Ran [Siren]

{♠} Edad: 18 años.
{♠} Ocupación: Aventurera a tiempo completo, recolectora de tesoros y sueños perdidos.
{♠} Nacionalidad: Nunca Jamás.
{♠} Avatar: Kim YeRim
{♠} Raza: Siren.
{♠} Habitante de: Nunca Jamás.





Si algo sobresalta a plena vista es lo impulsiva y llena de energía que está. Es Observadora y detallista, siempre le ha gustado ayudar a quien lo necesite, aunque las recompensas y regalos la hacen sentir incómoda, es muy cortés y asustadiza. Adora jugar, no es consciente de su aspecto pequeño y débil causando así que se vea metida en problemas constantemente. No es inocente, pero sí es muy distraída con su entorno. Le encanta dar mimos a quienes quiere y más aun a quienes se ven abatidos, ahogados en sus propios problemas. No es buena aconsejando, pero sí es muy buena oyente.

No suele sobresalir en un grupo, pero es feliz con formar parte de uno. Ama tener muchos amigos y siempre los apoyará en lo que crea que es correcto, es alegre y optimista, nunca dejará solo a alguien que quiera. Su debilidad es ser consentida, le agrada mucho sentirse querida y más aun cuando se lo demuestran de forma física. Si hubiese que nombrar defectos de sí misma es que es muy rencorosa, si ven que atacan a alguien que quiere mucho tomará venganza contra el victimario sin importar el tiempo que le tome, también es muy terca, no le agrada escuchar ni recibir órdenes, aunque a veces ceda de mala gana. Tampoco posee instinto de sobrevivencia, es capaz de recibir ataques por otra persona con tal de que esta no salga herida.




Desde que tenía memoria había sido una Siren, nació así, pero no conocía a sus padres. Había sido criada entre muchas otras sirenas que tampoco conocían sus orígenes, compartían un lado y entre todas se protegían con esmero. Los días eran hermosos en Nunca Jamás al lado de aquellas preciosas féminas, jugando y cantando día y noche, nadando felices, todas preocupadas de la menor del grupo, Ran. Era feliz siendo mimada, incluso eran muy pocas las veces donde ella había peinado si quiera su propio cabello, no podía pensar en algo mejor que ello y estaba muy agradecida de haber crecido con ellas, con todas sus hermanas. Su cola era preciosa, resplandecía anaranjada destellando un fino dorado como un reflejo del mismísimo sol, tan suave y delicada como un pez dorado, no podía estar más orgullosa de ser una Siren.

Sin embargo, como cualquier sueño debía acabar, así fue como una noche piratas atacaron el lago en búsqueda de los tesoros que se encontraban bajo él, tesoros que las sirenas protegían pues les pertenecían. ¿Qué podía hacer ella siendo tan pequeña y aún sin descubrir sus poderes? Intentaron esconderla en la misma cueva oculta donde se encontraban los tesoros recolectados de distintos mundos, se sentía asustada, confundida, pues siempre había escuchado sobre los piratas, mas nunca se había enfrentado a ellos. Temblaba oculta entre los cofres sellados cercanos al agua. Los gritos llamaron su atención, necesitaba hacer algo, necesitaba ayudarlas de alguna forma… ¿pero cómo? Aquello fue lo último que pensó, pues ya se encontraba nadando hacia la salida de su escondite para salvarlas aunque no tuviese una idea concreta ni habilidades para hacerlo, no se esperó que estuviesen esperándola, entre cuatro piratas entraron a la cueva donde el agua les llegaba hasta la cintura y Ran sabía que no perdonarían su vida, pues la sangre en sus armas era una clara señal de que estaban dispuestos a cualquier cosa. El miedo, la frustración y la ira por esa sangre se mezclaron en su cuerpo creando un cambio que jamás había experimentado, su cuerpo se volvió gris con un subtono azulado, sus facciones perdieron toda la calidez infantil para volverse algo más afiladas y duras. Sus orbes amarillos se fijaron en los piratas, sus manos cubiertas por membranas y el resto de su cuerpo cubierto de finas escamas azuladas, mismo color que había tomado su cola más rígida y menos delicada. La comisura de sus labios se expandieron unos centímetros y sus dientes se volvieron finas dagas como el peor de los peces de las profundidades, ese mismo rostro que provocaría pesadillas logró que los piratas se desmayaran con tan sólo verla y la confusión hizo que otra habilidad se activara, el agua a su alrededor brilló y sin darse cuenta fue arrastrada a otro lugar, uno que no conocía.

Ocultándose de todo aquello vivió mucho tiempo en un lago, las noches más frías y solitarias que había imaginado se hicieron presentes como un mal sueño, uno perturbador donde no podía esconderse en ningún lugar. Era el escondite perfecto, pero al mismo tiempo era tan solitario y triste que el corazón de la sirena se vio dañado, no podía soportarlo. No pasó mucho tiempo antes de que volviera a armarse de valor, pues sabía que en algún momento debía salir de ese lugar, debía enfrentarse a algo y lo más cercano era la ciudad, por lo que sería su siguiente aventura. Antes de salir del agua su cuerpo mutó a una forma bípeda que le permitiese caminar entre los humanos y, sin nada más que su cabello cayendo sobre su piel, caminó unos pasos entre los árboles y los animales que la observaban con sumo cuidado, como si vigilaran que no tropezara. Apenas comenzó a ver casas notó que los humanos poseían algo que ella no, ¿por qué cubrían sus cuerpos? Probablemente era una costumbre que debería adoptar si quería pasar desapercibida para los piratas, tal y como le habían pedido sus hermanas.

Buscó con la mirada algo que pudiese ayudarla y si algo tenía Ran de su lado era la bendición de su Dios, por lo que no tardó en ver una ventana abierta y de fácil acceso, incluso para ella y su cuerpo pequeño. Sin mayor problema se acercó a la edificación cercana al lago, una enorme casa de dos pisos que pertenecía a una familia de cazadores, pero eso no era algo que la Siren conociera, pues tampoco conocía las leyes humanas y sus limitaciones en cuanto a tomar prestado algo. Una vez dentro paseó observando la infraestructura, era enorme y tan vacía, no muy diferente al lago donde vivía, no tan diferente a su escondite. Subió las escaleras y vio una cantidad de puertas que no esperaba, ¿a cuál entrar? Eso no importaba, se dirigió a la más cercana, la más llamativa y giró el pomo de la puerta para dar paso a la habitación que le esperaba del otro lado, para su suerte era la de una chica, se notaba por todas aquellas pequeñas cosas que podía ver sobre los muebles, sobre los estantes y colgadas en las paredes. Se acercó a la cama y vio prendas sobre ella, no importaba, sólo tomó la primera que vio y la deslizó por su cuerpo para que la tela cubriese su desnudez, de todas formas sólo necesitaba algo que la hiciera pasar desapercibida.

Tomó un puñado de telas sin saber bien qué eran y salió del lugar, no necesitaba seguir explotando porque ya tenía algo que le ayudara. Quedarse era tentar a la suerte. Apenas pisó la tierra húmeda giró hacia el lago, nuevamente hacia su escondite, pues ya tenía el botín y necesitaba esconderlo, necesitaba un lugar seguro donde nadie más lo viese. Paso a paso no notó que una de las prendas había caído, mucho menos que alguien la seguía en una silenciosa carrera, la sirena sólo avanzaba a paso ausente, con la cabeza en otro espacio, en un mundo de posibilidades sobre qué hacer, dónde dirigirse y qué había pasado con las demás. No podía ir a buscarlas, pero tampoco creía que estarían muertas porque ellas eran muy fuertes. Más fuertes que los piratas.

No alcanzó a esconder su pequeño tesoro, pues el sonido de un arma llamó su atención. Al girar su cuerpo se encontró con una chica, la dueña de lo que había tomado prestado y que no devolvería, aquella chica dirigía el cañón de su arma hacia la sirena, fue una extraña forma de comenzar una amistad. Ella le dio un techo ocasional donde dormir, la alimentó y la vistió. Era una humana extraña, pero muy encantadora, no tuvo que hacer mucho para ganarse un puesto importante en su corazón. Ran era muy agradecida, pero al mismo tiempo no deseaba causar problemas y quizás por eso nunca pudo pensar en esa casa como suya, aquello le hacía más fácil vagar entre el lago y la casa por las noches de luna llena, por las noches donde las pesadillas la atacaban. Sólo dos personas conocían su ubicación exacta, sólo esas dos personas sabían dónde ir a buscarla cuando desaparecía. Robbin y un curioso chico.

Aquello era un recuerdo de años, nunca había sido buena contando el tiempo y tampoco le apetecía hacerlo, las cosas durarían lo que tuviesen que durar. Así mismo, Ran paseaba con la esperanza de encontrar a sus hermanas, de encontrar a los piratas que las habían atacado y de cobrar esa pequeña venganza de forma satisfactoria.






{♠} Gustos: Las cosas brillantes, las buenas experiencias, hacer amigos, todo aquello que le traiga un buen recuerdo.
{♠} Disgustos: Las órdenes, los regaños, estar quieta mucho tiempo.
{♠} Fobias: No es tanto una fobia, pero sí le tiene mucho miedo a ver morir frente a ella a quienes quiere.
{♠} Otros: Robbin Petters es su mejor amiga, aún no tiene control sobre sus poderes y le fascina la música.