Las cosas pequeñas que hacen feliz // Abierto

Anton deseaba ir a otro lugar, le aburría una enorme cantidad estar en el mundo humano por mucho tiempo, pues desde que volvió a los brazos de Gaia, necesitaba ir libremente por otros lugares en su forma de lobo sin andar pendiente de que pudiese aparecer un humano loco así que sabía llegar a un solo lugar y ese era Nunca Jamás. Odiaba la idea de ir al portal que encontró por cosas del destino hace unos meses atrás cuando se encontraba en el lugar más triste de la ciudad donde vive.

El mareo que sentía al traspasar el portal lo dejaba inmóvil por unos minutos pues si se movía era capaz de caerse pero eso al tiempo se pasaba así que cuando llegaba el momento de estar normal comenzaba a caminar por un bosque lleno de criaturas hermosas que a él le alegraba bastante. Se quitaba la ropa de humano, la dejaba en un lugar “secreto” y se volvía un garou de pelaje blanco como la nieve, aunque se le hacía complicado como siempre cada vez era menos dolorosa la transformación y menos difícil tener todos sus sentidos intactos. No podía pedir más pero al menos su olfato estaba casi perfecto sólo quedaba tener sus otras habilidades en cien aunque por ahora sólo quería estar tranquilo, pasear por ese bello lugar. Tenía un camino largo hasta llegar a las cuevas donde el agua era tan cristalina que ni el reflejo de uno se lograba percibir.

En su caminar se encontró con otros seres que no le daban importancia el ver a un lobo gigante, estaban acostumbrados a cosas así y él también, sólo que a veces se encontraba con pequeñas hadas revoltosas que jugaban con su pelaje pero no le importaba. Gaia le había dado una paciencia de oro y nada similar a un juego de “niños” le podría molestar pues cada vez que él pedía que le dejaran tranquilo, ellas entendían para luego irse pero ahora eran una buena compañía así que las dejó hasta llegar a las cuevas y recién allí pedirles su retiro para estar completamente solo.


Amaba el lugar, era un santuario para él. No conocía lugar más bello que ese y siempre se debatía si entrar en el agua o no pero al final ganaba la negativa, le daba un poco de miedo causar algún daño o que apareciera algo que no pudiese controlar así que mejor se quedaba mirando, escuchando, sintiendo, con eso era feliz, no deseaba más que eso.

Drake caminaba como nunca lo había hecho, Hindragar lo guiaba, el aparentemente “humano”  seguía a su padre, al cual veía emocionado, como si hubiese encontrado una maravilla sin igual. Corriendo por  bosques y valles, Drake no perdía de vista a su padre, aunque a lo lejos, vio como algo brillaba. Vamos Drake, ya queda poco hacía resonar Hindragar en la mente de su hijo, y como era de costumbre, lo alentaba a que no se rindiera. Cuando llegaron a una cueva, Drake notaba algo diferente, ya que en esta cueva no existía oscuridad, sino luz, lo cual hasta para Wonderland era extraño. ¿hay alguien allí? dijo con voz grave y fuerte , No hijo, no hay nadie, he venido a visitar este lugar diariamente desde que lo encontré, pero nada …. Entonces Drake de un salto entró en la cueva, pero cuando sus pies tocaron tierra, se dio cuenta de que no estaba en la cueva, ya que todo era luminoso y diferente, es mas, estaba al borde de un risco. Hindragar sin dejarse esperar y con el presentimiento en el pecho de cuidar de su hijo, saltó de inmediato detrás de Drake, lo que le propinó el empujón preciso para caer a tal acantilado. El viento soplaba fuerte y Drake caía con una sonrisa en su boca, Hindragar lo miraba extraño, entonces Drake lo abrazó e hizo resonar en la mente de su padre una frase “Provehito in Altum”. Ahí, justo ahí Hindragar apretó a drake y esperó la caída.

Luego de estar en el agua por un buen tiempo, ambos nadaron hasta encontrar una salida, allí en la playa, unas cuantas hadas estaban revoloteando muy contentas, Drake sin miedo alguno les preguntó donde podrían recomponer fuerzas, a lo que una de ellas, todavía anonadada por la capacidad de que un  forastero hablara su idioma, le dijo que en la cueva zen, la cual sus aguas eran tan cristalinas y calmas que  tenían poderes curativos, Hindragar haciendo una venia, se presentó y le dijo a drake que pidiera indicaciones, Su hijo, muy obedientemente lo hizo, a lo cual una de las hadas, los dirigió hasta la entrada de la cueva, aunque les advirtió que dentro ya existía alguien, que aunque muy amable, tampoco era común de divisarse  en estos páramos, alguien a quien llamaban “El Gran Lobo”.

Al encontrarse en la entrada de la cueva ambos le dieron las gracias al hada, e Hindragar le dijo a Drake que estuviese alerta y escondido, ya que entre criaturas quizás pudiesen entenderse. Entrando a pasos muy sigilosos pudo ver como un Lobo de un tamaño mas grande que el común  se encontraba allí, observando el agua, como si ella le diese las respuestas, a pasos casi imperceptibles para cualquiera, se acercó al Lobo y sin tratar de molestar lo saludó

- Espero no incomodarte, las hadas me trajeron aquí. Por cierto Soy Hindragar. Que coincidencia en que ambos seamos blancos ¿No?

Aptitud Usada:

Habilidades:

En su mente sólo pasaban pensamientos respecto a cómo hacerse más fuerte aunque era realmente complicado si no tenía a otro garou a su lado para entrenar y era por eso que no avanzaba mucho ¿Debería de buscar a la pequeña loba?... Ella le había mostrado una nueva esperanza pero también en esa condición de que existen tantos mundos, esa pequeña podría estar en cualquier lado.

Dejó de pensar un momento en aquello pues sintió algo distinto, aunque por el lugar en el que estaba podría decirse que era normal así que trató de ignorar aunque no pudo dejar a un lado de que alguien le había hablado y eso si que era extraño pues la voz no era su consciente ni producto de su imaginación. Volteo su hocico hacia donde provenía la voz y se encontraba con un animal que no era igual a él pero se veía muy tranquilo además de respetuoso cosa que le calmaba bastante aunque lo tenía en estado de alerta.

–No, no incomodas… Un gusto, soy Anton–

Lo miraba con mucha inquietud porque no tenía ni idea de lo que era, parecía un gato o algo similar a eso pero obviamente un minino de casa no era, además gracias a su olfato logró percibir a otro ser ahí.

–Sí, ambos somos blancos, pero ¿Qué eres tú? ¿Un gato? ¿Cómo logras hablar conmigo?–

No quería ser mal educado pero de verdad que la curiosidad lo comía, en su vida había visto algo similar, bueno sólo en animal planet pero eso era otra historia que contar.

–Tu acompañante puede salir de donde este, no soy agresivo, ni daño con intención… Respeto a todo ser vivo con tal de que me respete a mi–

Inclinó su cabeza hacía el otro mostrando cortesía a pesar de lo que fuese pues cuando vivía con su pequeña manada, quien era su padre le enseñó que la reverencia era un gesto de sumo respeto hacía al otro y que aunque fuesen a pelear o matarse, debía existir esa pizca de humildad ya que Gaia los creó por alguna razón y al igual que él, todos eran hijos de ella.

Después de escuchar las palabras del lobo a través de los oídos de Hindragar, Drake dio un salto y poco a poco se acercó al lobo blanco, de tamaño imponente, al cual se acercó e hizo una venia, luego de eso muy sonrientemente le dijo:

Hola, Mi nombre es Drake, y el es mi padre Hindragar, ambos venimos de un mundo muy diferente a este… bueno quizás voy muy rápido, me llamo Drake y es un gusto conocerte, espero no incomodarte

Luego de eso, Hindragar caminó muy elegante hacia donde se encontraba Drake y respondió la interrogante del lobo:

Soy un Ocelote Albino, El último en mi especie en todo el páramo de Wonderland, es por eso que soy blanco, y bueno, Mi hijo y yo te podemos hablar, gracias a que él ha desarrollado la habilidad de su madre, de comunicarse con todo el mundo, y me la puede traspasar a través de nuestro vínculo mental, pero tranquilo, no hemos venido aquí a hacerte daño, ni nada parecido.

Dicho esto Drake se sentó frente al lobo como esperando una respuesta y, al mismo tiempo Hindragar lo hacía a la diestra de su hijo. El ambiente había cambiado su energía, pero con la sinceridad que hablaban, Hindragar esperaba que la criatura de enfrente no se enojara.