Rest in Peace | Priv. Skylar

Nunca Jamás. 15:28 hrs.


Habían días en los que se le hacía más difícil el poder descansar tranquilo en su hogar, encontraba la cama incómoda, no hallaba la posición correcta y comenzaba a desesperarse y ponerse de mal humor, y nadie quería que eso pasara. Pero pasa la suerte del mundo, Belfegor tenía una as bajo la manga, o bajo la almohada. Hacía un tiempo había ido a nunca jamás tratando de encontrar a Beelzebuth para contarle de su extraño sueño recurrente y su relación con las manzanas que se materializaban al despertar. Había tratado de usar la telepatía para contactarlo, pero su hermano estaba demasiado loco para escuchar a una de las miles de voces que tenía dentro de su cabeza. En ese viaje, encontró un lugar fascinante para él, era una pequeña colina a los pies de una pradera inmensa, con un gran árbol en medio, el cual proporcionaba una sombra de igual tamaño, desde allí se podía ver el mar y casualmente tenía un columpio atado a una de sus ramas. Procrastinó una vez más y dejó su búsqueda de lado para dormir en ese lugar, en donde conoció a una pequeña hada llamada Skylar, el cual era muy agradable y tranquilo. De vez en cuando volvía a esas tierras para tomar una siesta allí, era un lugar silencioso, sin el incansable murmullo de la ciudad ni de ninguna otra cosa, sólo el de la naturaleza, el cual lo relajaba.

Se puso de pie, haciendo un esfuerzo sobre humano, y abrió un portal hacia su árbol favorito. Un menos de un parpadeo ya se hallaba en nunca jamás. El clima era una eterna primavera, y para él, quien sólo llevaba unos jeans puestos y nada más, era muy agradable. Se recostó en el tierno pasto, dejando que acariciara su espalda, brazos y pies, cerrando los ojos para poder echarse una siesta de una vez por todas. Rápidamente cayó en un profundo sueño, siendo acunado por el cantar de los pájaros y el sonido que hacían las hojas al ser movidas por el viento. Siempre terminaba de buen humor luego de una siesta en aquel lugar, era algo mágico para él y hasta consideraba volver más seguido.

Por fin luego de varios de días de trabajo que no parecía terminar, de largos días trabajando bajo el sol, el pequeño Skylar obtuvo un pequeño y merecido descanso. Como siempre, se deslizó a través de su camino para llegar a uno de sus lugares favoritos para poder relajarse, que de hecho era uno de los lugares más antiguos dentro de la isla y estaba bastante alejado de las otras hadas.

Grande fue su sorpresa al ver al gran hombre recostado entre las suaves hierbas que cubrían ese lugar, pero no era cualquier sujeto, era alguien que había conocido hace ya varias lunas, el señor Belfegor, para él, era una persona muy agradable, algo serio, pero agradable.
Las coloridas flores estaban muy inquietas, buscando tener una conversación con la hada que se presentaba ante ellas, pero Skylar sabía que no era momento para eso, ya que el mayor descansaba a escasos centímetros. Poso su dedo indice sobre sus labios, soltando un suave ruido para que se silenciaran.- Shhh.-Esto pareció calmar un poco a sus amigas, la pequeña hada no podía estar más contento con sus resultados, usualmente no se calmaban tan rápido.

Con cuidado, tratando de no emitir sonido alguno, no quería despertar a la persona que dormitaba, eso podría molestarlo, voló hasta que se pudo sentar en aquel solitario columpio que adornaba el bello paisaje, disfrutando de aquella calma que rodeaba el lugar, y que sin duda le estaba dando un buen descanso al hombre recostado en cómodo pasto verde, y, aunque deseaba hablar con él, dejaría que durmiera, quizá después podrían tener una amena charla.-

Estaba tan profundamente dormido, que ni si quiera se percató de la llegada de su pequeño amiguito, ni del, también pequeño, escándalo que tenían las flores. Belfegor no era un hombre que tuviera el sueño liviano, de hecho era todo lo contrario. A Eris le costaba un mundo despertarlo, y cuando lo hacía, desataba su ira, pero ya hacía un tiempo que no la veía rondar cerca de él. La suave brisa de la primavera recorría su torso desnudo, enfriándolo un poco, moviendo suavemente su cabellera, al igual que el pasto a su alrededor. Estaba completamente relajado, entregado a los brazos de su fiel y mejor amigo Morfeo, hasta que el destino confabuló en su contra. Quizás dios lo vio demasiado cómodo y como el niño caprichoso que es, envió algo a molestarlo.

Lentamente, siendo balanceada por el viento, una gran araña descendió desde la copa del árbol, estirando sus patas delanteras mientras su hilo seguía y seguía saliendo. Tocó “suelo”, aunque realmente era el marcado abdomen del demonio, y comenzó a caminar de forma despreocupada. Esas ocho patas sobre él le hacían cosquillas, perturbando poco a poco su sueño. Llevó inconscientemente una de sus manos al lugar en donde sentía esos estímulos para rascarse, pero la araña no lo tomó como algo tan simple y clavó sus colmillos en su mano hasta derrumbar ese muro que lo separaba de un estado consciente. Abrió los párpados un poco más rápido de lo usual, por el “dolor” que le había causado la picadura y rápidamente le dio un manotazo a la araña, lanzándola lejos y sentándose rápidamente. –Araña de mierda.- Se quejó molesto porque lo había despertado, sin importarle mucho si era venenosa o qué e ignorando hasta ese momento que tenía un visitante que “vigilaba” su sueño.

Continuo velando en silencio por el sueño del señor Belfegor, mientras poco a poco elevaba y bajaba sus piernas, provocando que el columpio se balanceara en el aire, algo bastante divertido para la joven hada. El clima estaba bastante agradable, como solía ser a diario en el bosque de la primavera y esa divertida brisa jugueteaba entre sus cabellos, desordenado estos.

Unas coloridas mariposas comenzaron a revolotear frente al él, distrayendo la atención de Skylar, las siguió con la mirada, disfrutando el suave baile que ambas realizaban ante sus ojos, era algo muy hermoso, aunque para él, todo lo que las creaciones de la madre tierra eran hermosos.

De pronto escuchó un fuerte grito, el cual provenía del hombre que hasta hace poco dormía. Volteo a ver y observó a la araña que había atacado al otro. De inmediato, una suave risa escapo de sus labios, deteniendo poco a poco su balanceo.- ¿Esta bien? .-Preguntó con suavidad, esperando a que el otro se percatara de su presencia.

Su grave y adormilado quejido al parecer había captado la atención de alguien que no sabía desde cuándo estaba allí. Ya no habían rastros de la araña, pero ahora le molestaba un poco la mano debido a la mordida, la maldita seguía molestándolo aún después de irse. Se frotó los ojos, arrugando el ceño, cuando de pronto escuchó una risa que lo hizo darse cuenta que no estaba solo. Su mirada se orientó hacia dónde provenía la risa, encontrándose con la figura de Skylar. Le molestó que se riera, pues para él no era nada gracioso que hayan interrumpido su apacible siesta. –¿Te parece gracioso que me haya mordido una araña?- Preguntó claramente molesto, con su voz grave y una mirada fría, además de un aura densa alrededor de su cuerpo. Había despertado de mal humor y reírse de eso no era la mejor opción.

Se sentó en el suelo, sobre el suave pasto y apoyó su espalda en el tronco del gran árbol para estar más cómodo. Había venido a este lugar para descansar y ahora era molestado por las criaturas de ese mundo. Respiró profundo y exhaló lentamente para tratar de calmarse y no acabar por destruir todo a su paso. Escuchó al hada y asintió, volviendo su rostro en una inmutable inexpresión cansada, como era costumbre. –Estoy bien, sólo me arde un poco.- Respondió mirándose la mano que comenzaba a enrojecer y ciertamente le daba mucha pereza el regenerarse para combatir el veneno.