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Ambientación

Innumerables son las historias que conocemos, de seres mágicos, mundos lejanos, incluso dimensiones paralelas. ¿Qué pasaría si te digo que todo lo que has oído es real?. Si, todo es real, y está a solo un paso de distancia.

Hace mucho tiempo la gente que dominaba la magia y hechicería tuvo ambiciones destructivas para con si mismos y el mundo, pensaron que al poseer dicho conocimiento serían seres casi omnipotentes, lo que ellos no conocían era que al abusar de ella, las barreras que mantenían a los mundos separados comenzaron a unirse gracias a la oscuridad que crecía en los reinos por estos abusos.

Hoy en día cualquier raza puede encontrarse en cualquier reino, ya que las brechas espacio tiempo creadas por la oscuridad, las cuales todos conocen como Portales, les permiten viajar entre ellos, aunque todo viaje tiene sus consecuencias...

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The Dark One [Mephisto] - Quimera Empty The Dark One [Mephisto] - Quimera

Mensaje por The Dark One [Mephisto] Sáb Ago 06, 2016 1:07 am

Edad: Eterno
Ocupación: Rey
Nacionalidad: Omnipresente
Avatar: Kim Gun
Raza: Quimera
Habitante de: Todos lados
Mephisto, The Dark One
Quid pro Quo

Psicología

Mephisto sigue siendo una paradoja viviente, a pesar de que las contradicciones que antes existían, han dado paso a unas nuevas y mucho más complejas. Todo lo que la gente pudiera percibir de él por su apariencia, suele ser  todo lo contrario a lo que realmente es.  De espíritu incansable, mente aguda, sentidos siempre despiertos y un aura de misterio que erige una muralla invisible a su alrededor, es un ser seductor y magnético que reina en todo lugar que pise, sin siquiera esforzarse en hacerlo. Su falta de fuerza física la compensa con su voluntad inquebrantable y su genialidad sin límites, además de ser dueño de una sapiencia que sólo la obtienen los que han vivido al filo de la navaja.

Solía no sentir afecto ni  confiar en nadie porque la vida le había enseñado que nacimos solos y moriríamos de la misma manera, pero con los años las emociones se fueron acumulando en él, haciéndolo tropezar enceguecido y descubrir nuevas verdades que le han convertido en alguien indestructible. Mephisto jamás depende de nadie ni nada, ni siquiera de quién ama, porque puede hacerlo con tal extensión que saltar de un punto a otro sin mirar atrás se volvió su regla más perpetua. Mephisto siempre estuvo inerte. Era terreno baldío, lleno de vacío, de ironías, de fallas y agua. Agua tan profunda como turbia y tormentosa. Sólo en lo más hondo de él se percibía claridad, y a pesar de ser aparentemente transparente, su naturaleza estaba compuesta de cristales que por su numerosa cantidad superpuesta, perdían su capacidad de mostrar con nitidez lo que al otro lado se encontraba, convirtiéndole en un espejo y prisión. Solía ser serio y calculador, pasándose la mayor parte del tiempo escaneando a quienes le rodeaban para conocer sus fortalezas y como defenderse, o sus debilidades y como atacarlas, poniendo precio a sus cabezas y buscando formas de que accedieran a pagarlo.

Hubo un tiempo en que incluso no tenía mayores sueños,  y su motivación nacía del rencor y la venganza, pero luego abrió los ojos y se enfocó en lograr lo imposible. Está aprendiendo a  dejar sus impulsos aflorar y que sus emociones dejen de ser una especie de mito. Ahora valora su vida – la que es eterna – y pretende aprovecharla una y mil veces.

De no soportar a la gente por considerarlos sucios y de doble estándar,  terminó amándolos, convirtiéndose en un humanista que aprecia toda faceta que forma sus imperfectas y maravillosas totalidades.

Historia

Capítulo 1
Fuck your God


Entre todos los seres celestiales, el más hermoso era Lucifer. Cuando fue expulsado del Edén nadie creía que un ser de tanta perfección sería creado de nuevo. El Creador tenía dos opciones, un segundo intento, o aprender la lección.

Todos saben que nos creó a su imagen y semejanza, por lo tanto, tomaría el tonto camino de tropezar dos veces con la misma piedra, como un humano aumentado, el humano original.
Siglos después de la caída, podrían haber sido milenios incluso; un querubín perfecto – según los criterios de nuestro imperfecto Creador- fue moldeado para cantar las alabanzas. Hermoso, tanto que no existen palabras que no deshonren tal magnificencia. Un ser de luz y fuego, admirado por todos. Su rostro de hombre era al mismo tiempo mujer, enmarcado en una melena orgullosa, rebosante de taurina fuerza, altura de miras y entendimiento como ninguno en la creación. La voz se corrió pronto de que el nuevo Lucero iluminaba el Edén y que éste era el exponente máximo de la Gloria y la bondad del Padre, quién le serviría de la más incondicional manera.


“Eras el sello de una obra maestra, lleno de sabiduría, acabado en belleza”


Ez. 28, 12



Cumpliendo la misión por el Creador encomendada, el perfecto ser sin mácula brindaba su luz a los pequeños seres de barro que tanto amaba. Al ser un Querubín, su posición le permitía estar cerca de los Serafines y los secretos de Quién Nos Dio Vida, y de los Tronos que conocían las acciones del Hombre y registraban sus faltas. Por sus ojos entraba el infinito amor y lo desconocido mezclándose en una intrincada tela de razones con lo conocido y humano. Siempre sabía el camino correcto, siempre sabía la decisión precisa.


Los Ángeles inspiran consejos convenientes y oportunos.



Siendo infinito su conocimiento y abnegación, hizo modesto regalo de su sabiduría a los Ángeles, sus menores hermanos encargados de correr tras los hombres cuidando sus caídas. Los terrenales seres con importantes dones, tan grandes que no sabían administrarlos, tan grandes que tendían a escapar de sus manos y errar infinitas veces sin reconocer la piedra que bloqueaba su cansino avance.

Muchas veces los hilos de sus vidas se veían tan enmarañados, que hasta para los Guardianes la resolución suponía un esfuerzo, un ajedrez moral, un laberinto sin salida. Era en esos momentos donde el Querubín ofrecía su asistencia ofrendando sin reservas precisas opiniones, soluciones redondas, perfectas y sutiles para desatar esos caóticos destinos y devolverlos a un camino pavimentado directo a la felicidad.

Se regocijaba en la luz, la que crecía cada vez que un alma mortal era salvada, esa luz que se enredaba en sus manos y cabellos, aumentando su belleza, convirtiéndole en una flor y savia para las abejas resplandecientes que eran los trabajadores del Paraíso.

Como fuego se expandió su fama en el Edén y cada día llegaban más y más Ángeles dudosos en busca del amoroso consejo del Querubín, él daba y daba sin pensar en más que aumentar la Luz del Creador, hasta que de pronto los agradecimientos se transformaron en ofrendas. Plumas de las alas de los Guardianes, las que eran añadidas a su cabello, como si de una mutable corona se tratara. El poder se hizo presente en su conciencia, y podríamos pensar que sabría el fin que tuvo Lucifer al sucumbir a esas ansias, pero en un principio dijimos que Quién Todo lo Ve se tropezaría dos veces, y justamente así fue. Lejos de su conocimiento estaban las antiguas historias porque Creador consideró dejar la mente ingenua a su sucesor, para que no imitara los pasos del Adversario. Craso error, de la ignorancia vino la experimentación y del resultado, la perdición.


No permitas jamás que la soberbia domine en tu corazón o en tus palabras; porque de ella tomó principio toda especie de perdición.

Tobías IV, 14



¿Qué sucedería si doy un consejo errado? ¿Creerán mi palabra ciegamente?

Las preguntas que dieron comienzo a la caída, a la elevación de los dotes, a la humanidad que se confiere con el regalo del libre albedrío. Uno solamente, fue lo que su mente propuso, es sólo un experimento, se dijo mil veces. El conejillo se hizo presente de inmediato, el consejo fue mal dado y el resultado un asesinato en el mundo mortal. La excusa para librarse de culpa fue sencilla, el humano obedeció un impulso y el Ángel fue acusado de negligencia, lo que le costó las alas y dejó el escuadrón celestial con una baja.

La primera reacción del Querubín fue de lástima. Lástima de que el tonto Ángel, ahora caído, no hubiera sido capaz de discernir. Si se supone que nos hiciste a tu imagen y semejanza… ¿Eres tú igual de idiota?

Sin remordimientos, el poder le embriagó. Cada día que pasaba más Ángeles caían y más humanos tenían una vida miserable. Sin moverse de su nube, sin salir de la luz, sus consejos seguían siendo tomados al pie de la letra. En la profunda bondad – o estupidez – de los afectados, la culpa siempre era propia. ¿En qué fallé Creador? Es el destino que tengo que aceptar… caían como moscas. Una pila de celestial estiércol creciendo como montaña en la Tierra, y él inmutable y cada vez más grandioso. Su retorcida y maestra mente le puso un plan, y la soberbia le dio el combustible para la marcha. Haz que todos caigan Querubín, que pronto el trono de Quién Rige la Creación será tuyo y reinarás como merece tu grandeza.

Como ya dejamos claro, el Creador no es el más inteligente, pero es consabido que su suerte está en la olla de oro al final del arcoíris. Un vástago fiel como un perro comentó al mismo Que Está En Lo Alto lo que sucedía con su perfecto protegido sin dejar detalle alguno afuera y pronto el Querubín fue llevado a los pies de La Santidad.


“Pues si Dios no perdonó a los Ángeles que pecaron, sino que, precipitándolos en los abismos tenebrosos del Tártaro, los entregó para ser custodiados hasta el Juicio”

2 Pe. 2, 4



Tribunal celestial en sesión. Serafines custodios, Querubín acusado, Tronos jurado. Edén completo demandante y Creador mismo juez. Los hechos no serán expuestos en este momento, ya son de conocimiento popular. El ser más perfecto y amado había escogido la senda traidora, la senda Luciferina, sin siquiera conocer al que lo había hecho antes que él. Resta decir que los crímenes perpetrados fueron cientos y el arrepentimiento nulo.

Lo siento, o la verdad, no… si me diste inteligencia y voluntad, ¿por qué debo de seguirte como un cordero? O es que tú no ves que la falla es tuya. Soy tu imagen porque erro, soy tu semejanza… No, no y no. No soy lo que tú crees, no soy como tú, soy mejor que eso porque soy capaz de notar cómo funciona el mundo, porque no estoy ermitaño en la luz, porque sé que no me equivocaré una segunda vez… Porque abrazo con todas mis fuerzas la totalidad de lo que creaste, sin límites, sin restricciones. ¿Para qué dar libre albedrío si luego decidirás por nosotros? Tu problema es que consideras maldad todo lo que no entiendes, todo lo que no funciona acorde tu plan. Pues ya no quiero estar más acá si las cosas no van a cambiar…

El Creador no respondió, no sabía que decir, si no le daba razón quedaba como un déspota, si se la daba, le cedía la partida.

El veredicto: Culpable

La sentencia: Destierro.

Pero como la magnitud del daño era catastrófica, la ejecución sería ejemplar. La plebe celestial pidió las alas del Querubín, junto con la corona de plumas que se fue volviendo oscura a medida de que los dueños de las joyas fueron cayendo, su melena que antes resplandecía blanca se tornó ocre, sucia por los trofeos obtenidos de cada perversa intervención.

Al ver el avance del verdugo, se plantó firme de pie y estiró la mano al frente, ordenando con soberbia su detención. La palma poderosamente expuesta como si de un impertinente escudo se tratara, una muralla de la más pura arrogancia se erigía en la corte.

No permitiré que tus lacayas manos toquen mi libre ser. Esta fútil corona me pertenece porque he de reinar en el mundo mortal y éste símbolo de tu factura, de tu dominio sobre mí, será arrancado por mis propias manos, porque no quiero seguir siendo parte de este circo en el que controlas las marionetas. No acepto tu condena, me emancipo por propia voluntad.

Sostuvo con fuerza las alas, desde su raíz, y con un decidido movimiento las arrancó, una por una, sin derramar una lágrima, sin siquiera exhalar un suspiro. El dolor era martirizante. ¿Cómo explicar lo que siente un ser de luz al perderla, si no hay un cuerpo real que sufra? El terror que siente un niño al sumirse en la oscuridad de la noche, preparado para dormir, esperando que en cualquier segundo salga un monstruo del armario. La desesperanza al escuchar “Usted es VIH positivo”. Un corazón roto al escuchar “Terminamos”. Todo dolor espiritual es tan grande como importante sea para el que lo sufre. No hay palabras para describir lo que el Querubín sentía. No las hay porque el arrepentimiento no existía, porque la verdad el dolor terminó convirtiéndose en convicción y al final sólo quedaba en su rostro una sonrisa. Las alas las lanzó a la tierra, sin importarle dónde fueran a caer.

A paso seguro comenzó su camino a las puertas del cielo, para abandonarlas en gloria y majestad, pero sus planes de vieron interrumpidos por algo que no previó. Un Serafín se levantó de su lugar y le asió por los brazos. La lucha fue inútil, sin alas no había poder. El ser de fuego le llevó frente a la Luz del Creador y lo obligó a mirar directamente. El amor del que había renegado le calcinó, quedó ciego a los sentimientos, vacío como una cáscara, como un jarrón roto. Sus ojos, antes cristalinos, se convirtieron en un pozo de brea. En ellos se advertía la miseria de existir sin propósito, la vergüenza del rencor contenido, la sordidez de un ser sin alma.

Los Tronos fueron los últimos en entregar una resolución.

No caerás ni mucho menos abandonarás el Edén por tu propio pie, como traidor causaste las más increíbles atrocidades, y es justo, por el Karma que no perdona y siempre te alcanza, que sufras en la misma medida que provocaste. Nacerás inocente al mundo, pero tu vida será una seguidilla de infortunios, sumados a tu ignorancia. Y esa corona que traes, ocultará la vergüenza de tus ojos muertos, y jamás podrás mirar al frente con libertad, jamás volverás a sentir el amor del Creador.


“Nadie escapa de sí mismo”

Baghavad Gita



Durante 17 años de vida terrena, jamás supo lo que era el descanso. Cada día de vida sufrió, cada día perdió la inocencia, la dignidad. Y los sentimientos le fueron esquivos, no les vio a los ojos y no los pudo hacer habitar ese espacio vacío en su pecho, hasta que la resignación del nacido ateo y devoto e inconsciente pragmático, se hizo dueña de su psiquis y se convirtió en un perdido robot, uno que por alguna razón se negaba a morir.

Aprendió. La tonta fe que le rodeaba, cada inútil oración que llegaba a sus oídos en la noche le hizo conocer la existencia de un Dios – al que por supuesto no recordaba, ya sabemos que al muy lento le gusta repetir sus descuidos- y además de un Diablo. Satanás, Lucifer, el que había caído, el más amado que quiso reinar.

Lo que no sabía es que cada movimiento había sido seguido de cerca por un demonio, uno que adoraba jugar, el más inteligente de todos. Él tenía planes para ese desgraciado Caído, planes que cambiarían la historia de forma radical.



Capítulo 2
What Goes Around…



No es un contenedor normal.

Podría contarles muchas historias, de muchas vidas que he pasado, pero no sería relevante para lo que hoy ocurre. Es cierto que poseo un conocimiento ilimitado, pero ninguna vasija humana es capaz de contenerlo por completo. Con los años dejé de intentarlo porque se volvían locos antes de que pudiera lograr algo realmente importante con ellos, así que al final decidí tomarlos como otra experimentación, pero eso es harina de otro costal.

A este flaco lo conocí en una de mis incontables posesiones, pero la verdad es que lo venía observando desde mucho antes de que naciera. Yo me ocultaba transitoriamente en el cuerpo de su padre, siguiéndolo más bien y en el desliz en que conoció a su sucia madre me cambié de escondite y pasé a colgarme de la mujer, aunque de verdad no me interesaba hacerme de ella más que como una sala de espera para algo mejor. Era muy bonita, sí, y cada vez que se miraba al espejo veía sus ojos profundos y oscuros preguntarse si algo andaba mal. Claro que era así, si era yo el que observaba de vuelta analizando cuando sería el día que podría escabullirme de su miseria. Sexo día y noche, humillaciones, unos cuantos billetes a cambio y la rutina volvía a empezar. No había voluntad en ella, ni una pizca de inteligencia, de hecho siempre me llamó la atención que fuera tan devota a pesar de su elección de profesión. ¿Cómo alguien podía encontrarse cómodo en esa inmundicia? Culpa, había tanta que rebosaba y al parecer la transfirió al pequeño que en un descuido se formó en su vientre. La puta era cuidadosa, era la primera vez que le sucedía y por mucho que intentaba deshacerse de él, el montoncito de células se aferraba con desesperación a la vida. Ahí fue que supe que tenía que ser él y nadie más, después de todo ese bebé no era un humano normal, era la vasija del castigo que le dieron a ese ángel que me pasé siglos observando, uno tan brillante como yo mismo.

Durante nueve meses – exactos por lo demás.- le hablé de los misterios del mundo. Muchas veces ella alcanzaba a escuchar y lloraba, todo el tiempo, pensando que era el pequeño que la estaba destruyendo. ¿Su cordura? ¿Su estilo de vida? A pesar de que he visto ese comportamiento tantas veces, nunca dejó de molestarme. Es algo irritante que siempre los humanos proyecten sus propias falencias en alguien más. ¿Qué asuntos podrían incumbir a alguien que ni siquiera ha visto la luz? Ella rezaba todas las noches muerta de terror por las ‘voces’ que le atormentaban. Está maldito, les decía a sus amigas, igual de penosas que ella y las tontas mujeres sugerían mil y un remedios tanto científicos como místicos. Pero mi adorado engendro se mantenía firme. Le dije unos cuantos días antes de que finalmente abandonara esa incubadora que seríamos amigos, que yo no le dejaría solo como ella quería hacerlo. Y él asentía, sonriendo quedo. Aún tenía algo de la consciencia del celestial, pero parte del castigo era la ignorancia, por lo que mi trabajo no fue difícil, y aunque lo hubiera sido, él ya estaba corrupto, ciertamente se parecía más a mí que a sus hermanos angelicales.

Una noche tremendamente oscura, como el mismo vacío que cargo, Gun se abrió paso con mi ayuda por entre las piernas de la malnacida. Fue un momento sublime, el primero de mis envases que no profirió ni un alarido al llegar a este mundo. Me sentí orgulloso de él, porque sabía que llorar en un momento de libertad era algo absurdo. Le estaban abriendo la jaula y salió, con calma, a respirar por primera vez. Yo mismo abandoné a la mujer en ese instante, acomodándome a mis anchas en el minúsculo y delgado niño. La hembra nos miró a los ojos y una mueca de asco no fue escatimada.-Estás maldito, engendro.- Repitió por enésima vez y sin alimento nos metió en una caja.

Salió a eso de la medianoche, llevando su paquete oculto bajo una manta. Gun guardaba su perpetuo silencio, pero yo no quería alejarme sin decir unas cuantas cosas antes. Ella miró dentro, asegurándose de que el infante seguía vivo y al cruzarse nuestras miradas entré en su mente, con simples cuestionamientos. -Mujer… ¿De verdad crees que toda tu vida es un castigo? Tú tomaste todas las decisiones que te trajeron a este punto. Podrías perfectamente haber conseguido un trabajo digno, pero era más fácil prostituirte. ¿Y ahora te quejas? Deja de culpar al resto por tus errores.- Sus ojos estaban llenos de un temor tan intenso que pude sentirlo y el pequeño Gun tembló, y no de frío.- Estás volviéndote loca.- murmuró y cubrió nuestro rostro con la cobija.- Demonio, aléjate de mí, soy sierva de Dios.- Rezó en voz baja, convencida de su estúpida e inconsecuente fe.

Ignorante –Contraataqué- ¿Qué sabes de Dios? ¿Estuviste acaso a su lado? Tu hijo viene del Creador y si un hijo de su luz fue así de olvidado ¿Realmente crees que tú le preocupas? Ríndete y acepta la responsabilidad de tus propios actos… - La miserable rompió a llorar y comenzó a mascullar el Padre Nuestro entre dientes, apresurando el paso para poder deshacerse de nosotros lo antes posible. La acompañé en su oración, en hebreo como la conocía y eso sólo la hizo entrar en un estado de incontrolable histeria. Me limité a reír unos segundos y finalmente la increpé.- Ya decide luego, no te soporto más, menos mal tu hijo es diferente -. Se detuvo en seco y nos arrebató el manto en un movimiento casi instintivo. Miró a nuestros ojos otra vez y se persignó con los suyos desorbitados-.Déjame en paz, Satanás, diablo, demonio; ya no me sigas, yo creo en Dios-. Ese ya era el colmo. Volví a reír más fuerte y el niño sonrió a pesar de tener sólo horas de vida. –Ninguno de esos es mi nombre, no me confundas-. La seriedad se apoderó de mi voz.-Y no es a ti a quién sigo. No te creas. Ya tengo lo que quería, ahora déjanos. – La ridícula depositó la caja con mi nuevo cuerpo en la entrada de una Iglesia ¿Ironía? Claro que no, ella pensaba que podía salvarse. Pero jamás lo hizo, terminó muerta a manos de un drogadicto unos meses después. Nunca se lo dije a Gun, no era necesario, a él no le interesaba saber de dónde había venido.

En completo silencio esperamos, interrumpido sólo por la ocasional melodía que le cantaba para distraerlo del hambre y el frío. A veces él también la cantaba, sin voz, y movía sus manitas como si dirigiera la orquesta, yo le seguía en el ritmo que me pedía y luego los dos sonreíamos. La madrugada avanzaba y Gun dormitaba, intenté despertarle porque la helada me lo quería quitar bañándole en ínfimas gotas que se cristalizaban en su diminuto rostro, y justo en esas horas inclementes una cuervo se posó en la caja, alimentándole con gusanos digeridos. El ave cumplió su misión y vio dentro de los ojos del niño mi escondite. Graznó con suavidad, saludándome, y se marchó aleteando majestuosa.

¡Ah! Esos sabios portadores de augurios, conocedores del limbo, benevolentes siervos de la muerte. Siempre me han acompañado, la creatura más apreciada de todas las que inventó Dios. Los humanos no les comprenden y les temen, es por eso que muchas veces los usé como medida para juicio de carácter o como contenedor temporal en los que vagaba espiando a los que potencialmente me recibirían.

Pero ya, me estoy desviando de la historia. Luego del ala tendida en nuestra ayuda, fueron otros oscuros hábitos los que dieron con nuestro pequeño hogar. Verdaderas devotas, creyentes que dedicaron su vida al Creador, que contrajeron nupcias con una idea, esposas de un marido ausente y sobrevalorado. Las religiosas nos recibieron como un milagro, llevándonos sin tardanza a lo profundo del claustro en el que vivían dentro del terreno de una iglesia. Ellas solían recibir enfermos y abandonados, pero era el primer recién nacido que iluminaba sus puertas, por lo que nos acogieron como si del mismísimo Jesús se tratara. Yo sabía que si quería que mi pequeño amigo sobreviviera no podía estar pavoneándome frente a ellas, así que decidí convertirme en un silencioso observador por varios años.

Las monjas le bautizaron como Kwon Bo, un nombre algo ordinario para alguien tan especial, pero me pareció perfecto que le enseñaran modestia y empatía desde el primer encuentro. Ambas cualidades son muy útiles cuando tu trabajo es tentar, o más bien seleccionar a quienes están en el borde del precipicio y necesitan un empujón. Ninguno responde bien a la arrogancia y es vital que logres acceder a su mundo en vez de imponerles el que cargas. La confianza comienza en el instante en que se sienten comprendidos. Todos buscan eso, un momento en que pertenezcan a alguna parte.

Pero continuando con nuestro cuento, las dulces mujeres nos acogieron, dándonos techo, comida y enseñanzas. Dos años pasamos bajo su tutela, en los cuales yo aparecía sólo por las noches, luego de que Kwon Bo recibiera sus oraciones, y entonces conversábamos o le contaba historias proyectando sombras animadas en las paredes de la extremadamente austera habitación. El pequeño seguía sin llorar, por lo que las abnegadas se daban varios paseos en la madrugada para comprobar sus necesidades, atribuyendo su extraña calma a la paz del Señor que le iluminaba y le había salvado. K sabía que no era así, a pesar de su corta edad; no lloraba por no molestar, porque sabía que estaba bien a mi lado, que muchas cosas le esperaban si era valiente. Nunca le mentí, a pesar de que la verdad de su castigo era eterna, pero él siempre sonreía, dándome la seguridad de que éramos los dos contra el mundo. Aun así yo esperaba el día en que todo se volviera adversidad, porque los períodos de tranquilidad nunca duraban demasiado y usualmente venían con la etiqueta de sarcasmo en la frente, o como ocurrió esta vez, en una sonrisa.

La señora Kim llegó al convento unos días después del cumpleaños número dos del pequeño. Según lo que les contó a las hermanas estaba en busca de un niño, que ella y su marido habían decidido comenzar una familia y ella lamentablemente no podía concebir. Con su sonrisa de sol encandiló a las pobres ingenuas, las que ni siquiera sospecharon que el karma había tocado a nuestra puerta otra vez. Yo la vi, desde mi huesudo escondite y supe de inmediato que volvía a empezar. Ella iba con un deseo egoísta de huir de su esposo, pero sin el valor de hacerlo de verdad; Kwonnie sería una puerta a una falsa ilusión para ella, pero le costaría caro.

Se preguntarán por qué nunca hice nada para detener el ciclo de calamidades, porque el poder para hacerlo lo tengo; pues bien, cuando recién comenzó su travesía fuera del Edén, fue mi primera intención ayudarle a evadir la sentencia, pero en medio de la experimentación comprendí que si lo hacía, el contenedor perecería sin haber logrado fusionarme por completo con él; porque, como deben saber, para hacer uso de nuestros cuerpos sin restricciones es necesaria una falla cerebral, un deterioro lo suficientemente grande que permita que nuestra esencia haga ingreso al centro de la órgano de la mente, más allá de la materia gris, y se asiente desplazando el ‘alma’ del huésped con la nuestra. En resumen: El trauma violento es necesario para nuestra existencia corpórea y mientras más rápido llegara, más rápido también podría hacer uso de mis capacidades plenas.

Volviendo entonces a la historia, la señora Kim fue el catalizador de un nuevo proceso de preparación para que yo pudiera habitar a mi amigo sin el riesgo de que él muriera o yo fuera expulsado.

Ese mismo día llegamos a un suburbio promedio de Corea, no viene al caso especificar cuál, porque de esos hay muchos, llenos de la misma hipocresía y deseos de subir; ya fuera por méritos y esfuerzo o engaños. En una discreta casa blanca Kim HongBin esperaba a su esposa, no para que trajera un niño, si no para que le sirviera y preparara la cena. Era un vago abusador de primera, de esos que he aprendido a detestar por milenios, los que se convierten en mis víctimas favoritas. Cuando ella cruzó el umbral y le dio la noticia, él se puso como un energúmeno, abofeteándola y gritando que él no daría un peso por el crío, que si lo quería tendría que hacerlo sola y que si lo escuchaba llorar, lo mataría. Ella sólo asintió y le aseguró que Kwon no lloraba, que llevaba tiempo observándolo y que las religiosas daban fe de que jamás había emitido un ruido, que incluso pensaban que era mudo. Yo observaba en silencio, explicándole al chiquillo que todo lo que ocurriera sería para que estuviéramos juntos por siempre y él en toda su parsimonia aceptaba con entereza.

Pasaron semanas y HongBin comprobó que efectivamente el pequeño no molestaba, así que su actitud se apaciguó y se concentró como siempre en su adicción al juego sin importarle la suerte de su mujer y el nuevo habitante invisible. De vez en cuando ella no le prestaba dinero porque ahora tenía que gastarlo en el niño y de nuevo empezaban las discusiones que si me agotaban, simplemente detenía con mi gélida presencia. El tipo miraba a nuestros ojos y sin entender por qué, se retiraba, optando por robar silenciosamente lo que pillara en los escondites que la mujer jamás cambiaba.

Los años se sucedieron sin mayores diferencias. Eso es lo que caracteriza la mediocridad, el estancamiento en todo aspecto de vida, la falta de sueños y ambiciones, la continua sensación de déjà vu llamada rutina y la sobrevivencia; porque vivir no es sólo eso, vivir es un privilegio que las cucarachas jamás conocen. Kwon Bo creció sin problemas, demostrando a los tres años que no era mudo, cuando pronunció mi nombre y la estúpida lo interpretó como un fallido intento de ‘Mamá’. Yo sólo reí y él lo hizo conmigo, cómplice. Cuando ya tuvo edad para el colegio, a los 4, ella volvió a su antiguo ritmo de trabajo, uno enfermizo e interminable que dejaba la crianza del pequeño en manos de los profesores y su cuidado en las del inútil energúmeno. Fue allí que aproveché de mostrarle que él no debía ser como ellos, que estaba destinado a cosas más grandes, y él, en su tierna infancia, conoció lo que era la decepción y la autosuficiencia. Yo no le dije que la despreciara, pero solo se dio cuenta de que la actitud de su madre era patética y la de su ‘padre’ una irrepetible y reprochable.

Los escándalos a esas alturas se volvían insoportables. Kwonnie ya tenía 6 y se dedicaba sólo a leer y estudiar. Era un muchachito ejemplar, pero a HongBin no le ‘servía’ porque lo único que hacía era ‘quitarle el dinero’ que él necesitaba para cosas más importantes que su educación. Un día nefasto osó golpearlo, en medio de la ebriedad y la derrota, culpándolo de todas sus desgracias, y cuando la mujer intentó detenerlo fue azotada también. Yo no podía hacer nada por evitar el dolor del pequeño, con ese minúsculo cuerpo era imposible, y esa fue la primera y única vez que lloró. No lo soporté y me colé como pude en sus sensores para mitigar el ardor y cuando él miró a nuestros ojos se aterró, reconociendo mi presencia. En su estado alterado sólo atinó a detenerse y atribuir lo que había visto al alcohol, pero desde ese día nunca más le cortaron el cabello, obligándolo a usarlo cubriendo los escalofriantes espejos, cumpliéndose así otra de las sentencias pronunciadas por los Tronos.

La mayor parte del tiempo yo la pasaba fuera del delicado contenedor, siguiéndolo a todas partes, como el mentado ‘amigo imaginario’ que todos los niños tienen en algún momento. Él aún no estaba preparado para soportarme las 24 horas del día, era muy frágil para que sus huesos no se quebraran con el poder que he acumulado todos estos años. Además su timidez y silencio aún no cedían y yo necesitaba que aprendiera a socializar para mis propósitos. Muchas veces le dejé hacerlo por su cuenta y fallar, otras veces le di las guías que le llevaron al éxito, luego le dejaba otra vez y comprobaba la rapidez con que aprendía. Así pasaron 4 años más de lecciones y juegos, de soledad y lectura, hasta que su incipiente belleza se convirtió en su más grande maldición.

La madre estaba completamente conforme con su crecimiento y confiaba en él para dejarlo solo en las tardes mientras ella cursaba su segundo trabajo. Nosotros éramos felices porque su presencia nos cansaba, le trataba como a un bebé y yo sabía que eso le molestaba. Ya había notado lo que yo hice en un principio, que ella le tenía como una ruta de escape a su anodina realidad y creía que estaba criando a su salvación, a quién le alejaría de ese mal hombre con la voluntad que ella no tenía. Quería cambiar un dueño por otro, pero nada le hizo adivinar lo que estaba por suceder… Incluso a mí me tomó por sorpresa.

10 años, ambiguo, hermoso e inteligente. Era un niño poco menos que perfecto y en eso estuvo su perdición. Yo no le dejaba solo a sol ni a sombra y él ya sabía que no podía seguir hablando conmigo en cualquier momento. Había aprendido a fingir para encajar y yo no podía estar más orgulloso. Por eso ese día que HongBin le sacó de casa, a pesar de que no quería, jugó bien su papel de hijo modelo y guardó silencio todo el camino, escuchando cómo el muy parásito hablaba de que había llegado la hora de que le pagara todo lo que le debía, lo que le correspondía y había sido malgastado en su educación. Kwon Bo no respondió nada, como siempre, dejándole desvariar como si tuviera toda la razón del mundo, pero su tranquilidad duró hasta que el camino se hizo desconocido y terminó al lado de un vehículo grande y extraño del que bajó un montón de gente que hablaba en un idioma que él no identificaba pero que yo entendía a la perfección.

Los tailandeses golpeaban las herméticas puertas de la van, despotricando un sinfín de insultos que buscaban callar los llantos que inquietaban a Kwonnie. Me ubiqué muy cerca, tomando sus hombros, susurrándole que fuera fuerte, que nunca olvidara que todo lo que vivía era para obtener el poder, para nuestra unión final y definitiva. Él suspiraba resignado, ocultando su miedo lo mejor que podía, intentando no temblar. Por mientras una conversación precaria se desenvolvía entre HongBin y el jefe; un tipo que exudaba perversión, hedía a corrupción y sus ojos deseaban mi contenedor. Era asqueroso.

Consultó el nombre del niño y al no poder pronunciarlo se lo cambió a Gun. Era corto, como el de un animal, sería fácil de recordar y vender, había dicho. Ahí el plan de HongBin estuvo claro y selló el trato con un apretón de manos a la regordeta y llena de anillos del criminal. Un maletín, con quizás cuánto dinero, le fue entregado a cambio de mi pequeño, el que fue revisado como un caballo, checando sus dientes y su precioso rostro. Aún recuerdo el hambre que ese tipejo sintió por Kwonnie, esa descarnada lujuria que más adelante marcó el cuerpo y el alma de quién me posee. Era inútil llorar, como siempre había sido, por lo que simplemente se entregó a su destino mirándome tras sus cabellos, sonriendo melancólico entre los gritos de los chicos que corrían la misma suerte.

Nunca más volvió a ver a su madre, mucho menos al bastardo que le vendió, pero como la desgracia cae sobre los que la merecen, y yo mismo la acarreo a mi paso, el infeliz terminó encarcelado por malos tratos a la mujer que luego de que él sirviera su tiempo, volvió a lo mismo, continuando el ciclo, porque es lo único que conocía. Tampoco se lo dije a Gun, como me guardé lo de lo de su progenitora, pero él jamás preguntó, olvidando absolutamente todo lo que su infancia representaba.

El viaje a ese decadente país fue turbulento por decir lo menos, y qué decir del arribo. Luego de varias horas sin comida, en las que no pudimos dormir con los lamentos que no se detenían, llegamos a una casona en un lugar de mala muerte donde descargaron a los niños. Le metieron a empujones a una enorme habitación y allí varias mujeres viejas se encargaron de desvestirlos y lavarlos, dejándolos listos para la revisión que haría el Jefe, la que determinaría el destino que cada uno viviría. A Gunnie pretendieron atarle el cabello, pero una de las ancianas putas me vio en sus oscuros pozos y el miedo la paralizó, obligándola a cubrir de nuevo es perfecto rostro con las frondosas hebras; de hecho ella misma se encargó de esparcir el rumor de que estaba poseído, que nadie se atreviera a ver en sus ojos, que ella había visto su horrible vida en un pestañeo. La mujer era respetada entre los maleantes, y ninguno osó llevar la contraria de lo que ella decía, por lo menos así nos dejarían en paz.

En un par de horas el cabecilla llegó y revisó a todos los infantes, de pies a cabeza, gritando que habían traído puras sobras, que ninguno servía para los mejores clientes. La gran mayoría terminó de servicio en la misma casa, otros tantos fueron enviados a distintos prostíbulos de mala calaña en varios puntos de la ciudad; pero cuando llegó el turno de Gun, el semblante de la bestia cambió. Ya estaba al tanto de que no se debía ver en sus ojos, y de puro cobarde, no se atrevió a hacerlo, incluso inventó excusas que ocultaban su temor y que servirían como cuento para atraer clientes. El tipejo sonrió, el diente de oro brillando amarillo, e hizo una seña para que llevaran a mi niño a su limosina. Gunnie sería para su uso personal y también para los peces gordos, para los que pedían perversos servicios especiales. Ya había notado que no lloraba, que no hablaba, además era ambiguo, una cualidad muy apreciada en ese país. Pensó que ese dinero sí había estado bien pagado.

La historia de ahora en adelante se pone repetitiva y siniestra, y la verdad es que no quiero sumergirme en detalles que son sólo para alimentar el morbo, siempre me he jactado de ser mucho más elegante y avanzado que eso. Los siguientes 7 años fueron un infierno. La trata de blancas en Tailandia es un negocio que reditúa millones, más aún si son menores de edad. No es necesario entrar en detalles de las múltiples veces que su inocencia fue arrebatada, de cómo su cuerpo fue lastimado y ultrajado en las más macabras maneras, de cómo sus ojos se fueron apagando y su voluntad simplemente se convirtió en una débil luz parpadeante. El abismo en el que se consumía sólo creció con las drogas para evadirse, un zombi que iba de cama en cama sin sentir absolutamente nada. Yo seguía a su lado, un observador pasivo, dándole ánimos cada vez que podía, asegurándole una y mil veces que todo sería para mejor, que pronto sería libre y seguiríamos nuestro camino. Un poco más, sólo un poco más… Y él, como siempre me creía a pies juntos, sin dudar un segundo en mis palabras. Aun así crecer apresuradamente hizo mella en su alma de manera permanente. Una perfecta cáscara vacía, una dulce invitación a una caída libre.


El día de su cumpleaños 17 vio como mataban a golpes a uno de sus compañeros, y ambos sabíamos que si se quedaba de brazos cruzados sería el siguiente. Ahí fue que el resabio de su conciencia angélica despertó y me miró. Sabía que si dejaba las cosas seguir se acabaría todo para él y que volvería a nacer en otro cuerpo y volvería a vivir las mismas desgracias otra vez. No quería, no estaba dispuesto. Entonces el trato se firmó implícito, me entregaba su contenedor por el descanso y la libertad, pero como ninguno quería que sus recuerdos e ideas se perdieran, porque representaban un conocimiento invaluable e infinito, esas partes de él fueron traspasadas a dos negras aves en otro lugar del mundo donde estarían a salvo hasta que fuera necesario. Signed, sealed, delivered. Gun no alcanzó a procesar el momento en que corrió a la cocina y tomó el cuchillo, fui yo el que saltó dentro de su cuerpo, en el segundo preciso en que el pánico comenzaba a poseerlo, pero ahí vencí y en vez de ese terror fue otro mucho mayor el que se hizo uno con sus huesos. Corrimos entonces de vuelta a la habitación y clavamos el utensilio en sus ojos, sienes, costillas y abdomen. El sonido acerado que hizo el arma al caer lo despertó del trance en que le había sumido y se vio bañado en sangre. Su delgado cuerpo desnudo era de un rojo oscuro, olía a muerte y a sal, y la viscosa textura le provocó unas incontrolables náuseas. Corrió al baño y vomitó hasta las entrañas, con los ojos llenos de lágrimas y su largo cabello ocultando la vergüenza. Se dio una ducha, tomó su ropa y abandonó el departamento a paso rápido pero no demasiado para no despertar sospechas. Sabíamos que aún teníamos por lo menos una hora antes de que llegaran los matones a buscarle para llevarlo de vuelta al burdel, así que con el dinero que le había robado al cadáver tomó un taxi hasta el aeropuerto para tomar un vuelo en dirección a la ciudad donde yo sabía que su única familia real vivía. Todo el viaje calmé sus pensamientos y le aseguré que por fin estaba listo para lo que venía, que lo que había sucedido era la promesa que le había hecho y había cumplido. Ahora éramos uno solo y él lo sentía, hasta la médula. Sonrió, una mueca que respiraba toda la paz y el poder que viajaba por sus venas y en unos minutos el cansancio de todos esos años le venció y caímos ambos en un profundo sueño, del que desperté ya sin el eco de la otra voz, dueño y señor de sus huesos.

Las horas pasaron calmas y el arribo a Europa no fue ninguna complicación gracias a mis poderes. Era cierto que aún me costaría usarlos porque su cuerpo tenía que asimilarme, pero tampoco era tan difícil engañar a alguien y hacerle creer que la libreta en blanco que llevaba era un pasaporte válido. El idioma tampoco sería un impedimento, es lo primero que los contenedores hacen suyo cuando entramos en ellos, así que Budapest sería un juego de niños. No conté con que me equivocaría tanto… No tenía idea que la gente que conocería en esos dos años cambiaría mi vida como si fuera un simple humano. Nunca quise aceptar que el amor tenía ese poder, iba en contra de todas mis creencias… Pero al final soy un demonio, y ese sentimiento corrupto en mis manos destruyó las pizcas de Gun que todavía respondían a lo terrenal.

Emprendí el viaje nuevamente, luego de mil experiencias, de batallas perdidas y ganadas, con un objetivo claro en mente: olvidar. Dicen que Nueva York es la ciudad por excelencia en donde todo lo existente se reúne bajo las luces artificiales y la vida transcurre veloz y peligrosa. Me marché dejando todo lo que conocía por nuevos horizontes y más seguro que nunca de que sólo me tenía y a los Cuervos.

Sigo siendo una paradoja, pero por lo menos el ave salió de la jaula y ahora volamos lejos, llevándonos los augurios para nuevas almas que se convertirían en nuestros juguetes. Pero bien sabemos por todo lo aprendido que jamás debemos escupir al cielo… Por lo menos sigo teniendo el cabello en los ojos.

Capítulo 3
Howl

Desde que Joachim se había marchado, había estado sintiéndose extraño. No era algo relacionado a su ausencia per se, si no más bien a lo que había sucedido ese día que habían cambiado corazones. No era la primera vez que Mephisto retiraba la bomba muscular de su pecho; pero antes, cuando sufrió su primer cambio y decidió arrancárselo y poner un marcapasos en su lugar, había guardado el siempre vivo órgano en una jaula, sin poder observar algún efecto distinto al hecho de que no dejaba de latir. Podría parecer extraño para cualquiera, pero él era un Demonio, en el cuerpo de un Caído… no podía posiblemente ser menos humano y más inmortal.

Ese episodio en su vida, cuando había sucumbido a la bestia dominado por sus impulsos, había sido un hito que marcaba un antes y un después en su existencia. Lo horripilante de la pérdida de control le hizo dudar de sí mismo por mucho tiempo, incluso hasta hoy lo hacía, pero quizás con la calma y la perspectiva del que ha masticado y diseccionado el hecho y sus motivos una y mil veces. Además ya había vivido dos viajes al Infierno: el propio y el en que conoció a Joachim. Ambas veces fue ordenando las piezas del rompecabezas, dándole nombre a cada sentimiento y emoción que antes no le afectaban. Mephisto confiaba a ciegas en la lógica y la razón, pero con el transcurso de los años se fue dando cuenta de que cada vez que sentía algo, se encontraba agobiado al punto de la obsesión. Él siempre lo atribuyó a que los demonios están hechos de toda la energía de esas pasiones y que por lo mismo las sienten con mayor fuerza… ¿Pero entonces por qué a la mayoría de los otros de su misma clase no les remordía? Estúpidos… eso era lo que siempre se repetía, que él era superior por entender un espectro mayor, por estar tan evolucionado que lo que a los demás demonios les divertía, a él le parecían niñerías absurdas que sólo los ponía al mismo nivel de los humanos. Su forma de influencia estaba más ligada a la búsqueda de la identidad y del valor personal que a la vacía experimentación adolescente.

Bueno, cuando Joachim le había rascado el pecho ese día, en un intento de exigirle su corazón, Mephisto lo había complacido, sin saber muy bien la razón de fondo para ello. En ese momento sólo le pareció una forma cruda de unirse a tal punto que efectivamente dejaran de ser dos personas. Pero entonces el cambio en su pareja había sido evidente. Que adoptara habilidades, rejuveneciera y se volviera invulnerable era de esperarse por la cantidad de energía demoníaca que ahora corría por sus venas, pero cuando le vio en un reflejo, hecho un Lobo Emplumado… algo hizo un clic sordo que recién ahora, después de meses separados, escuchaba.¿Por qué un Lobo? Era cierto que Joachim se comportaba como uno, pero no lo era bajo ninguna circunstancia, era sólo un humano. Las plumas estaban completamente justificadas por su propia naturaleza, pero ¿y lo lupino?

Luego había conocido a Gabrielle. Y él le hizo darse cuenta de otra cosa que ahora le hacía mantenerse despierto e inquieto en las noches, tratando de comprender ese cambio tan brutal en su persona. El Jardín le había hecho dejar de odiar la luz. Mefistófeles significa: El que no ama la Luz, lo que es una ironía preciosa con respecto a su origen como segundo Lucifer. Y toda su vida lo había llevado con orgullo, haciendo que las personas conocieran su más profunda oscuridad y la amaran, olvidando lo que siempre enseñan que sólo las virtudes son las que cuentan como constitución de una “buena persona”.  Incluso  se daba el lujo de otorgarles un tinte de falsedad a los que sólo sonríen. Pero ahí, la incandescencia de Gabrielle le había hecho sentirse tan eufórico que no había dudado de ser él mismo sin su miseria. La seguridad se podía obtener del optimismo. Había personas que efectivamente sonreían ante las dificultades y que no necesitaban el cinismo para no creer en nadie más que en sí mismos.

Eso había provocado un quiebre en Mephisto, que le hizo darse cuenta de que cuando se sacó el corazón y lo entregó a Joachim, lo hizo en un intento de librarse de su bestia interna, porque no era capaz de controlarla, porque no quería tener instintos ni emociones. Pero él sabía que todo se encuentra en la mente, por lo que en el mismo hecho de haber sucumbido a ese incomprendido suceso, le había convertido en un oxímoron.

Mephisto tenía 4 hermanos, todos los cuales eran Garou. ¿Por qué entonces él era tan diferente? Sabía que su madre era humana, por lo que el gen que compartían y venía del padre, debía ser de Lobo. Era Demonio porque había perseguido ese envase desde su concepción, e incluso antes, cuando observaba al celestial que era su dueño en el Edén. Su ser Caído era culpa del castigo que le habían dado a ese ángel que ahora repartía su esencia entre Huginn y Muninn; pero ese cuerpo que era la vasija escogida para cumplir la condena, había sido concebido en la tierra, y tenía sangre Garou en cada célula.

Quizás ahora encontrara las respuestas que aún no tenía, y entendiera por fin porqué se sentía y era tan diferente a todas las criaturas sobrenaturales que se había encontrado. ¿Y si no era sólo un Demonio como siempre había creído? ¿Había algo que fuera anterior a la existencia de los Infernales y los Celestiales? Era la única explicación de porqué no conocía su propia naturaleza, de porqué no podía justificarla.

Tenía que buscar a sus hermanos, ellos serían capaces de guiarle por esa búsqueda, que sería la única que estaría fuera de su control.


Otros y/o Exclusivos Quimeras

{♠} Gustos:
- Aprender.
- El orden y la limpieza.
- El agua.
- Los cuervos.
- La comunidad y el trabajo en equipo.
- El silencio y la noche.
- Drogarse de vez en cuando.
- La libertad
- Fumar
- Caminar de noche por la ciudad.
- Resolver acertijos.

{♠} Disgustos:
- La intolerancia y estupidez.
- Que invadan su espacio personal.
- Detesta las reglas. Siempre es él quien manda.
- Los juicios automáticos.
- Las discusiones sin base.
- Las personas caricaturescas.

{♠} Fobias:

- Misofobia
- Claustrofobia

{♠} Otros:

- Su misofobia es severa, por lo que no le agrada el contacto físico, pero eso se le olvida cuando logra apagar su siempre bullente cerebro.

- Es hermano sanguíneo de 4 Hombres Lobo provenientes de la dinastía Borgia.

- Sus ojos no pueden ser vistos sin permiso, están malditos. Por eso su cabello siempre los cubre.

- Su cabello también está maldito. (Está hecho de plumas de ángeles caídos. Si son arrancadas tomarán su forma original y la maldición se activará.)

- Posee tres cuervos que son sus compañeros de vida. Huginn, Muninn y Nam son su propia manada con alas. Se comunica con ellos por telepatía o simplemente hablándoles.

- El Ángel traidor mencionado en la descripción de los Demonios, es él.


Exclusivo Quimeras

{♠} Descripción de su(s) naturaleza (s) o raza(s): Es una mezcla de Ángel Caído, Demonio y Garou.
{♠} Habilidades: - En construcción-
{♠} Descripción física y de transformación: - En temas -
{♠} Identidades: Metatrón (Ángel), Mephisto (Demonio), Edgar Allan Poe (Escritor), Virgilio (Poeta), Kaneki (Personaje de Ánime), Absolem (Wonderland), Wyrm (Entidad originaria universal). - Siempre en construcción. Sus cuervos, Huginn y Muninn son Samael y Lilith.
{♠} Reseña de personaje:
© HARDROCK
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Mensaje por Invitado Sáb Ago 06, 2016 1:56 am

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