¡Yo-Ho! [Abierto]

¡Watch out, pirates!

La noche había caído otra vez en Nunca Jamás, todo estaba listo para esa noche, nada detendría al escuadrón de la cueva del muerto. La cazadora avanzaba sobre el lomo de uno de los cocodrilos mayores del pantano acercándose cada vez más a la flota de barcos. El capitán Hook no estaba ahí, estaba en el mundo, tratando con algunos miembros de la flor de lis para conseguir criaturas, seres de Nunca Jamás que no volverían a ver la luz del día si salían de ese mundo, esta tenía que ser una misión de éxito, la cazadora y la sirena se habían organizado con medio País para traerlos a todos de vuelta a tierra.

La cazadora se aferró a Glamdrir y miró a un costado a la sirena que avanzaba junto al cocodrilo, Yam era uno de los seres más longevos de ese lugar, dentro de los barcos había por lo menos siete camadas de cocodrilos demasiado pequeños para defenderse, los bisnietos de ese majestuoso ser ancestral y los de muchos otros que nos acompañaban, había hadas y sirenas, incluso Tigrilla había sido secuestrada (Nuevamente). Los tratos hostiles entre todo Neverland acababan esa noche, hoy todos se unían bajo una misma causa.

Avanzaron en grupos hacia la flota de tres enormes barcos de velas negras, los piratas seguramente estarían festejando su próximo pago, así que les arruinarían la fiesta. Cerca de los enormes barcos los indios comenzaron a lanzar flechas con cuerdas para comenzar la invasión, primero sacarían a todo ser fantástico, después de eso, podrían hundir al barco armado, el que cargaba toda la pólvora. Todo estaba planeado, todos los que habían decidido ayudar lo sabían.

Hizo un par de señas a todos cuando las cuerdas estuvieron listas, dio un par de palmadas a Yam y le sonrió, ella misma llevaría a los cocodrilitos de vuelta. — Bien, escuadrón, de entrada por salida, primero los sacaremos y después pelearemos. Ningún ser se queda, todos salen, aquí vamos todos juntos. — Les dijo con voz segura. Miró a Ran y comenzó a subir la cuerda.

Los piratas reventaban de alegría, podía escucharlos cantar desde la playa, pero ahora podía verlos celebrar su maldad de cerca:

En completo silencio avanzaban por el mar cobijados por la noche, el plan era perfecto, sencillo y con libertad de acción. Su cola anaranjada se movía delicadamente, permitiendo a la Siren nadar a un lado de Yam, quien había permitido a Robbin subir en su espalda en un acto de total confianza ganada gracias al plan que la cazadora había armado. Observó al cocodrilo con una sonrisa, le daba confianza tenerlo en el equipo, pues los tres estaban a la cabeza del asalto y el resto de los participantes los seguían a sus espaldas, a una distancia respetuosa. Levantó la mirada hacia su mejor amiga mientras esta hablaba a todos, sólo el contacto visual al final del apoyo moral le fue suficiente para saber qué debía hacer. Asintió levemente, con toda la tranquilidad del mundo, para luego retroceder un poco y hablar con algunos cocodrilos más jóvenes, con el primogénito de Yam para ser exactos.- Estaré bajo tu cuidado, se gentil conmigo, ¿sí? -Sonrió mientras deslizaba la punta de su dedo sobre las fauces del reptil, su gesto era una clara invitación a seguirla y formar parte del escuadrón de señuelo.

Eran tres barcos, pero sabía de buena fuente que la mayor parte de los piratas se encontraban celebrando en el barco principal, donde también se encontraban los rehenes. Con rapidez y eficacia su cuerpo respondió a las necesidades de la sirena y su cola se dividió en unas delgadas piernas humanas, cerró sus ojos pidiendo ayuda al agua, la cual la levantó rápidamente y la dejó con delicadeza en la superficie del barco, por el costado más oscuro y desolado. Una vez sus pies tocaron la madera buscó con la mirada algo que le ayudara con su cometido, necesitaba algo que llamara la atención y rápido. Así fue como encontró el abrigo de uno de ellos colgado en un perchero, quizás era uno de los tantos abrigos del capitán, pues los detalles dorados y el terciopelo azul bien cuidado hablaba muy bien de la prenda. La tomó entre sus manos y la deslizó sobre su cuerpo desnudo, no la cerró, no le veía el caso. Se acercó una vez más al borde de la estructura para hacer la señal y subir a los tres cocodrilos que la acompañarían en la proa de la misma forma en la que ella había llegado hasta ahí.

Giró su cuerpo hacia sus acompañantes y posó su dedo índice sobre sus labios.- Shhh… - Giró su cabeza hacia los piratas que no habían notado su presencia aún, de seguro ya se encontraban ebrios. Caminó hacia ellos con los reptiles siguiéndola en la oscuridad, en el camino hacia la proa encontró un sombrero del mismo color que el abrigo y lo tomó para dejarlo reposar sobre su cabello rojo.- ¡Una fiesta! -Gritó a todo pulmón fingiendo emoción.- ¿Puedo unirme? -La luz del lugar bañó su cuerpo dejando en evidencia su única vestimenta, la repentina interrupción de la sirena los dejó atónitos y el alcohol en sus cuerpos no les permitió reaccionar por unos minutos.- Es de mala educación hacer esperar a una dama.

Mientras Ran se ocupaba de acaparar toda la atenciónón, la cazadora y un par de nativos se encargaron de entrar por una de las escotillas de los cañones para poder bajar a las bodegas y los calabozos donde seguramente encontraría a las crías de Yam. Robbin subía por la cuerda tan rápido como lo permitía su cuerpo, seguida por dos jóvenes indios de su mismo escuadrón, vigilando de vez en cuando a los lados a los otros que también formaban parte de la escuadra. En ese momento la cazadora se sentía grande, protegida y con deber de proteger a todos los que formaban parte de ese plan, a todos los que se encontraban atrapados dentro de los barcos.

Tan pronto como estuvieron dentro del navío miro a todos los involucrados, solo había 5 piratas, dos en las escaleras y dos en los costados junto con uno dentro de una amaca, de lejos no sabía si estaba muerto o durmiendo, pero al fin y al cabo contaba como lastre que debían acabar. La menor comenzó a avanzar escondida por los cañones hasta llegar a unas escaleras que debían conducir hacia los calabozos, sus aun escasas habilidades la ayudaban a avanzar rápidamente sin ser notada mientras sus compañeros comenzaban a acechar como fieras a los pocos guardias.

Los pasos sigilosos de Robbin pasaban sobre la madera del barco sin hacer ruido, incluso en los escalones, sus pies no hicieron crujir la madera. Al llegar al último escalón, confiada de que no encontraría más guardias a su espera, encontró lo que buscaba. Ataúdes de cristal llenos de agua con las sirenas dentro de ellos, campanas con las hadas dentro y cajones con las días más pequeñas de los cocodrilos, todos estaban ahí menos Tigrilla.

No tenía tiempo que perder, tomó a las crías primero sobre sus hombros, con su fuerza, estos no pesaban ni la mitad de lo que deberían, miró con tristeza a las hadas dentro de las péquelas campanas mientras empuñaba a Blandir. –Muy bien, pequeñas, las quiero a todas lejos de los bordes.— Les dijo con voz firme alzando su acero para rozar la superficie de ellas, soltó un suspiro y fiándose de su puntería certera, agito la espada como si fuera un abanico cortando por la mitad las pequeñas cárceles de cristal para que pudieran salir. Los pequeños seres revolotearon a la salida por las rendijas de los laterales, seguramente no mirarían atrás para volver a casa. Los ojos de Robbín se fijaron ahora en las sirenas, ellas no dudarían en atacarla apenas estuvieran fuera, vio en ellas el reflejo de Ran y de la primera noche en la que ella entro a su vida. –No me ataques, por favor, no me ataques.— susurro sobre el cristal acercándose a ellas lo suficiente para que pudiera escucharla, pero lo que había en los ojos de esas bellas mujeres no era más que odio para el ser humano.


Un estru3endo comenzó a escucharse en el superior del barco, seguramente la batalla haba comenzado, los nervios se apoderaron de ella mientras miraba a las sirenas, debía buscar otra salida sin hundir el barco, sin causar un escandalo para que pudieran escapar. La cazadora miro las pobres escotillas y una idea cruzo su mente, podía romper aquello y hacerlo más grande para soltar ahí a las crías, podía hacerlo con su fuerza, claro que podía. Se plantó frente aquella pared de madera y comenzó a golpearla a puño limpio, sus manos dolían, sus nudillos sangraban, pero todo eso valía la pena para que todos se salvaran, en cada golpe iban las enseñanzas de sus padres y los propios principios de la cazadora, a cada astilla enterrada era una vida más que se salvaba.

La pared cedió al quinceavo golpe, callo ruidosa en un pequeño hueco, asomo la cabeza por el boquete para hacer contacto con Yam, el cocodrilo asintió y entonces lanzo a los cocodrilitos por el agujero cayendo todos alrededor del ancestro y comenzando a nadar en línea para la playa, todos menos Yam se fueron ¿Los ayudaría? No tenía tiempo de pensar, tenía que regresar a rescatar a las sirenas.

La menor giró para acercarse a ellas, sus manos dolían como pocas veces lo habían hecho, la diestra probablemente estaba rota, en cuanto a la otra, apenas podía sentir sus dedos. Miró por el cristal a los ojos de la sirena que se veía mayor. —¿Se te perdió algo, princesa?— Escucho detrás de ella a una voz ronca.