¿No comenzaban así las amistades?

No, él no era un completo desconocido. Él era Nikolaus.

-Sí, soy una Siren. Una pequeña, pero Siren al fin y al cabo. -Observó fijamente la mano que se extendía hacia su pequeño cuerpo, no tenía dudas, pero le parecía un detalle que él quisiera mostrarle los alrededores, ¿dónde la llevaría? ¿Qué le mostraría? Él parecía agradable, por lo que estiró su mano para posarla sobre la palma ajena que le esperaba, pero Nikolaus volvió a hablar, esta vez sobre los pequeños insectos que aun eran todo un misterio para la sirena. Su mano se mantuvo a centímetros de la adversa y sus orbes viajaron hacia el encuentro con los del más alto, ¿matar sin culpa? Si se alejaban de quienes sí la sentían, ¿por qué volaban cerca de ella y aún así no la tocaban? Ran sentiría culpa, sí, mucha, pero nunca se había detenido a pensar si era capaz de quitar una vida, ¿lo era? Su sonrisa se había borrado de su rostro por unos momentos, se había perdido en los pensamientos de la menor, entre recuerdos donde pudo matar, ¿esos piratas se habían muerto? No, sólo se habían desmayado al verla transformada. La Siren nunca había matado a nadie.

-Eres extraño. -Comentó en voz alta luego de que su risa se hiciera presente como una melodía suave, ¿matar sin sentir culpa? Sus hermanas tampoco sentían culpa de matar a aquellos que se acercaban a su hogar, que se acercaban a ella, pero gracias a ello había vivido sobreprotegida y muy feliz largos años, como un sueño lejano. Matar estaba en cada uno, así como detener a quien quisiera hacerlo.- Entonces… eres un hechicero verdugo, uno no muy fuerte, pero con ganas de aprender y mejorar. -Repitió las palabras que recordaba.- Debes tener una buena razón para no sentir culpa por matar, mis hermanas tampoco la sentían, ¿quién puede sentir culpa de proteger lo que amas? -Alzó los hombros despreocupada y acortó la distancia entre sus manos, el tacto era suave, cálido y la mano masculina parecía enorme en comparación a la suya.- Sea eso o no, la culpa es algo que pesa, por lo que creo que es una bendición no sentirla en tu caso. Si la tuvieras no podrías dormir por las noches, por tus deberes.

La sirena mantenía su vista fija en el rubio, nunca desconfió de sus palabras, nunca desconfió de ni una sola y por eso no le temía, porque él mismo le había señalado que no debía temerle. ¿Era muy tonto? Quizás, pero si no creía en los demás, ¿quién lo haría? La oportunidad había sido dispuesta por la joven, se encontraba lista para caminar mientras Robbin no estaba, mientras ella dormía tendría otra historia qué contarle cuando llegara a casa.- ¿Dónde me llevarás? ¿Qué me mostrarás? Nunca había escuchado de Oz, ni de ningún otro mundo que no fuese Nunca Jamás, ahí nací. Si algún día vas, deberías visitar la casa de los Petters, son muy buenas personas y ahí es donde vivo, yo te recibiré.

El hermoso y sublime sonido de una risa, una que no traía acompañando una burla o algún comentario mal intencionado, era simplemente risa y un pequeño brillo en los ojos de la más baja le recordó al brillo que había visto en los ojos del Siren que había conocido días atrás ¿Sería toda esa raza igual o simplemente el mago habría tenido la suerte de encontrar justo a quienes no se apresurarían a juzgarlo? Tal vez no era más que la suerte y los azares del destino que finalmente confabulaban a su favor después de tanto tiempo de estar trabajando en su contra.

Cuando la delicada y pequeña mano pequeña entró en contacto con la propia no pudo evitar sonreír.- Quiero que conozcas los al rededores, pocas veces puedo enseñarle este lugar a alguien, la mayoría tiene mucho miedo como para acercarte, pero no te preocupes, realmente no es peligroso si no tienes miedo. -Sujetó la mano ajena cuidando no hacerle daño y con cuidado comenzó a caminar intentando no dar jalones a su compañera de aquella noche.- He leído sobre Nunca Jamás, algunos sirvientes del Mago de Oz fueron a penas los portales comenzaron a abrirse, espero algún día ir y visitarte, de esa forma tú podrías mostrarme hermosos lugares. -Caminaba entre las hierbas con una facilidad increíble pues sabía exactamente donde pisar.

Paulatinamente sus pasos comenzaron a acelerarse, más que nada porque quería alcanzar a mostrarle algo que sólo pasaba por unos segundos.- Lo primero que quiero mostrarte es mi flor favorita, no sé por qué, pero quiero que la veas. -Muchas de las bellezas de ese mundo eran sólo para los valientes, para aquellos que se atrevían a ingresar a los lugares menos transitados y ahora mismo él y Ran se encontraban en uno de esos lugares.- Mira. -Luego de decir aquellas palabras dejó de caminas y con su mano libre le enseñó unas flores del tamaño de una rosa, eran a penas unos botones cerrados, pero entonces poco a poco los pétalos comenzaron a expandirse y luz parecía brotar de las flores, una luz de un intenso color rojo.- Se llaman flamas, no debemos acercarnos mucho, cuando recién se abren pueden llegar a quemar si se les toca. -De en medio de las flores parecían nacer pequeñas llamaradas de fuego y si mirabas con detenimiento se podían observar a pequeñas criaturas volando al rededor, seres no más grandes que una bellota, hadas de verano.

Se quedó simplemente mirando como una a una esas flores comenzaban a abrirse, pues sabía perfectamente que cuando la última se abriera instantáneamente todas se cerrarían.